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Víctima del Alzheimer, el autor mexicano falleció el viernes pasado en Indiana, EU; la noticia se hizo pública ayer. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 3 de julio de 2015. (RanchoNEWS).- Era un cuate a todo dar, dice José Agustín al otro lado del teléfono cuando se entera de la muerte de su amigo Gustavo Sainz. A la casa del autor de De perfil no había llegado la noticia; también tardó en llegar a México: seis días después del deceso del escritor y profesor, un obituario en la versión online del Herald Times de Bloomington, Indiana, fue el conducto para traer la información. Reportan Luis Carlos Sánchez y Juan Carlos Talavera para Excélsior.
Gustavo Sainz, el profesor emérito de la Universidad de Indiana, autor de 18 novelas —algunas de ellas asociadas sin su consentimiento a lo que dio en llamarse «literatura de la onda»—, defensor de la literatura mexicana y amante del cine, falleció el 26 de junio a los 74 años de edad, a unos días de cumplir los 75, víctima del Alzheimer en la residencia de salud y cuidados para personas de la tercera edad (Indiana University Health Hospice House) de Bloomington.
De acuerdo con la necrológica, Sainz murió rodeado «de sus queridos hijos», Claudio y Marcio Sainz, quienes le cuidaban «en la medida en la que alcanzaba progresivamente las últimas etapas de la enfermedad de Alzheimer». El propio obituario, publicado ayer mismo, da cuenta que, según los deseos del escritor, no se realizó ceremonia religiosa ni visitas.
La familia pidió además agradecidamente que, en lugar de flores, se realicen contribuciones a la Alzheimer Association (50 E. 91st St. #100, Indianapolis, IN 46240).
Los arreglos funerarios se llevaron a cabo en la misma ciudad a cargo de la Southern Indiana Cremation Society y sus propios deudos se encargarán de celebrar en fecha posterior «el milagro de la vida». De Sainz se resaltó en el obituario que se trataba de un autor internacionalmente reconocido, traducido a muchas lenguas y ganador de premios en EU, México y Canadá.
José Agustín, uno de sus grandes amigos y con quien compartió aventuras de juventud, dijo a Excélsior: «Era un novelista realmente bueno, era excelente experimentando, era muy bueno luchando sobre su propio estilo, un excelente amigo. Lo lamento muchísimo, era uno de mis amigos más entrañables». A los 25 años, Sainz irrumpió en las letras con Gazapo (en 1965, un año después de que apareció La tumba, de José Agustín), que fue vista como una novela que rompía con todas las estructuras y estilos de novelar en México.
«Es una novela realmente excelente», afirma su amigo desde Cuernavaca. «Nosotros compartíamos muchas cosas entre ellas un poco el estilo literario», agrega. ¿Y qué pensaba de que se les tratara como «escritores de la onda»?, se le pregunta: «No mame usted con eso de escritores de la onda, ¿qué chingados es la onda? Compartíamos los dos el mismo punto de vista de que no había tal onda y así», contesta José Agustín.
Un año después de Gazapo (que intentó llevar al cine junto con Gabriel Careaga), Sainz escribió una Autobiografía y luego llegarían otras novelas como Obsesivos días circulares (1969), La princesa del Palacio de Hierro (1974) o Compadre Lobo (1978). A comienzos de 1980 emigró a EU, donde se convirtió en profesor en el Middlebury College de Vermont, la Universidad de Nuevo México, en Albuquerque y la de Indiana en Bloomington, de la que se retiró en mayo de 2011, tras 19 años de servicio.
De aquella etapa en la que se convirtió en profesor, José Agustín recuerda: «Yo estaba de maestro visitante en Albuquerque, Nuevo México, y ya cuando me correspondía regresar me habló Gustavo, me habló por teléfono y me dijo: ‘oye, si te llegas a enterar de una chamba en una universidad gringa me avisas de volada’, y así fue. Al poco rato le digo, ‘ya la hiciste, ahora el que se va de aquí eres tú’».
Su trabajo como escritor siempre estuvo combinado con el de profesor, antes de partir a la Unión Americana dio clases en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. El escritor Andrés de Luna, quien lo tuvo de maestro en los 70 lo recuerda: «Como maestro era un tipo formidable, sobre todo porque tenía recursos que otros no tenían. Tenía una clase de cine y pasaba mucho cine mudo que no podíamos ver de otro modo, películas de Buster Keaton, de Charles Chaplin, era una cosa fantástica».
También, agrega, impartía periodismo y literatura, «le gustaba mucho la literatura mexicana, nos hacía leer a (Jorge) López Páez y a gente realmente muy interesante; Guadalupe Dueñas, incluso a Francisco Tario, que era un escritor que entonces no se leía. Las letras mexicanas eran lo más importante para él, ese es el rasgo más importante que siempre pedía conservar la literatura mexicana viva. Rescató a muchos escritores que estaban materialmente perdidos o que tenían poca influencia en las letras nacionales, pero que tenían un talento especial», agrega.
