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Futuros aviadores, 1938 , óleo de Aleksandr Deineka incluido en la exposición del artista ruso que se montó en Roma. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua, 3 de mayo 2011. (RanchoNEWS).- Roma. Este sábado concluyó, en el Palacio de las Exposiciones, una interesante retrospectiva realizada en colaboración de la Galería Tret’jakov de Moscú, dedicada al mayor exponente del realismo socialista, el ruso Aleksandr Deineka (1899-1969). Una nota de Alejandra Ortiz Castañares para La Jornada:
Hasta hace poco esa muestra hubiese sido una osadía, considerando la denigración crítica que el movimiento ha sufrido hasta hoy.
Sin embargo, el creciente interés por el arte ruso ha permitido una maduración para su asimilación. Este fenómeno comienza con la caída del régimen soviético, que permitió descubrir el rico patrimonio artístico que había quedado inaccesible por tres cuartos de siglo y ahora ha sido adecuadamente promovido gracias a la capacidad financiera con la que cuenta el país.
Por primera vez el arte ruso penetra en el coleccionismo internacional y ejemplo de ello es Natalia Goncharova, la artista más cotizada del mundo (el cuadro Las flores, de 1912, fue vendido en 10.8 millones de dólares en 2008).
En entrevista con La Jornada, el curador Matteo Lafranconi aclara: «Es la primera muestra que lanza en Occidente a Deineka (exceptuando aquella pionera en Dusseldorf, de 1982, que no tuvo seguimiento), famoso en Rusia, pero poco conocido fuera. El próximo otoño, la Fundación Juan March de Madrid le dedicará una monografía, seguida por Hamburgo, Londres y Estados Unidos. La consideramos como una manera de reparación histórica por haber sido puesta de lado siguiendo el criterio por bloques ideológicos oriente-occidente que correspondía en arte a abstractismo-occidente, realismo-dictaduras socialistas. La respuesta del público fue muy buena, pero la crítica no logra salir del prejuicio de que el arte de propaganda no es arte».
En esta óptica crecen los estudios y las exposiciones de arte ruso que nos serán cada vez más familiares y que en Italia en este 2011 serán particularmente frecuentes por las celebraciones del año cultural Italia-Rusia.
Luminosidad y belleza
Conocer a Deineka es un óptimo «calentamiento» para penetrar en el muy amplio universo del realismo socialista que no puede ser uniformado sino delimitarlo por sus diferencias estilísticas, temáticas, geográficas y temporales, lo cual será abordado en una amplia muestra en octubre en este mismo recinto, junto con la monográfica de la obra fotográfica de Aleksandr Rodãenko.
Lafranconi asevera que «el realismo ruso es distinto del ‘regreso al orden’ de los países occidentales que se repliegan a la tradición en entreguerras. En la URSS prevalecía la noción de que ésta había transformado el mundo, lo cual era una realidad que debía ser celebrada; era ése el modo de afirmar y sentirse modernos».
Deineka es un artista completo que trabajó en muy distintas técnicas, pero su estilo más sincero delata sus orígenes como ilustrador de periódicos y revistas.
La fase de mayor actividad y máximos resultados durante los años 30 del siglo pasado. Los temas principales son el trabajo en la fábrica, el papel de la mujer en la sociedad soviética y la infancia, así como los escasos cuadros dedicados a la guerra y al empeño político, que pierden en efectividad.
Su obra es positiva, del todo lejana a la denuncia social de los muralistas mexicanos y más bien compatible con la serie sobre futbolistas de Ángel Zárraga.
Las grandes dimensiones de las telas son coherentes con la fuerte corporeidad de su mejor obra, cual celebración del ser humano, de su materialidad, de la belleza del cuerpo. Estos cuadros están ocupados por cuerpos atléticos, dinámicos, remarcados apenas con mínimos elementos descriptivos.
Se diría que el blanco es el sello distintivo de Deineka; nunca lo abandona, su compatibilidad es tal que le basta aplicar un toque, por imperceptible que parezca, que personaliza el cuadro, le dona carácter.
La claridad, luminosidad y belleza de sus atmósferas evocan un sol nórdico, ligero, ventilado que acaricia el cenit sin producir siquiera sombras.
El sol de Deienka no violenta los tonos como lo haría el del trópico, mas los silencia y doma, concediéndoles existencia en el instante anterior a desaparecer del todo.
El blanco en Deineka no tiene únicamente una función estética, sino figurada: emite esperanza, redime al espectador aun en los escasos cuadros dramáticos de su producción, hechos durante la Segunda Guerra Mundial. En La defensa de Sebastapol (1942), por ejemplo, el cándido uniforme de los heroicos marineros contrasta con lo oscuro del enemigo alemán en clara alusión a la lucha entre el bien y el mal. El blanco dominante del primer plano lucha también contra los colores violentos del azul y el rojo del fondo, que logra someter.
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