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Salvador Dalí: La miel es más dulce que la sangre, 1941 (Foto: Archivo)
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iudad Juárez, Chihuahua. 8 de octubre de 2013. (RanchoNEWS).- El Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid inaugura su gran exposición del otoño: El surrealismo y el sueño. Bea Espejo de El Cultural platicó con el comisario José Jiménez, de esta nueva revisión al movimiento de vanguardia.
Sigmund Freud, fundador del psicoanálisis, solía decir que las neurosis estaban causadas por recuerdos y deseos que la mente consciente había suprimido o relegado al inconsciente, y que técnicas como las interpretación de los sueños y la libre asociación de ideas podían liberarlos. Ese fue el caldo de cultivo para un pequeño grupo de artistas e intelectuales surgido 1924 en Francia, en el mismo momento en que Picasso pintaba su conocido Arlequín, Neruda publicaba Veinte poemas de amor y una canción desesperada y Thomas Mann escribía La montaña mágica. Para los surrealistas el universo creativo era sinónimo de alucinación, yuxtaposición e inconsciente. De «automatismo psíquico puro» lo llamó André Breton en el Primer manifiesto surrealista, «(...) un dictado del pensamiento sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral». Las obras de los surrealistas eran producto de la mente inconsciente liberada de ataduras. El arte era sinónimo de libertad.
Sobre ese universo onírico gira esta nueva revisión del movimiento artístico titulada El Surrealismo y el sueño, que se abre hoy en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. Algo más que un movimiento de vanguardia, advierte el comisario, José Jiménez: «Fue una propuesta de liberación profunda y radical del psiquismo. Por ello, el Surrealismo no sólo marcó un nuevo horizonte para el conjunto de las artes, sino que también supuso un cambio importante en la sensibilidad moderna, un cambio similar al que, por ejemplo, produjo el Romanticismo en la primera mitad del siglo XIX. Nada fue igual después de la irrupción y despliegue del Surrealismo, y no pocos de sus planteamientos se han diseminado en usos y expresiones del lenguaje, así como en comportamientos de la vida cotidiana», explica.
Tres años y un día
El trabajo ha sido laborioso. Durante más de tres años ha estado José Jiménez trabajando en la muestra, con el fin de reunir hasta 163 obras de los grandes autores surrealistas: André Breton, Dalí, Paul Delvaux, Yves Tanguy, Miró, René Magritte, André Masson, Jean Arp, Man Ray... Muchas de las obras han sido cedidas por museos, galerías y colecciones todo el mundo, desde la Tate Modern o el Metropolitan de Nueva York. Una colaboración, añade el comisario que «ha sido excelente». Bastantes de ellas dice que viajan por primera vez a España aunque guarda receloso ese dato: «seguro que los visitantes de la muestra encontrarán no pocas sorpresas. Entre ellas, quiero destacar la importancia que las artistas mujeres alcanzaron en el Surrealismo, algo que sucede por vez primera en la historia del arte. La muestra presenta la obra de once artistas mujeres: Claude Cahun, Kay Sage, Nadja, Toyen, Dora Maar, Leonor Fini, Remedios Varo, Dorothea Tanning, Ángeles Santos, fallecida hace sólo unos días, Meret Oppenheim y Leonora Carrington».
De entre todos los artistas de la exposición, con quien dice el comisario que le hubiera gustado manenter una charla larga, una extensa entrevista, hubiera sido con Max Ernst, «un pintor especialísimo, de una competencia técnica maravillosa, y a la vez un hombre sabio, de grandes conocimientos, que tuvo que vivir no pocas situaciones tumultuosas en su vida». Suya es la obra Después de mí, el sueño (1958), procedente del Pompidou de París. La encontramos en una de las ocho secciones en que se estructura la muestra: 1. Los que abrieron las vías (de los sueños); 2. Yo es otro (Variaciones y metamorfosis de la identidad); 3. La conversación infinita (El sueño es la superación de Babel: todas las lenguas hablan entre sí, todos los lenguajes son el mismo); 4. Más allá del bien y del mal (Un mundo donde no rigen ni la moral ni la razón); 5. Donde todo es posible (La omnipotencia, todo es posible en el sueño); 6. El agudo brillo del deseo (La pulsión de eros sin las censuras de la vida consciente); 7. Paisajes de una tierra distinta (Un universo alternativo que, sin embargo, forma parte de lo existente); 8. Turbaciones irresistibles (La pesadilla, la zozobra).