Autoexilio
Por su parte, Juan Domingo Argüelles recordó la época en que Gustavo Sainz dejó la Dirección de Literatura del INBA y fue víctima de la censura, a causa de un cuento que fuera publicado en el periódico La Semana de Bellas Artes, donde se aludía a Carmen Romano de López Portillo, esposa del entonces presidente, José López Portillo, del cual no tuvo responsabilidad, pero le costó el autoexilio.
«Aquel fue un amargo episodio del que no tuvo culpa, pero que es recordado porque remite a un tiempo, pues en ese momento significó una ofensa grave. Sin embargo, esto lo llevó al exilio y no cabe duda que esa permanencia prolongada en Estados Unidos le quitó hasta cierto punto participación en la cultura mexicana», expresó vía telefónica el narrador y ensayista.
Pero más allá de eso está su literatura, coronada por La princesa del Palacio de Hierro, libro que hoy mayormente se conoce de su producción, ha trascendido como uno de los momentos significativos de la literatura que fuera llamada por Margo Glantz como de la onda, de la cual abjura el también escritor José Agustín, «porque esa literatura no existió como tal, pero a futuro sí debo decir que su narrativa debe ser valorada de juicios inmediatos», dijo.
Pero su literatura también fue el eco de la experimentación, añadió, «con voces que se integraban a una literatura menos cuidadosa en términos estilísticos y que tenían mucho que decir en términos narrativos».
Lo cierto es que, más allá de clichés, Sainz perteneció a una generación de jóvenes que marcarían el canon de la literatura mexicana, junto a René Avilés Fabila, Gerardo de la Torre, Manuel Echeverría, Parménides García Saldaña, Héctor Manjarrez, Carlos Montemayor y el mismo José Emilio Pacheco.
A partir de esta reflexión, Argüelles dijo que, por ahora, lo esencial es llamar la atención de los jóvenes lectores sobre la obra del autor de Gazapo. «Y este trabajo lo ha hecho, de gran forma, Alejandro Zenker a través de Ediciones del Ermitaño, porque en los últimos años se ha dedicado a reeditar su obra en una colección dedicada a este autor.»
Un punto que tampoco se debe olvidar acerca de Sainz es la etapa de experimentación que dedicó en su obra. «No olvidemos que su literatura posterior como A la salud de la serpiente y Retablo de inmoderaciones y heresiarcas se convirtió en una literatura experimental donde él quiso darse el gusto de escribir como una forma de disfrute, sin pensar mucho en los lectores».
Así que este momento en que Sainz se vuelve a escuchar se debe aprovechar para hacer una revisión crítica de su obra. «Me parece que es importante valorarlo de una forma más crítica y releerlo, porque el problema es que mientras un autor está vivo se reedita, se comenta y es valorado».
Al respecto, el propio Zenker, director de Ediciones del Ermitaño, aseguró que Gustavo Sainz no sólo fue un gran amigo suyo, sino que su obra es de gran importancia para la literatura mexicana.
«Cuando se fue a vivir a Estados Unidos se fue perdiendo la vinculación del lector mexicano con su obra. Y por eso le propuse reunir sus obras fundamentales en una colección, bajo el título de Biblioteca Gustavo Sainz, que sirviera de referente, pues él es de los pocos escritores que supo reinventarse una y otra vez. Cada novela la acometió como un ejercicio de exploración», precisó.
Innovador y promotor
Por su parte, la narradora y compiladora Josefina Estrada comentó que conoció al autor de Gazapo en la Facultad de Ciencias Políticas. «Lo conocí desde que tenía 20 años. Fui su alumna en la materia de Literatura y Sociedad y de Diseño Gráfico». Posteriormente trabajó con él en la Dirección de Literatura del INBA, donde creó e impulsó nuevas formas para difundir e impulsar la literatura.
Por ejemplo: las presentaciones de libros, que entonces no eran usuales, la creación de un archivo histórico de escritores que hasta hoy persiste, la librería del Palacio de Bellas Artes y fundó las becas del INBA-FONCA, porque en ese momento se vivió una efervescencia por la literatura y la cultura.
En sus clases también innovaba todo el tiempo. “Por ejemplo, a menudo, llevaba libros de reciente publicación de la editorial Joaquín Mortiz y sus autores, lo que nos permitió leer clásicos accesibles en el momento más fructífero de la literatura mexicana”, explicó.
Estrada también se refirió al escándalo que lo llevó al autoexilio. «Sobre aquel libelo del que lo creyeron culpable, puedo decir que él no lo hizo y que no cabe duda de que eso lo llevó a alejarse de México. Después tuvo sus hijos y ya le fue difícil volver al país, pero él venía una vez cada año a la Feria Internacional de Guadalajara, porque le parecía importante estar en los sucesos de la literatura. Así que siempre estuvo cerca de nuestro país», concluyó.
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