Josefina Vicens. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 12 de enero de 2018. (RanchoNEWS).- A tres décadas de su fallecimiento, la obra de Josefina Vicens (1911-1988) espera un rescate editorial que la acerque a nuevos lectores: breve y espaciada —sólo dos títulos en veinticuatro años, además de su trabajo periodístico, sus incursiones al teatro, el cine—, se distingue por concebir la escritura —con cierto paralelo rulfiano— «como necesidad y como imposibilidad», y por plantear sus novelas a partir de personajes masculinos. Presentamos aquí la lectura de una reciente biografía de la autora que apuesta por una documentación inusual, aunada a la recreación imaginaria, acompañada por una de sus crónicas taurinas. El texto es Alejandro Toledo publicado por el suplemento El Cultural de La Razón
Las de Juan Rulfo y Josefina Vicens son, en cierto modo, vidas u obras paralelas. La señal inequívoca que los une es que sus afanes narrativos quedaron concentrados en sólo un par de libros: El Llano en llamas (1953) y Pedro Páramo (1955), en un caso; y El libro vacío (1958) y Los años falsos (1982), en el otro. Ambos merecieron, en los años cincuenta, el Premio Xavier Villaurrutia; y de los dos se esperó en un tiempo que dieran a la imprenta un libro más (el siguiente, que los consolidara como escritores, cuando se piensa en el oficio como una larga carrera, y no precisamente de obstáculos), presión que solían sobrellevar con una copa, o una botella, en la mano. Así hermanados por la crisis creativa los imagina uno, contemplando juntos el abismo (como si lo hecho hasta entonces fuera obra de plumas distintas a las suyas) y preguntándose:
—Oye, Juan, ¿por qué no escribes otro libro?
—Oye, Peque, ¿por qué no escribes otro libro?
Para responder:
—Pues sí, ¿verdad?