Huberto Batis. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 29 de agosto de 2018. (RanchoNEWS).- Al fin encontré mi otro, me dijo Fernando Benítez con el entusiasmo permanente que lo caracterizaba. «Yo soy un otro», Je suis un autre, ma petite soeur, hermanita. Ante mi desconcierto, Fernando me sopló en voz baja: Huberto… Soy Benítez y soy Batis. Dos descubridores de talentos. Nada qué ver con Octavio. Huberto y yo buscamos lo original, lo distinto, nuevos talentos se encuentren donde se encuentren, sin prejuicios. Mejor si un joven autor contradice mis ideas, mis gustos. Y Huberto es semejante a mí: libres, sin miedos, andamos en busca de lo desconocido. Mándame textos tuyos y de escritores de París. Aquí nos los pirateamos en el Sábado. Si Octavio quiere perder su tiempo en papeleos de derechos de autor o no sé qué, Huberto y yo preferimos publicarlos antes de que otro lo haga mientras enviamos correos para pedir permiso. Entre los dos somos más infalibles en literatura que el Papa en dogmas. Cuando coincidimos, no siempre, gritamos Eureka porque hemos encontrado un ave fénix.
Julieta Campos, Enrique González Pedrero, Berta y José Luis Cuevas habían partido después de la suculenta comida cocinada por la madre del hijo adoptivo de Fernando y su mujer Georgina. Ese mismo día, al anochecer, Benítez me condujo al edificio del Unomásuno. Era la noche del cierre del suplemento cultural. Encontramos a Huberto Batis textualmente sumergido en un sillón frente a una montaña de papel sobre una larga mesa de comedor, donde se amontonaban periódicos, revistas, libros y muchas páginas de escritos enviados por colaboradores y aspirantes a la dicha de la publicación.
El texto de Vilma Fuentes es publicado por La Jornada
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