C iudad Juárez, Chihuahua. 24 de marzo de 2021. (RanchoNEWS).- Cuando a fines de 2013 toqué la puerta del estudio de Vicente Rojo en el barrio de Coyoacán, en Ciudad de México, me topé con un notable derroche de energía. La serie que el artista había empezado por entonces, que él había nombrado Casa de letras, tenía una escala que podría doblegar la voluntad de cualquiera. Pasados los ochenta años, Rojo proyectaba pintar treinta y seis cuadros, acompañados de una veintena de esculturas y, por si fuera poco, pretendía imprimir un grabado de seis metros de largo que rendiría homenaje a Joseph Conrad al representar un «alfabeto» formado de nudos marineros. Más allá del tamaño de la aventura —que aprovechaba la ocasión de una comisión para llevar al extremo posible la lógica serial de su trabajo— me asombraron las implicaciones del proyecto. Todas esas obras que celebraban en sus variaciones y ecos la forma en que la escritura alfabética emerge de las diferencias y combinaciones de un número limitado de rasgos y formas geométricas ofrecían un mirador acerca de las tensiones disciplinarias que el trabajo de Vicente Rojo había desplegado por décadas. Me resultaba transparente que este tour de force era también un proyecto autocrítico y autorreferencial, donde Rojo decantaba la dialéctica que ha involucrado no su doble, sino triple carrera como diseñador, editor y pintor donde Rojo planteó siempre, de modo por demás consistente, una serie de oposiciones entre la función del diseño y la autonomía de su vocación de pintor. Casa de letras tenía asignada una función de síntesis, sino es que de reconciliación retroactiva, donde tareas que habían sido ejercidas dentro de un sistema de oposiciones —el diseño como actividad volcada en servir al campo cultural y la pintura como práctica personal, autónoma e irrenunciable— parecían resumidas y reconciliadas.
No se trata de que Casa de letras repare o anule las tensiones que definieron el complejo diálogo en que Rojo involucró pintura experimental modernista y la producción de una visualidad impresa como diseñador, pero ciertamente esa serie pictórica se impone como un momento particularmente significativo de la meditación y autocrítica en la práctica en que consiste la pintura de Rojo. Esta meditación pictórica sobre la escritura, aparecía ante mis ojos como un gozne decisivo en los dilemas inscritos en la obra de quien es reconocido ampliamente como el mayor diseñador gráfico del México moderno y un pintor notable por su empeñosa intransigencia. Este alfabeto figurado se impone al observador como un intento por definir un legado: la enunciación de una obra que ha girado en torno a dotar de visualidad a lo escrito y de establecer la ambivalente temporalidad del trazo pictórico.
El texto de Cuauhtémoc Medina lo publica Nexos