La escritora estadounidense es mucho más conocida por sus ensayos, pero el libro, que incluye un cuento nunca editado en castellano, permite tomar el peso a su calidad narrativa. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 23 de enero de 2018. (RanchoNEWS).- «La sala de estar está bien para los ensayos, pero los relatos hay que escribirlos en el dormitorio», decía la escritora estadounidense Susan Sontag (1933-2004), más recordada por sus ensayos que por sus ficciones, estableciendo una división donde la intimidad queda en el campo de maniobras de la narrativa breve. A trece años de la muerte de una de las intelectuales más importantes de la segunda mitad del siglo XX, en febrero llegará a las librerías Declaración. Cuentos reunidos, publicado por Literatura Random House, revisado y prologado por Aurelio Major, que incorpora cuatro nuevas piezas a la edición británica, hasta ahora no recogidas en libro. Los cuentos que se añaden son: «Descripción (de una descripción)» (1984), «El cómico lamento de Píramo y Lisbe» (1990), «Diálogo entre un descendiente de Noé y un pájaro» (1992) y «Un Parsifal» (1991), este último en versión castellana de Carlos Mayor, que aún permanecía inédito en español. La nota es de Silvina Friera para Página/12.
Declaración reúne cuentos de Sontag escritos a lo largo de casi tres décadas. La diversidad de estilos constituye uno de sus mayores atractivos: la alegoría, la parábola, el diario, el cuento autobiográfico, el documental o la escena teatral son algunas de las formas de las que se sirve para atrapar fragmentos de vida y dar respuesta a sus miedos y aflicciones, algo que no podía hacer en el ensayo. Al volumen de relatos Yo, etcétera, publicado en 1978, se añaden piezas posteriores como «Peregrinación», en la que una Sontag adolescente conoce al escritor alemán Thomas Mann (1875-1955) en su casa de Los Ángeles, o «Así vivimos ahora», en el que da cuenta de la devastadora crisis que trajo consigo la irrupción del sida en determinados círculos sociales. Benjamin Taylor, autor del prólogo, plantea que fue una autora de cuentos «esporádica, más que empedernida, y recurrió al género en la medida en que surgían determinadas necesidades expresivas que de otro modo no podían satisfacerse».
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