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Para Judy Ray
Boleando los zapatos de tu nieto,
te recuerdas contando, ocho, nueve, diez,
te recuerdas suspirando con alivio,
sonriendo mientras tu pecho se henchía
con la plenitud de su perfección.
Diez deditos en las manos. Diez deditos en los pies.
¿Cómo puede la naturaleza hacer algo tan pequeño
tan perfecto?
El día siguiente la vestiste toda de rosa
desde su gorrito hasta las botitas de punto
que tejiste a ganchillo para llevarla a casa.
Tu hermana le regaló el primer par
de botitas blancas de cabritilla.
Están en la caja en el desván
con su faldón bautismal.
Nana le compró el primer par de charol blanco
el verano que cumplió tres años.
Tú le compraste su primer par de charol negro,
para su foto con Santa.
Su primer día en la escuela
estrenó sus Canadás,
regresó a casa con la blusa manchada de sangre
y los zapatos raspados.
Papá insistió en broncearlos,
están sobre su escritorio en su estudio.
¿Saldrá de ahí hoy para acompañarte?
Oh, y esos horrendos botines de lona morada
que ella convenció a su abuelo que le comprara,
el comienzo de los años rebeldes.
Después les hizo agujeros a todos sus tenis
y usó el dinero que ganaba como niñera
para comprarse esas toscas botas de motociclista
en la tienda de excedentes del ejército.
¿Se vería algún día como mujer?
Entonces empezó a fijarse en los muchachos
y tú recorriste con ella
todas las zapaterías habidas y por haber
buscando los zapatos perfectos
para el baile de la prepa.
Y voilá, una bella joven
en su vestido de seda verde esmeralda
y sus sandalias plateadas.
Ella escogió sus zapatos de graduación.
No te gustaron,
demasiado altos, demasiado endebles.
No dijiste nada.
Y sus zapatos de boda,
hechos a mano por su vecino italiano,
una reluciente fantasía sobre tacones.
Una novia radiante de felicidad.
El día que supiste que estaba embarazada
empezaste a tejer de nuevo,
no podías esperar el sonograma,
tejiste botitas rosas, blancas, azules, amarillas.
Ahora boleas los zapatos de salir de tu nieto,
tiene que verse guapo,
vas a llevarlo a la exposición conmemorativa1
que por fin ha llegado a tu pueblo.
Ojalá que Papá salga de su estudio.
Ha sido más duro para él.
Pero tú lo quieres contigo hoy
cuando le ayudes a tu nieto
a meter las botitas rosas
que bajaste del desván
en las botas militares
etiquetadas con el nombre de su madre.
1 En 2004, un comité del grupo religioso Quáquero organizó la exposición itinerante “Con los ojos bien abiertos: el costo humano de la guerra en Irak” con botas militares que representan a cada soldado estadounidense fallecido en la guerra. La exposición ha recorrido todo Estados Unidos y en cada pueblo y ciudad los deudos han colocado objetos de valor sentimental en las botas de sus familiares muertos.
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