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En su colección Marea alta, Editorial Lectorum publica Cuento sobre cuento, de Mónica Lavín, una recopilación de textos en torno a este género literario. (Foto: Archivo)
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iudad Juárez, Chihuahua. 2 de octubre de 2014. (RanchoNEWS).-Podría decirse que el cuento es un género literario que está en el ADN de los escritores de América. Desde el extremo sur del continente hasta Canadá, dice Mónica Lavín (Ciudad de México, 1955), se escriben cuentos «con muy buena fortuna».Una nota de para Excélsior:
«El cuento tiene una esencia muy americana, me refiero continentalmente, quizá porque con (Edgar Alan) Poe nació este cuento moderno, pero yo creo que se nos da la escritura de lo breve; tendría que desarrollar más por qué nos es un género de expresión muy natural, pero yo creo que se cultiva con muy buena fortuna, sea en inglés o en español o incluso en la francofonía canadiense, por eso tenemos un Premio Nobel como Alice Munro», explica.
Un capítulo completo de esa historia literaria corresponde a México. Aquí, considera Lavín, a partir de la segunda mitad del siglo XX «el cuento es un género deslumbrante, que nos fascina en la pluma de Rulfo, de Arreola, de Revueltas, de Inés Arredondo, de Amparo Dávila, de Castellanos. Creo que todos los que escribimos ahora en México estamos marcados por ese cuento de los años 50 mexicano, que además venía marcado por el cuento estadunidense: todos habían leído a Faulkner, a Hemingway, tenían la huella del short story, de decir lo más con lo menos».
A Lavín, el cuento le marcó. La escritora, quien también ha cultivado la novela y el ensayo, comenzó a maravillarse por la literatura a través del cuento y fue ese el género con el que también comenzó a publicar mientras estudiaba biología. «El cuento como lectora ya me había seducido en la secundaria, sobre todo me gustaba leer cuentos (Chéjov, Bradbury, Hemingway); me fascinó el poder del cuento para meterme con velocidad a una historia, yo creo que eso es oportuno para cuando tienes esa edad y tienes poca paciencia».
Luego vino el boom y se maravilló con Julio Cortázar, entonces «ya no puede resistir escribir mis primeros cuentos, me di cuenta de que me gustaba escribirlos, me producía placer, pero aún no sabía qué hacer con eso que era como un deseo salvaje». En un taller con Mempo Giardiunelli expuso sus historias al escrutinio colectivo y encontró relación entre la ciencia que buscaba en la biología, y la hechura del cuento.
«El cuento es un género de mucho rigor, donde no debe faltar, no debe sobrar, es muy preciso, mucho menos libre que la novela y me gustaba eso, porque siempre me han gustado las matemáticas; de hecho, creo que por eso estudié biología, pues me gustaba esa sensación de perfección que da una ecuación o que midas y compruebes y salgan bien. El cuento me daba esa misma sensación cuando lograba una historia que sentía que estaba en su equilibrio y así fue como publiqué mi primer libro de cuentos, abandoné la biología y me dediqué a la divulgación de la ciencia y pensé que siempre iba a ser cuentista, no me imaginaba en la novela», recuerda.
El cuento ha llevado a Lavín a otra nueva tentación: la de reflexionar en torno a su hechura, sus grandes maestros y sus bondades como transmisor de historias. En su colección Marea alta, Editorial Lectorum publica Cuento sobre cuento, una recopilación de textos en torno al género literario que promovió Edmundo Valadez, Juan Rulfo y Juan José Arreola, entre muchos otros.
No hay recetas en el libro de Lavín, pero sí herramientas para acercarse al género. Tan estrecho como riguroso, el cuento, dice la escritora, no permite trampas: «si es un cuento, es una pieza literaria y en las novelas no todas son piezas literarias. Como regla, como principio organizador básico, el cuento narra una historia, sólo hay un suceso donde el personaje va a expresar algo relevante de sí mismo, es como la versión más editada de una vida o de un momento que revela mucho más».
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