Un itinerario, insiste el comisario, que no es «estrictamente lineal pese a que las secciones se presenten ordenadas, sino más propiamente como una espiral, con toda una serie de ecos implícitos, de reflejos reconocibles, que permiten que el espectador pueda trazar su propia senda surrealista del sueño entrecruzando lo que ve en una sección u otra».
Después de las muchas revisiones que se han hecho ya del Surrealismo, y con la sombra de la exitosa exposición de Dalí en el Reina Sofía hace sólo unos meses, ¿qué nueva mirada al conocido movimiento aporta la exposición?
La tesis fundamental de la muestra es la relevancia central que la representación plástica del sueño tuvo en el periodo histórico del Surrealismo, algo que, a pesar de que se ha dicho en numerosas ocasiones, no había sido hasta ahora planteado en profundidad en una exposición monográfica. Es ésta, por tanto, la primera vez que se organiza una exposición temática sobre el Surrealismo y el sueño, en un plano tanto nacional como internacional. Las obras seleccionadas no son sin más «surrealistas». La exposición intenta hacer ver que el Surrealismo es, propiamente, el primer movimiento artístico «multimedia», en la medida en que se utilizan todos los soportes expresivos posibles, incluyendo el cine, que se presenta, junto a los demás medios, en las salas del museo, con fragmentos de películas en vídeo-instalaciones, además de la programación de un ciclo de cine con la proyección de una selección de películas en su metraje completo.
¿Hay nuevos estudios sobre el sueño asociado al arte?
La atención al sueño sigue plenamente viva y creo que eso se refleja en toda una serie de publicaciones y líneas de investigación cada vez más abiertas y plurales. La atención concreta a la relación entre el sueño y la creación artística se va también abriendo camino poco a poco. Además de nuestra exposición, y en coincidencia con las fechas, el Musée du Luxembourg, en París, presenta una exposición sobre El Renacimiento y el sueño, centrada en las figuras de El Bosco, Veronés y El Greco.
Dulces pesadillas
Del adormecimiento al despertar, pasando por las múltiples visiones y pesadillas asociadas a la ensoñación, esta exposición que agrupa más 80 obras del Renacimiento, plantea lo que mucho tiempo después quitaría el sueño a muchos artistas: ¿cómo representar lo irrepresentable? Lo vemos en otra exposición en Madrid, en la Fundación Juan March, que coincide con esta del Thyssen. Está centrada en los Surrealistas antes del Surrealismo y engloba dibujos, estampas, fotografías y libros desde la Edad Media hasta los años 40 del siglo XX. Una coincidencia, añade José Jiménez, que «indica el interés renovado que el Surrealismo despierta en nuestro tiempo, algo que, en mi opinión, tiene mucho que ver con los paralelismos que se pueden trazar entre la profunda crisis social, política y cultural que se vivió en Europa en los años de despliegue del movimiento y la crisis, igualmente profunda en esas mismas vertientes que vivimos hoy, y ya no sólo en Europa sino en un ámbito global».
¿Vivimos hoy bajo el influjo del Surrealismo? ¿Hay un arte contemporáneo surrealista?
El Surrealismo está en la calle, en el modo de pensar y sentir de los habitantes de las ciudades. Y, desde luego, en el trasfondo de casi todas las prácticas artísticas de nuestro tiempo.
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