«El anillo nunca estuvo a la venta, no voy a lucrar con él. Cualquier recurso que obtuve se fue directamente para la fabricación estética y para mantener los altos estándares que tengo como artista», dijo Jill Magid en la mesa Obra, fetiche, ley, efectuada en el Muac. (Foto: Roberto García Ortiz)
C iudad Juárez, Chihuahua. 28 de abril de 2017. (RanchoNEWS).- En el debate realizado antes de inaugurar la exposición de Jill Magid, Una carta siempre llega a su destino: los archivos Barragán, en el Museo Arte Contemporáneo (Muac) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), César Cervantes, coleccionista, empresario, antiguo colaborador y amigo de la artista estadunidense, dijo a ésta: «De no haber hecho esto a escondidas (la toma de cenizas de Luis Barragán para convertirlas en diamante), de haber procedido éticamente, además de fama, tendrías prestigio». Mónica Mateos-Vega reporta para La Jornada.
Fue entonces cuando del rostro de Jill desapareció la sonrisa que había esbozado cuando llegó al auditorio del recinto y lo vio abarrotado. En primera fila estaban algunos familiares de Luis Barragán, que colaboraron con ella para exhumar las cenizas del arquitecto de la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres, también las personas que se oponen al proyecto, entre ellas Emma Barragán Flores y Adriana Williams, ambas herederas del artista.
Entre un público que la mayor parte del tiempo permaneció atento y con expresiones discretas acerca de los comentarios expuestos, fue notorio un grupo que aplaudía los argumentos en favor de Magid, quien recibió gran ovación al cerrar el debate (titulado Obra, fetiche, ley), cuando reconoció que existe obra firmada por ella que se vende entre 5 mil y 7 mil dólares, que consiste ya sea en un retrato de Luis Barragán u obra de él, tomadas de libros y enmarcadas.
Fue así como enfrentó el obstáculo legal de presentar una fotografía de Barragán, explicó, pues al consultar con un abogado, éste le manifestó que si nada más enmarcaba el libro ya publicado era legal, «entonces, eso es lo que hice. Llamé a mi enmarcador y le dije: ‘por favor, enmárqueme esta foto como si estuviera desprendida de un libro’; sí, lo hice. Es una forma de arte y, sí, lo vendo».
En el intercambio de opiniones participaron, además, Enrique X. de Anda, investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM; Ismael Reyes Retana, abogado y socio de del despacho White & Case; Luis Vega García, catedrático de la Facultad de Derecho de la UNAM, y como moderador Ricardo Raphael de la Madrid, director del Centro Cultural Universitario Tlatelolco de la UNAM, quien fijó las reglas del debate, limitando las participaciones de todos al tiempo que él les indicaba, primero cinco y luego dos minutos por persona.
Fue por ello que De Anda, en nombre de los inconformes, no pudo leer una carta. Medina insistió en que la obra de Jill Magid «está enmarcada en una enorme discusión, que tocó nervios de muchas condiciones, que abre temarios extremadamente complejos, y que la institución lo que debe hacer es trabajar desde ese marco».
No hay estética sin ética
El abogado Ismael Reyes Retana fue contundente al afirmar que en el caso de la exhumación de las cenizas de Luis Barragán, «no hubo ninguna violación a la ley, toda la familia actuó con apego a derecho, y consideró en todo el caso no existen vacíos legales, porque hay más de 10 normas que regulan (la cuestión de la exhumación), lo que se debe hacer es una interpretación armónica y sistemática».
Luis Vega, al recordar que fue el Poder Legislativo de Jalisco, el que emitió el decreto para trasladar los restos de Barragán a la Rotonda de los Jalisicienses Ilustres, se cuestionó si existió disposición jurídica válida que sirviera de fundamento a la apertura de la cripta, nicho y urna mortuoria en la rotonda, «¿se argumentaron las circunstancias y modalidades que motivaban esa apertura?, ¿quién fue la autoridad competente y con qué facultades legales actuó?, ¿se contó con la aprobación del pleno del Congreso del estado que emitió el decreto?»
Cuauhtémoc Medina apuntó que «en lugar de que podamos abordar la complejidad del tema ético, inmediatamente lo judicializamos. La argumentación quiere seguir dando vueltas con insistencia en la pregunta de si (la artista) tiene permisos, si cumplió normas, cuando las acusaciones de ilegalidad se están viniendo abajo»
En este punto, César Cervantes dijo: «No es correcto hablar de que la ilegalidad se está viniendo abajo hasta que no haya una sentencia definitiva, no sé si hay un juicio abierto, pero pudiera haberlo». Añadió que «no hay estética sin ética. La intención (de Magid) pudo haber sido muy buena, pero tolerar la profanación con fines de lucro es tremendamente fuerte. No he escuchado una sola opinión, salvo la de los organizadores, que esté en favor de los alcances que tomó la acción, sin cuestionar los archivos o no.
«Incluso personas que estaban en favor me comentan, sí, pero no debió haber llegado hasta allá. Ese es el punto que nos ocupa. No critico la obra de arte, sino hasta dónde se llegó innecesariamente. Como mexicano y miembro de una comunidad cultural se siente uno agraviado».
Jill Magid dijo que ella es artista y como tal su deber es plantear preguntas. Volvió a explicar que fue la familia la que solicitó las cenizas (a la Rotonda), y luego se las entregaron para que hiciera el anillo; «no es destrucción de las cenizas, es una celebración de la vida de Luis Barragán, es una recreación del legado que nos dejó. Mi obra es un gesto, es una oferta, no es una exigencia (Federica Zanco, directora de la Fundación Barragán en Suiza) puede decir que no».
Respecto de esa pieza que ella titula La propuesta, su autora reiteró: «El anillo nunca estuvo a la venta, no voy a lucrar con él. Cualquier recurso que obtuve se fue directamente para la fabricación estética y para mantener los altos estándares que tengo como artista».
Roberto Morris Bermúdez, representante de los inconformes, repartió al auditorio un cuadernillo de 54 páginas en el que se explican los puntos de vista de ese grupo. Se le cuestionó quién lo financió y dijo que salió de su bolsillo. Fue él también quien al final preguntó a Jill Magid si los retratos de Barragán tomados de libros que se venden en tiendas de arte virtuales estaban efectivamente firmados por ella (como se explicó en estas páginas ayer).
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