Clásicos. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 8 de mayo de 2020. (RanchoNEWS).-Bernard Shaw sostenía que, a la larga, todo será humorístico; no solamente en la ficción, sino también en la vida real. Una situación incómoda que vivimos ahora, tal vez dentro de un año la recordemos como una anécdota jocosa. El ingeniero Joseph Klatzmann, en su libro El humor judío, lo define como una sustancia humana destinada a «hacer reír para no llorar». Más dramática es la frase de Nietzsche: «El hombre sufre tan terriblemente en el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa», concepción que lo aproxima a la filosofía cínica, donde el humor es, en el fondo, un tipo de catarsis o contraveneno espiritual. Arthur Schopenhauer, pesimista por excelencia, no dejó nunca de conservar su sentido del humor; según razona en El mundo como voluntad y representación, «no se debe esperar mucha felicidad para no ser muy infeliz». Pura ironía sin vuelta de hoja; sin embargo, los académicos prefieren a Hegel o a Kant, ya que ambos, desde su gravedad platónica, ponen énfasis en las implicaciones éticas de la risa. El fundamento de esa teoría se centra en la burla del propio ridículo, no en el de los demás. Y lo ridículo consiste esencialmente en una negación del precepto «conócete a ti mismo»; es decir, en la insistente carencia del autoconocimiento o, de otra manera, en lo ridículo como un fallo del conocimiento de sí mismo. Mi definición del humor es menos compleja que simple, y se entrevé, modestamente, como el modo de presentar, enjuiciar o comentar los hechos bajo el lado risueño o divertido.
En lo personal me inclino por este último concepto y por una de sus variantes, el humor irónico, donde el sujeto es consciente de este absurdo que es el mundo, y también su propia vida, pero no asume una actitud moralizante porque ha perdido la fe o carece de proyectos. De esta manera, cuando la ironía tiene una intención muy agresiva, se denomina sarcasmo. Es una incongruencia aguda entre nuestras expectativas de un suceso y lo que en verdad ocurre. Pero no todas las ironías son graciosas, por supuesto. El ridículo, verbigracia, es un aspecto importante del sarcasmo, pero no de la ironía en general. Hilando fino podemos decir que el sarcasmo es un tipo de crítica hacia una persona o grupo de personas que incorpora la ironía para catalogar y catalogarse. Esa forma de humor requiere a menudo de un bagaje cultural que debe tenerse en cuenta, muy en cuenta, porque quizá todo pasa por no tomarse en serio.
El texto de Roberto Alifano espublicado por el suplemento El Cultural de La Razón
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