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El poeta de 83 años ha sido traducido a medio centenar de idiomas. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 28 de marzo de 2015. (RanchoNEWS).-Austero, sincero y «hasta religioso», como un personaje de Ingrid Bergman en cuya poesía se sentía que Suecia «estaba en él», así fue Tomas Tranströmer, el poeta, Premio Nobel de Literatura 2011, que ayer falleció en su país natal a los 83 años de edad. Una nota de Luis Carlos Sánchez para Excélsior con información de EFE:
Su voz, afirma Homero Aridjis, quien mejor le conoció en México, es una voz «muy autentica, muy personal, muy sincera, que nos habla desde su propio ser». La noticia del deceso, fue confirmada por la Academia Sueca a través de las redes sociales: «Estamos tristes por la pérdida del poeta sueco Tomas Tranströmer, que murió ayer a los 83 años», señaló la institución que otorga el premio de literatura más prestigioso a nivel internacional.
El poeta mexicano recuerda que conoció a Tranströmer en el Festival Internacional de Poesía de Rotterdam, en Holanda; poco después, en 1981, lo invitó a México por primera vez para participar en el primer Festival de Poesía de Morelia a donde llegó acompañado de su esposa Mónica. «Fue la primera vez que los lectores mexicanos tuvieron oportunidad de escucharlo en voz viva y también de leerlo; para él fue un viaje inolvidable por ese Michoacán ahora perdido, que era idílico todavía, por el Lago de Pátzcuaro, por el Lago de Cuitzeo y su estancia en Morelia, para ellos fue un viaje esplendido, al centro de México», rememora Aridjis.
De aquella visita surgió una estrecha amistad que continuó hasta los últimos años. El mexicano recuerda que viajó junto a él a la India, lo encontró en un recital en Nueva York y mantuvo comunicación constante con el sueco a través de cartas, incluso después de 1990, cuando Tranströmer sufrió una apoplejía que le dejo paralizado el costado derecho de su cuerpo.
«Cuando enfermó, siempre me pedía que le mandará desde México obras, piezas para tocar en el piano con una sola mano, con la mano izquierda porque tenía paralizada la derecha. Amaba mucho la música y además de la poesía le gustaba tocar el piano. Yo le mande algunos piezas de órgano porque tuvo la oportunidad cuando vino a México de asistir a representaciones del festival de órgano que se celebraba en Morelia en ese tiempo. Siempre vinculaba a Morelia con la poesía y con la música de órgano, le gustaba mucho la Catedral de Morelia, era para él como una revelación, un recinto muy hermoso», dice el poeta.
Además de poeta, Tranströmer era sicólogo y durante mucho tiempo rehabilitó a delincuentes juveniles. También hizo traducciones literarias al sueco y publicó una autobiografía, Visión de la memoria (1993). «Mi vida. Cuando pienso estas palabras veo frente a mí un rayo de luz. En una aproximación mayor, el rayo de luz tiene la forma de un cometa, con cabeza y cola. La extremidad más intensa, la cabeza, es la infancia y los años de crecimiento. El núcleo, su parte más densa, es la más temprana infancia, en la que los rasgos más importantes de nuestras vidas se definen», escribió.
Aridjis recuerda Bálticos de 1974, «es una especie de autobiografía poética, es de los mejores poemas que se han escrito en el mundo escandinavo. Él era un poeta profundamente sueco, su temática, su lenguaje, su sobriedad, pero también tenía algo muy especial como persona: era un hombre muy austero, muy sincero y hasta religioso.
«Yo traduje algunos poemas suyos que se publicaron en la antología del festival, en 1981, fueron casi de las primeras obras de él que se publicaron en español. Muchos de sus temas fueron paisajes un poco solitarios, iglesias medio frías, lagos, el mar Báltico un poco gris, es una poesía del hombre sueco, del paisaje sueco, transmite el mundo en que creció y en el que ahora ha muerto; cuando uno lo lee, siente que Suecia estaba en él, cuando lo veía se me parecía un personaje de Bergman: un poco solitario, intimo pero también muy moral y auténtico», agrega.
Nacido en 1931 en Estocolmo, debutó en la poesía en 1954 con su libro 17 dikter (17 poemas). Desde entonces, su obra creció continuamente, con sucesivos títulos como Secretos en el camino, Tañidos y huellas o Ver en la oscuridad. Aún antes de recibir el Nobel, la obra de Tranströmer había sido traducida a cerca de 50 idiomas y ya le había valido recibir galardones como el Premio Bonnier para la Poesía, el Premio Neustadt o el Premio Petrarch de Alemania.
Entre sus obras traducidas al español, se encuentran El cielo a medio hacer (Editorial Nórdica) y Para vivos y muertos (Hiperion). Algunos de sus poemas fueron seleccionados también para ser incluidos en la antología Traslaciones. Poetas traductores 1939-1959 que fue publicada por el Fondo de Cultura Económica (FCE), coordinada por Tedi López Mills en 2011.
El libro incluye la participación de 38 traductores que ofrecen un mapa literario en el que se incluyen poemas de Tranströmer como: Gógol, Caprichos, Cuadro del tiempo, Pájaros de la mañana y Casas suecas solitarias.
La distancia del idioma, considera Aridjis, mantuvo un tanto alejado al poeta de los lectores mexicanos, sin embargo «él estuvo muy presente en la poesía mexicana y México estuvo muy presente en él, siempre conservó esa presencia. Su vida no cambió con el Nobel, estuvimos en contacto por carta y como no podía hablar bien la comunicación era con su esposa, pero mantuvimos amistad hasta ahora. Su muerte no sólo es la pérdida de un amigo sino una pérdida personal, de un hermano mayor en la poesía», remata.
CASAS SUECAS SOLITARIAS *
Un desorden de abetos negros
y rayos de luna humeantes.
Aquí yace la choza empotrada
y parece sin vida.
Hasta que el rocío murmure
y un anciano abra
—con mano temblorosa—
la ventana, liberando un búho.
Y en otro lugar lejano
la nueva casa humea
sus sábanas blancas, cual mariposas
flameando al viento
en medio de un bosque agonizante
donde la pudredumbre lee
con gafas de savia
el protocolo de las carcomas.
Verano de lluvias doradas
o una sola nube tormentosa
encima de un perro que ladra.
La semilla da puntapiés en la tierra.
Voces agitadas, caras
galopan por hilos telefónicos
con almas encogidas y rápidas
sobre pantanos kilométricos.
La casa colgada sobre un islote del río
empollando sus cimientos.
Un humo constante —se queman
los papeles secretos del bosque.
La lluvia da vueltas por el cielo.
La luz serpentea en el río.
Sobre la loma las casas vigilan
la cascada de bueyes blancos.
Un otoño con liga de estorninos
tiene el amanecer en jaque.
La gente se mueve con rigidez
en el teatro de luz de las lámparas.
¡Dejadlos sentir sin ansias
las alas engañosas
y la energía de Dios
envuelta en la oscuridad!
* Trad: Homero Aridjis y Pierre Zekeli. Festival Internacional de Poesía en Morelia (1981).
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