Mary (1947), de Saul Leiter. (Foto: Cortesía de Gallery Fifty One)
C iudad Juárez, Chihuahua. 21 de agosto de 2018. (RanchoNEWS).- A mediados del siglo pasado, América produjo un pintor con un instinto descomunal para la fotografía. Saul Leiter (Pittsburgh, 1923-2013) trataba los pigmentos como un tema grato de la fotografía, al igual que otros pintores trataron la luz como algo primario de sus telas. Se mudó a Nueva York con la intención de convertirse en artista y comenzó a experimentar con el lenguaje fotográfico en blanco y negro. Consiguió trabajo en las mejores revistas de moda, retrató a celebridades y expuso en galerías y museos. Nunca dejó de pintar, en la trastienda de su estudio, siempre en relativa oscuridad, como si revelara fotos.
En sus instantáneas en color, que tomó durante décadas en las calles cercanas a su apartamento del East Village, se puede captar la destreza de un maestro de la superficie: manchas, empaste, difuminados y una textura abstracta que tiñe de emoción la escena. Una sintaxis cromática que había aprendido de la luminosidad de los cuadros de Bonnard y del expresionismo de quien había sido su mentor, Richard Pousette-Dart. Para Saul Leiter, la realidad era una fotografía. Pero mientras otros fotógrafos se dedicaban a plasmar los «temas», él miraba lo inadvertido, contrayendo lo próximo y lo lejano para provocar nuestro sentido del espacio. Incluso en sus imágenes comerciales para Life, Vogue y Harper’s Bazaar, el motivo principal aparece alejado del centro del encuadre. «Siempre tenía la esperanza de que el resultado pareciese una fotografía antes que una foto de moda», declaró en cierta ocasión.
Ángela Molina reporta para el suplemento Babelia de El País
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