La escritora mexicana charló con Excélsior acerca de Fuego 20, su más reciente novela. (Foto: Paola Hidalgo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 14 de abril de 2017. (RanchoNEWS).- Fuego 20 habla de quemarse literalmente, pero también quemarse en el deseo, en el infierno. Por primera vez, en este título recientemente publicado por editorial Era, la escritora Ana García Bergua junta todas sus obsesiones: el deseo, el cuerpo, la muerte, la identidad y el desdoblamiento. Escribe Virginia Bautista. para Excélsior.
«Uno muchos temas que había estado abordando por separado. Hallé un ámbito donde todo se encontraba, todo coincidía, una especie de origen extraño. Después de esto no sé sobre qué voy a escribir», confiesa en entrevista.
La narradora mexicana nacida en 1960 explica que Fuego 20 «empezó como una novela histórica, de identidad, un poco de locura y desdoblamientos y acabó como una novela fantástica», un género que ya ha explorado.
Quien estudió Letras Francesas y Escenografía Teatral en la UNAM agrega que en esta su sexta novela, ambientada en la década de los 80 del siglo pasado, el eje central tiene dos cabezas: el cuerpo y el deseo.
«El cuerpo y el sentirse yo independientemente del cuerpo. Quise jugar un poco con estas dicotomías. Abordo el cuerpo no sólo en el caso de la protagonista Saturnina, que se desdobla en Ángela; sino en el del personaje Arturo, que trabaja en un laboratorio sacando sangre. Además de los cuerpos que desaparecieron en el incendio de la Cineteca Nacional», agrega.
La también cuentista, ensayista y cronista entrega dos historias que corren en paralelo: la de Saturnina, una muchacha ingenua y convencional que decide convertirse en Ángela, atrevida, trepadora y falaz; y la de Arturo, un joven de Xalapa que llega a la capital a estudiar Medicina, pero que ha abandonado su carrera.
«Es el tema del doble, del bien y el mal que traemos todos adentro. Cómo una situación difícil puede desencadenar que surja el mal. No es que ella sea propiamente mala, pero es ambiciosa, deseosa de toda clase de satisfacciones, placeres y lujos. Se vuelve una mujer superficial que refleja un lado muy oscuro, pero real. Hay muchas Ángelas en el mundo», añade.
La autora de las novelas El umbral, Púrpura, Rosas negras, Isla de bobos y La bomba de San José se pregunta además qué pasa después de la muerte, qué es lo que puede hacer un fantasma con su cuerpo y su deseo.
«No me resigno y, como no tengo religión, me invento posibilidades literarias. Propongo que, en calidad de espíritu, las personas siguen paseando por la ciudad, toman camiones, van a las discotecas. Vivir en calidad de espíritu».
La ganadora del Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz en 2013 hurga por primera vez en Fuego 20 en su experiencia de vivir de cerca el incendio de la Cineteca Nacional, ocurrido el 24 de marzo de 1982. Ese día, las instalaciones de la dependencia y su acervo filmográfico fueron destruidos tras las 16 horas que duró el siniestro. A la fecha, el misterio prevalece: se desconocen aún las causas que lo originaron, el número exacto de víctimas y el patrimonio dañado. Se habla de seis mil películas.
«Yo trabajaba ahí. Me tocó todo el lío después: rescatar papeles, trabajar cerca de las ruinas. Nos fuimos dando cuenta de cosas que no estaban saliendo a la luz. Ese gusanito se me quedó y con esta novela fue la manera de sacarlo. Es la primera vez que lo recreo en la ficción. Había pensado hacer otro tipo de libro y finalmente salió novela», narra.
Después de 35 años, García Bergua se cuestiona cuándo se empezó a esconder a los desaparecidos, a los muertos. «Siempre el poder ha luchado por ocultar las cosas, porque no se sepan. Y lo de la Cineteca fue una tragedia, aunque a pequeña escala, y se vivió más como una tragedia cultural que humana, siempre se minimizó, sobre todo porque luego sucedió el terremoto de 1985.
«Hay una pequeña tragedia humana ahí. ¿Qué pasó con la gente fallecida, fueron más de lo que se dijo? En la novela no resuelvo eso, porque es difícil saber. A través de la ficción traté de trabajar en esta inquietud», concluye.
El título de la novela alude también a la calle de Fuego, en Jardines del Pedregal, donde se ubicaba la casa donde Saturnina se transformó en Ángela cuando tenía 20 años de edad.
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