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El caricaturista en la capital cubana. (Foto: Archivo)
C uba, 13 de Febrero 2007. (Silvina Friera/ Página/12).- Quino es un milagro, es como Los Beatles, esos genios que aparecen de vez en cuando, como lo definió Rep. Pero es un genio taciturno, un humorista que parece malhumorado y que no disimula lo incómodo que se siente frente a los admiradores que le preguntan siempre por Mafalda. Los cubanos, expertos en conseguir que hasta las piedras hablen, lo hostigaron con esa mezcla de sensualidad empalagosa y desafiante y lograron que Joaquín Lavado hablara al menos unos veinte minutos seguidos. ¿Será gracias al panteón yorubá, acaso el venerado poder de Changó? Los detalles rituales quizá no importen, sólo basta con saber que el milagro se produjo ayer en la XVI edición de la Feria del libro de La Habana, en la sala Lezama Lima, durante la presentación del libro ¡Qué presente impresentable! “Tengo algunas dificultades, esto de hablar poco es cierto”, admitió Quino, que fue presentado por el periodista y escritor argentino residente en Cuba, Jorge Timossi, el modelo inspirador del dibujante y humorista gráfico argentino para crear al soñador de Felipe. La sala estaba llena, como si la presentación fuera en Buenos Aires: gente tirada en el suelo, muchos parados, todos con ganas de escuchar al hombre que prefiere hablar a través de sus dibujos.
“Los dibujantes somos sumamente observadores de la gente para saber cómo dibujar a los personajes –dijo Quino–. Somos trabajadores solitarios, que pasamos horas encerrados dibujando y no sabemos muy bien quiénes leen nuestros dibujos.” Más conocido por Mafalda que por toda su producción humorística, minimizó la importancia que suele asignarse a esa niña que se ha transformado en un icono en el mundo hispanoparlante. “Mafalda es un dibujo más, pero cuando lo digo la gente se ofende mucho y me dice: ‘No, pero cómo... Mafalda es una persona’.” Quino contó que a pesar de que estuvo varias veces en Cuba, no conoce otra ciudad que no sea La Habana. “Me ha impresionado la cantidad de gente que viene a la Feria. Es muy emocionante encontrarse con tantos niños, que sea tan masiva y popular”, confesó. “Prefiero dibujar y no hablar”, agregó, y propuso que la gente le hiciera preguntas. Lo primero que quisieron saber varios cubanos fue si era cierto que éste será un año sabático para el dibujante. “Luego de más de 52 años de hacer entregas diarias o semanales he querido descansar –confirmó–. Así como dejé Mafalda para no repetirme, este presente tan cruel me ha desbordado y siento que me estoy repitiendo con mis temáticas, con estas guerras tan absurdas. Necesito tomar distancia.”
Tal vez para que no se confundiera el año sabático con el anuncio de un retiro, Quino aclaró: “Me siento muy raro sin estar dibujando, pero esto no significa que no vaya a dibujar más. Quiero seguir, pero sin la entrega diaria o semanal”. A propósito del título del libro, alguien le planteó qué pensaría Mafalda ahora. El dibujante reconoció que la situación del mundo ha empeorado bastante. “Cuando hacía Mafalda –comparó– no había una sola potencia que manejara el planeta. El mundo está mucho peor. Al menos en aquella época había ilusiones; estaba el Che, Los Beatles, pero hoy es muy difícil tener ilusiones políticas; nuestra generación las tuvo.”
Quino advirtió que hay toda una serie de equívocos y de frases atribuidas al personaje, que Mafalda jamás dijo, que él nunca escribió, aunque circulan por Internet. “Nunca diría ‘paren el mundo que me quiero bajar’, porque ella siempre fue muy emprendedora”, precisó. “En México está muy difundido que a Mafalda la atropelló un camión de sopa”, añadió. Y la lista podría haber seguido, pero el milagro comenzaba a agotarse. El dibujante se daba cuenta de que ya había hablado demasiado, tal vez mucho para su gusto. Alguien observó que la tapa de ¡Qué presente impresentable! está ilustrada con un hombre que se está comiendo a otro. “Usted parece una persona escéptica –le dijo a Quino–. ¿Cree que tenemos salvación?” El humorista gráfico sonrió y respondió: “La obligación es creer que tenemos salvación, si no nos suicidamos todos. Pero creo que no la tenemos”. Los cubanos rodearon a Quino, que, aliviado, dejó de hablar para firmar ejemplares de su libro.
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