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En este libro ilustrado el autor se adentra en la biografía del narrador ‘beat’ y cuenta su apasionado descubrimiento de un literato temperamental que continúa causando escozor (Foto: Cortesía Bernardo Fernández)
C iudad Juárez, Chihuahua. 24 de enero de 2015. (RanchoNEWS).-Todo retrato de William Burroughs contiene necesariamente dos caras: la del potente escritor yonki de la generación beat, poseedor de una escritura llena de energía, y la del desalmado hombre incapaz de establecer un vínculo sentimental verdadero. Reporta desde la ciudad de México para Excélsior Luis Carlos Sánchez.
«Entre más lo conocía menos me agradaba, era un tipo detestable, muy siniestro, pero siempre fascinante», dice Bernardo Fernández Bef (Ciudad de México, 1972), quien ha saldado una cuenta personal pendiente con el escritor irreverente: la de contar a manera de novela gráfica, el trágico episodio que Burroughs protagonizó en México cuando mató a su esposa de un balazo, mientras jugaban al tiro al blanco estilo Guillermo Tell.
Uncle Bill se llama la obra publicada por Sexto Piso y es, a decir del propio autor, el libro más ambicioso que haya escrito: más de 270 páginas en las que Bef se adentra en la biografía del creador de Junkie y cuenta, al mismo tiempo, su apasionado descubrimiento de un autor que continúa causando escozor.
«Me queda claro —dice en entrevista— que Burroughs era un tipo muy difícil en el contacto personal; la primera referencia que tengo de él es de un tipo de trato difícil, distante, huraño, del que prefiero quedarme con la obra, una obra que desde luego nadie calificaría de luminosa, pero que sí se trata de una obra llena de energía que no se ha diluido en 50 años desde la publicación de El almuerzo desnudo (The Naked Lunch) y todas las posteriores».
Bef se ha remontado a los orígenes de una historia que aún hoy resulta espeluznante, pero enormemente atractiva; consultando al menos unas cuatro biografías del autor norteamericano y el célebre trabajo de Jorge García Robles, La bala perdida (1995), así como una larga lista de bibliografía sobre la generación beatnik, ofrece una mirada inédita del viejo Bill.
«Burroughs es una de mis lecturas de juventud que más me obsesionan y me obsesionó por partida doble en el momento que descubrí que había vivido en la misma ciudad que yo; a partir de ese momento estuve interesado en contar la parte mexicana que se ha contado poco, lo ha hecho García Robles, pero desde que él lo hizo ha habido muy poca información», señala.
Bef elabora una doble ruta para contar su historia: por un lado, la del propio escritor beat, desde aquel 1944, cuando en una velada en la que están Jack Kerouac y Allen Ginsberg conoce a Joan, la mujer que después se convertiría en madre de su hijo y que moriría de un balazo disparado por su propio marido.
Esa reconstrucción es alternada con lo que ha titulado Bill & Me. Una historia de amor, donde cuenta cómo en 1990 se enteró de la existencia de William Burroughs a través de la revista de rock Conecte (ya desaparecida) y sobre su búsqueda desesperada por la obra del escritor —especialmente de The Naked Lunch— en una época en la que no existía internet y conseguir un libro agotado era una misión sobrehumana.
«Cuando finalmente di con él fue como encontrar mi piedra filosofal, cuando me topé con esta prosa poética desbordada, llena de imágenes sumamente poderosas, fue una revelación para mí; yo no lo había leído nada parecido a Burroughs hasta ese momento y me voló la cabeza; se convirtió en una lectura que me cambió la vida. Para mí fue como esas cosas que merecen el lugar de un antes y un después», agrega.
Es en ese camino narrativo ilustrado, donde Bef también comparte con sus lectores por primera vez, escenas de su propia vida: «soy poco tirado a lo autobiográfico, yo pretendía inicialmente, aunque después se me salió un poco de control, que fuera la historia de un lector genérico, cualquier lector que se enamora de la obra de un autor y que mantiene una relación emotiva muy estrecha con alguien que nunca va a ver en su vida. Después no logré que se filtrara mucha de mi vida, al final acabó siendo una cosa confesional», cuenta.
México de lejitos
Bef dice que contar la historia de Burroughs sólo desde el punto de vista trágico era la salida más sencilla: «El lado anecdótico lo devora; es un tipo que de entrada es homosexual, en un tiempo en que eso era criminalizado, pero que además es asesino de una mujer y mantiene un aura criminal alrededor de él. Creo que si su obra no fuera lo fuerte que es, hubiera quedado diluida por completo por el personaje».
Cuenta el autor que quiso ver al beatnik desde una óptica más serena: «Era muy tentador apelar a lo morboso, pero quise ser los más frío posible. Burroughs era un hombre con muchas luces y sombras, y sin duda, con la enorme dificultad para vincularse emotivamente con las personas que lo rodeaban. Yo sospecho que tenía cierta patología muy específica, no era normal», sostiene.
A través de los dibujos de Bef se ve a un hombre delgado, librepensador y alocado, que con la fortuna de sus familiares (ellos inventaron la famosa sumadora que vendió millones en Estados Unidos) cultiva mariguana en un rancho de Texas con la intención de convertirse en distribuidor. Su mala fortuna, construida por su adicción a las drogas y los líos con la ley, lo trajeron a México en 1949.
Pero sólo lo hizo para huir: «Tenía un interés muy vago hacia el México prehispánico, como cierta fascinación infantil, pero nunca tuvo ningún interés en la cultura mexicana contemporánea. Hay un capítulo en el que trató de mostrar cuál era el contexto de México en 1949 y aparecen todo tipo de personajes, desde Salvador Novo hasta Cantinflas y al final de estas páginas aparece él diciendo: “así que esto es la Ciudad de México, dónde está la playa”», dice el autor.
«Burroughs pasó como todo turista gringo, sin el menor interés en tener ningún contacto con la cultura local y 40 años después, cuando García Robles hacía su investigación, le preguntó por varios de los personajes de la cultura mexicana contemporánea como Octavio Paz, Novo y no los conocía, eran referencias que no tenía ni le interesaba tener», agrega Bef.
Por el contrario, conoció bien el lado oscuro de México, su ambiente nocturno, sus malévolos personajes —como el abogado Bernabé Jurado, quien le sacaría de prisión— y los tétricos muros del palacio negro de Lecumberri, a donde fue a parar tras dispararle a su esposa el 6 de septiembre de 1951.
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