Su familia fue asesinada y él escapó de Transnistria. Pero en su vasta obra evitó las representaciones gráficas del Holocausto para concentrarse en la humanidad de los perseguidos. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 5 de enero de 2017. (RanchoNEWS).- La ficción permite enfrentar los agujeros negros del silencio que imponen experiencias extremas. «Nuestra memoria es escurridiza y selectiva, conserva lo que tiene a bien conservar», afirma Aharon Appelfeld en la introducción de Historia de una vida. El escritor israelí, sobreviviente del campo de exterminio de Transnistria, adonde fue deportado junto a su padre luego del asesinato de su madre –del que fue testigo–, murió ayer a los 85 años. “Yo estuve en lugares horribles donde asesinaron a personas por el único motivo de que fluía sangre judía en sus venas. Cuando lo vi tenía ocho años y medio. Después de la guerra me pregunté ¿qué ha pasado? ¿Cómo un pueblo culto, como el alemán, asesinó a niños, mujeres, hombres y ancianos solo porque eran judíos? Quise comprender ese absurdo. El horror es imposible de asimilar. Lo único que uno puede hacer es rechazarlo», planteaba el novelista israelí, amigo de Philip Roth, quien lo incluyó como personaje en una de sus novelas, Operación Shylock, publicada en 1993. Silvina Friera escribe para Página/12.
Appelfeld nació el 16 de febrero de 1932 en un pueblo cercano a Czernowitz, una ciudad rumana que hoy está en Ucrania, en el seno de una familia judía. En una entrevista con The Paris Review relató un episodio que le quedó tatuado en el cuerpo, quizá el principal órgano de eso que llamamos memoria. «Estábamos con mi abuela en la granja. Los rumanos y los alemanes vinieron y mataron a mi madre y mi abuela. Era el verano de 1941. Yo tenía 9 años y medio. Ella tenía 31. (...) Estaba enfermo de paperas, y de pronto escuché unos disparos. Mi madre estaba en el patio. Cuando oí los disparos, salté por la ventana. Había un campo de trigo, y salté sobre él (...) Entonces encontré a mi padre. Y los dos fuimos andando hasta Chernovitz. Nos quedamos en el gueto. Luego nos llevaron al campo, y nos separaron. Estaba solo con mujeres y niños. Cada día alguno moría. Escapé del campo. Era en el 41, antes de las vallas electrificadas». Al niño lo adoptó una banda de criminales ucranianos sin saber que era judío. Vivió en los bosques de Ucrania con ladrones y prostitutas, hasta que en 1944, cuando tenía doce años, los rusos liberaron el área donde vivía y se integró al ejército ruso como ayudante de cocina.
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