Juno Temple en la Coney Island de Wonder Wheel. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 22 de diciembre de 2017. (RanchoNEWS).- Woody Allen no aparece en ninguna escena de Wonder Wheel. El nuevo filme del cineasta neoyorquino invita a imaginarle como un trasunto de la Mia Farrow de La rosa púrpura del Cairo o del Owen Wilson de Medianoche en París, aunque en lugar de viajar por arte de magia al interior de una película de la RKO o al París de los años 20, esta vez Allen se sumerge en una obra teatral de Tennessee Williams o Arthur Miller. La acción del filme transcurre en un verano de los años 50 del siglo XX en la pintoresca y festiva Coney Island, en el extremo sur de Brooklyn; sin embargo, el espíritu de Wonder Wheel debe buscarse unos años antes, un poco más al norte, en el Broadway de posguerra, donde los dramaturgos del momento despedazaban las leyes del deseo y las migajas del sueño americano. Un ligero desajuste histórico y geográfico que pone de manifiesto el carácter bicéfalo de una película en la que Allen juega con la autobiografía y los préstamos artísticos, con lo vivido y lo soñado. Manu Yáñez Murillo reseña para El Cultural.
Los adeptos al cine del cineasta neoyorquino recordarán aquella memorable escena de Annie Hall en la que Alvy Singer, el más celebrado alter ego de Allen, viajaba al corazón de su infancia, situado en un apartamento de Coney Island desde el que se veía la noria del icónico parque de atracciones del lugar: justamente, el escenario principal de Wonder Wheel. Tirando del hilo biográfico y atendiendo a las similitudes entre las familias disfuncionales de Annie Hall y de la nueva película de Allen, sería tentador proponer un principio de continuidad entre ambos filmes; sin embargo, cabe advertir que las imágenes de Wonder Wheel hablan un lenguaje que se desmarca de ciertas constantes del imaginario ‘alleniano'.
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