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Símbolo porteño. Vista del edificio desde Florida y Ricardo Rojas.. (Foto: Lucía Merle)
C iudad Juárez, Chihuahua. 6 de enero de 2016. (RanchoNEWS).- Su proa se alza mirando al río junto a la barranca de plaza San Martín, en Retiro, y su arquitectura racionalista es su sello distintivo. Su origen está envuelto en historias que lo convierten en leyenda y en récord porque, entre otras cosas, fue el primer rascacielos de Latinoamérica. Todo cabe en el Kavanagh, el edificio que el 15 de enero cumplirá 80 años, escribe Silvia Gómez para El Clarín.
En una encuesta realizada en 2013 por ARQ, el suplemento de arquitectura de Clarín, fue destacado como el más admirado y valorado por la gente. Es Monumento Histórico Nacional desde 1999 e integra el Conjunto Monumental Plaza San Martín, junto a la plaza, la estación de trenes y los palacios Anchorena, Paz y Haedo, entre otras construcciones. Pero uno de sus mayores atractivos radica en la historia de intrigas que habría dado origen a su construcción: cuenta la leyenda que Corina Kavanagh, su propietaria, habría encargado la obra para taparle la visual de la iglesia del Santísimo Sacramento, ubicada en la calle San Martín, a la familia Anchorena. Un viejo rencor por amores no correspondidos.
Pero Soraya Chaina –gerente operativa del área de Desarrollo y Competitividad del Ente de Turismo porteño– derriba el mito de un plumazo: «Cuentan que la señora Mercedes de Anchorena impidió el casamiento de su hijo Aaron con Corina, pero Mercedes muere quince años antes de que se inaugurara el edificio», explica. «Sin embargo, hay una versión que quizá se acerque más a la realidad. Mercedes le habría pedido a Aaron que compre el terreno para que nadie construya en esa esquina y que de esta manera la familia no perdiera la visión de la iglesia desde el Palacio, que hoy pertenece a Cancillería. Aaron no compró el terreno, nunca se casó y despilfarró parte de la fortuna familiar en viajes y fiestas de la época», cuenta Chaina.
Más allá de los mitos y las leyendas, el Kavanagh resultó ser un prodigio arquitectónico para la época en que se construyó. Fue proyectado por los arquitectos Gregorio Sánchez, Ernesto Lagos y Luis María de la Torre. Este trío también firmó un bellísimo edificio racionalista en la esquina de Lafinur y Libertador, y otro en el cruce de avenida Córdoba y Libertad, además del Automóvil Club Argentino. Con el Kavanagh deslumbraron a una ciudad acostumbrada a los palacios de estilo afrancesado; en 14 meses construyeron una torre de 30 pisos más un mirador con observatorio astronómico. Le colocaron un sistema de aire acondicionado central, 12 ascensores, una central telefónica que aún hoy reemplaza al portero eléctrico clásico de todos los edificios. Contaba con una despensa y verdulería. Emma Oría –95 años, la vecina más antigua del edificio, quien conoció a Corina y compartió con ella muchas reuniones– le contó en una entrevista a Clarín que había además un pasaje subterráneo que comunicaba el edificio con el hotel Plaza: «Lo cruzábamos para ir a tomar el té o usar los salones de belleza del hotel», recordaba.
¿Cuánto cuesta vivir en este ícono porteño? El precio por metro cuadrado cotiza en alrededor de US$ 3.000. Actualmente hay a la venta un departamento ubicado en el piso 8, sin vistas a la plaza y de 140 m2, a US$ 430.000: «Es una unidad increíble, en excelente estado. Pero siempre digo lo mismo: el Kavanagh es para entendidos. Porque el barrio es uno de lunes a viernes y otro, los fines de semana, cuando se convierte en un páramo», opinó Lola, de House Inmobiliaria. También hay unidades en alquiler. LJ Ramos posee una de 180 m2, ubicada en el piso 15, con terraza, vistas al río y a la estación, por $ 23.000 más ABL y expensas, otros
Uno de sus vecinos más reconocidos es el abogado Carlos Maslatón, quien vive en lo que se conoce como la proa del edificio y es un fanático del Art Déco: «El Kavanagh no es para cualquiera. Agarrá al tipo que le gusta Puerto Madero, Cañitas, Palermo Hollywood o Soho y el country, y se espanta. No hay estacionamiento, ni SUM, no hay rejas, abrís la puerta y salís a la calle. El Kavanagh es para gente ultra urbana, que le gusta estar cerca del Microcentro, de las oficinas y de los organismos de gobierno; y no predominan las familias tipo, es más bien un recinto de gente rara, artistas, intelectuales, periodistas, profesionales. Tampoco es un edificio de la oligarquía argentina: no es de ricos, tampoco de pobres. Eso sí, todos lo quieren conocer, pero de ahí a vivir es otra cosa», concluye.
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