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Trabajos de limpieza en los yacimientos de Nimrud, en 2001. (Foto: AFP)
C iudad Juárez, Chihuahua. 6 de marzo de 2015. (RanchoNEWS).- El viejo esplendor de las ruinas de Nimrud, una de las principales capitales de la civilización asiria citada incluso en la Biblia, ha llegado a su fin. Los bárbaros del autodenominado Estado Islámico han borrado sus últimos vestigios a golpe de maquinaria pesada, según han denunciado el Gobierno iraquí y los jefes tribales de los alrededores. Reporta desde El Cairo para El Mundo Francisco Carrión.
Levantada hace más de 3.000 años, la ciudad de Nimrud -se menciona con el nombre de Calah en el Antiguo Testamento- está situada a orillas del río Tigris a unos 30 kilómetros al sureste de Mosul, la segunda ciudad de Irak, que está en manos yihadistas desde el pasado junio.
Aunque parte de su enorme tesoro fue trasladado hace años al museo de Bagdad o al extranjero, aún conservaba estatuas de 'Lammasu', los inmensos hombre-toro alados con cuerpo de bóvido, alas de águila y testa de hombre que montaban guardia a las puertas de las ciudades o los palacetes de sus reyes. Las figuras son un icono de la civilización asiria que ocupó el norte de la antigua Mesopotamia entre el 1813 a.C. y el 609 a.C.
Según el ministerio de Turismo y Antigüedades iraquí, la destrucción del lugar se produjo este jueves. Miembros del IS emplearon vehículos y maquinaria pesada para arrasar el último legado de Nimrud, que fue capital del imperio Asirio durante un siglo. En su comunicado, el Gobierno no proporcionó detalles sobre el desastre pero pidió una reunión urgente del Consejo de Seguridad de la ONU para avanzar en la protección del patrimonio iraquí ante las acciones del IS (Estado Islámico, por sus siglas en inglés), que siguen «desafiando la voluntad del mundo y los sentimientos de la humanidad». «Irak está en la primer línea de defensa contra el IS», señala la nota.. La directora general de la Unesco, Irina Bokova, ha calificado de «crimen de guerra» la destrucción de Nimrud.
Sepultada por la historia, la ciudad arqueológica volvió a concitar el interés de viajeros y estudiosos occidentales durante el siglo XIX. Desde 1840 los expertos horadaron sus 360 hectáreas de extensión en busca de pesquisas sobre su gloria perdida, desde restos de palacetes a pequeñas estatuas. El hallazgo más formidable fue el bautizado como el «tesoro de Nimrud», una colección de 613 piezas, entre joyas de oro y piedras preciosas, que fueron encontradas en el depósito de un banco iraquí en junio de 2003.
Nimrud -incluido en el listado del Fondo Mundial de Monumentos desde 2002- no escapó al destino que padecieron otros sitios arqueológicos iraquíes. Al creciente abandonado -debido, en parte, al embargo contra Sadam Husein que vetó la entrada de material para su rehabilitación- se sumó desde la invasión estadounidense en 2003 la falta de seguridad, que alimentó el saqueo y el mercado negro de arte. Hace una década el páramo fue testigo de trabajos de rehabilitación y estudio de misiones estadounidenses.
La destrucción de Nimrud se produce justo una semana después de que la organización yihadista se jactara en vídeo de haber despedazado las esculturas asirias del museo de Mosul y varios ejemplares de «Lammasu» de las ruinas de Nínive y Hatra, que se remontan al siglo VII a.C. En los fotogramas, un batallón de barbudos descarga su furia sobre las salas del centro: lanza al suelo los preciados objetos; los desmenuza con mazas y martillos e incluso recurre a taladros mecánicos para hacer trizas las efigies de mayor tamaño.
Sus acciones contra el patrimonio de las zonas bajo su control han desempolvado el horror de los Budas gigantes de Bamiyán dinamitados por los talibanes en 2001. «Musulmanes, los objetos que están detrás de mi son ídolos de pueblos anteriores al nuestro. Los llamados asirios y acadios tenían dioses para la guerra, la lluvia o la agricultura y se aproximaban a ellos a través de ofrendas. (...) El profeta nos ordenó deshacernos de las estatuas y las reliquias tal y como hicieron sus seguidores cuando conquistaron nuevas naciones», explicó en el citado vídeo un miembro de la «hisba», la policía religiosa del IS (Estado Islámico, por sus siglas en inglés).
Los fotogramas que acompañan a su soflama contra la «idolatría» muestran la desolación del museo con los pedazos de las estatuas esparcidos por su suelo. «Cuando dios nos ordena retirarlas y destruirlas la tarea resulta sencilla. Ha llegado la hora y ni siquiera nos importa si cuestan miles de millones de dólares», clamó el yihadista en lo que parece una alusión a las denuncias de que el IS ha financiado su batalla a partir del mercado negro de antigüedades.
«¿Por qué esta destrucción?», dijo a EL MUNDO el activista Rayan al Hadidi, oriundo de Mosul. «El islam llegó a la ciudad hace más de 1.200 años. Los primeros musulmanes jamás tocaron estas estatuas. ¿Por qué ahora el IS comete esta barbarie?», agregó. El patrimonio ha sido uno de los blancos del ideario fundamentalista que el IS ha aplicado a sangre y fuego en los confines de Mosul, escenario desde su llegada de lapidaciones, crucifixiones, ejecuciones sumarias, secuestros y prohibiciones.
Poco después de irrumpir en su callejero, los extremistas derribaron varios santuarios suníes y mezquitas chiíes; arrancaron de las plazas monolitos en recuerdo a artistas nacidos en la ciudad y sustituyeron las cruces de las catedrales caldea y ortodoxa siria por banderas de la organización. El mes pasado, además, sus pistoleros asaltaron la biblioteca pública de Mosul - fundada en 1920 con una notable colección de manuscritos- extirpando de sus estantes todos aquellos libros contrarios a su estrecha interpretación de la religión. «La biblioteca almacenaba tomos de filosofía, geografía, química e historia de Irak. Un ministerio creado por el IS para purgar la biblioteca dictaminó que fueran quemados», aseguró Al Hadidi.
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