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El artista sosteniendo su obra Euclides el perro. (Foto: Excélsior)
C iudad Juárez, Chihuahua. 28 de enero de 2016. (RanchoNEWS).- Su galería en Zona Maco lo califica como «el último surrealista mexicano» y casi todos los que lo conocen suelen coincidir en algo: lo tachan de excéntrico. Él prefiere decir que es «de lo más simple» y racional. Pedro Friedeberg se autodefine como un burgués cuadrado y piensa que con el surrealismo ha sucedido lo mismo que con mucho del arte actual: «ahora ya todo el mundo es surrealista, es la globalización del surrealismo, ya cualquier país es surrealista», reporta Luis Carlos Sánchez para Excélsior desde la Ciudad de México.
Friedeberg cumplió 80 años el pasado 11 de enero. Su porte sigue siendo el de un hombre galante, de los de antes, pero al mismo tiempo socarrón, capaz de burlarse de sí mismo. Todo un caballero, pues. Un gentilhombre a la antigüita, que sigue viendo el trabajo diario como su plegaria para empezar el día y que a estas alturas continúa escribiendo cartas que envía por correo tradicional. «Yo no tengo nada moderno, ni siquiera teléfono celular, ni horno de microondas, ni televisión». Mucho menos una computadora».
Frente al artista, autor de la célebre Mano-silla, se encuentra Euclides el perro, una pequeña escultura de plata que ha elaborado para que la casa Tane la exponga en Maco. El galerista Nino Bauti advierte que, si es necesario mover la pieza, debe hacerse con guantes para no imprimirle las huellas. Friedeberg olvida el consejo y está a punto de tocarla, pero antes se detiene espantado: «Usted sí, maestro, usted sí puede», le dice una voz salvadora.
El artista también pide permiso para fumar mientras sucede la charla; el martes, dice, fue un mal día porque lo asaltaron pero hoy, «es un día muy bonito», porque la prensa está en su casa para «hacerme preguntas; mañana no sé cómo será. El otro día cumplí 80 años, a lo mejor me muero mañana de un ataque cardiaco, pero a lo mejor duro otros 20 años».
Si la edad de Friedeberg se contara por el número de objetos que atiborran su casa, sería Matusalén. Hay en sus paredes, sillones, mesas y cuanto rincón existe, evidencia de todo lo que ha trabajado y vivido: cuadros dedicados por Leonora Carrington, Alice Rahón o Bridget Tichenor, que incluso ocupan un lugar detrás de las sillas; decenas de esculturas con sus características manos y pies y una colección infinita, semejante al barroco de sus cuadros, de objetos diversos como pequeñas cerámicas, juguetes, cristales o piezas de ajedrez.
«No, no soy un excéntrico, no, yo soy de lo más burgués, de lo más cuadrado, de lo más racional, de lo más simple, muy simple. Tuve muchos amigos excéntricos, sobre todo Edward James, Leonora Carrington, Guadalupe Amor, Mathias Goeritz, antes se usaba mucho la excentricidad, pero ya pasó de moda, ya es considerada como elitista o como algo extraño; antes todo el mundo quería ser individual, personal, ahora la mayoría de la gente es conformista, la mayoría de la gente pertenece al rebaño de los borregos», dice.
Vacaciones de vida
En el mundo de Friedeberg no queda espacio para la alineación, tampoco para la solemnidad. Esas vacaciones que es la vida, dice, duran «366 días en año bisiesto». Pero eso sí, advierte, «algún día se acaba esa vacación, entonces pasa uno a otra vacación, a lo mejor mucho más tranquila; yo no pienso en eso, yo no soy religioso ni místico, ni lleno de amuletos ni creyente, a mí me educaron de ateo y así me quedé».
Su única oración es el trabajo. «A veces trabajo más de cinco horas, a veces menos, generalmente es más, tengo una disciplina, cuando me levanto luego luego trabajo, ese es como mi rezo, como mi plegaria, mi meditación es mi trabajo, mi terapia».
El problema del arte hoy considera, es que los creadores ya no quieren esforzarse: «Ya no hay arte, a la gente le da flojera crear arte, no entiendo por qué, a lo mejor la gente piensa que ya no queda nada por decir y la fotografía se volvió tan maravillosa y tan sencilla, y los videos y estas cosas, que la gente dejó de dibujar, de pintar y de esculpir, de un modo como se hacía antes».
Friedeberg señala los libros de su alrededor y dice que tiene que volver a leerlos, que no tiene tiempo para perderlo en modernidades: «la computadora me da miedo, esa falta de privacía, todo mundo usa esa cosa que se llama internet, o Facebook, o quién sabe qué cosa, no sé bien a qué se refieren, me recuerda como al libro de (George) Orwell, 1984, que todo mundo sabe lo que estaban haciendo todos los demás. Además, no sé de dónde sacan tanto tiempo para tomarse tantas selfies y mandárselas a todos sus amigos».
Él prefiere seguir escribiendo a mano: «no escribo mucho, dibujo más bien, escribo muchas cartas o tarjetas postales, agradeciendo. Una vez a la semana escribo cinco cartas que las mando por correo y tardan tres meses en llegar; por ejemplo, con el pintor Alan Glass, que es mi pintor favorito, con muchos amigos en Italia, en Inglaterra. Antes me escribía con Leonora Carrington. Yo creo que ella seguramente tampoco usaba la computadora», concluye.
Euclides, un perro de plata
Euclides el perro es en realidad tres esculturas: una, la del propio can partido por la mitad; otra, de los característicos pies que siempre ha elaborado Friedeberg, y una más de su vientre cubiforme basado en la geometría del griego Euclides. El artista afirma que la plata es un material «muy noble, el trabajo con este metal viene de una tradición muy antigua desde el dominio sobre los metales».
Nino Bauti, director creativo de Tane, dice que la pieza forma parte de la serie de arte-objeto iniciada en 1974 por Pedro Leites, quien comenzó una colección de orfebrería pidiendo a artistas y arquitectos que elaboraran piezas escultóricas en plata .925 de pequeño formato, numeradas y firmadas.
La colección incluye obras que hicieron Luis Barragán, Ricardo Legorreta o Leonora Carrington, «hasta los más actuales que serían Jan Hendrix o Friedeberg. En Maco vamos a presentar esta última colaboración, que era muy importante, porque para nosostros es el último exponente de este surrealismo mexicano; para Tane fue muy importante elegirlo».
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