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El escritor mexicano presenta este miércoles en Madrid París D. F (Galaxia Gutenberg), obra ganadora del Premio Dos Passos a la primera novela. (Foto: Galaxia Gutenberg)
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iudad Juárez, Chihuahua. 14 de enero de 2015. (RanchoNEWS).- Robert Wong (Tampico, México, 1982) lleva diez años escribiendo con regularidad. «Mi caso es atípico», explica. «Los escritores hablan mucho de los libros que los rodearon en su infancia, pero lo cierto es que en mi casa no había libros, sino enciclopedias de esas que se vendían puerta a puerta y que de literatura tenían cero. Realmente yo empecé a leer tebeos durante la adolescencia. Batman, Spiderman, todo eso. Aquello al final eran historias así que supongo que el paso a la literatura fue natural en cuanto tuve por primera vez acceso a una biblioteca». Una nota de Alberto Gordo para El Cultural:
Desde aquel momento hasta hoy, a unas horas de presentar París D. F (Galaxia Gutenberg) en Madrid, han mediado muchas lecturas, algunos poemas, diarios, algún cuento, un par de talleres de escritura y, por último, y por supuesto sin esperarlo, el Premio Dos Passos de primera novela, dotado con 12.000 euros y que este año, su primero, ha elegido el libro de Wong entre más de 1.000 manuscritos originales. Antes de entrar en las peculiaridades del texto, diremos que Roberto Wong vive en Estados Unidos pero, como tantos jóvenes escritores latinoamericanos -Richard Parra, Juan Cárdenas, Rodrigo Hasbún, Carlos Yushimito, etcétera-, escribe sobre su país. Él cita a la escritora mexicana Valeria Luiselli, que vive en Nueva York, y a su novela Los ingrávidos (Sexto Piso), que trata de esta misma realidad. O, del otro lado, a Daniel Alarcón, escritor peruano-estadounidense criado en Alabama que vivió en Perú y que ahora escribe desde Oakland. «Parece que esa deslocalización es una tendencia -reflexiona Wong-, aunque no creo que importe demasiado».
Su novela, por si acaso, transcurre en dos ciudades distintas, aunque solo una es estrictamente pisada por los personajes. La novela transcurre en México D. F, pero sobre todo transcurre en París, aunque nadie va a París en ningún momento. Arturo, el protagonista, trabaja en una farmacia pero sueña con ser poeta y, sobre eso, con irse a la capital de Francia tras los pasos de sus popes literarios. Por esa razón, superponiendo un mapa sobre otro se construye su París en el D. F. «Yo entiendo la literatura como una manera de expandir la realidad y los días. Eso sucede con Arturo: quiere expandir los días porque no le satisface lo que tiene y lo hace a través de París». Wong espera, en los lectores, un aumento de la «sensibilidad» en ese sentido; es decir, que el lector salga de París D. F con la sospecha de que sus días también pueden ser distintos, quizá mejores.
Aunque lo cierto es que no es ésta una novela demasiado optimista. El deseo se presenta aquí como un motor violento de nuestra existencia. La Violencia, lo llaman algunos (así, con mayúsculas), o querer ser lo que uno, lamentablemente, no puede ser. «Esa tendencia a la idealización claro que puede acabar por destruirte», dice Wong, que compara a su personaje, por ese lado, con el Quijote, con sus ridiculeces y sus grandezas. El deseo de irse, de querer ser poeta, nace en Arturo cuando contempla el horror de su día a día. «Es ese horror cotidiano que se filtra en nuestra experiencia y que en México se ve muy claramente», dice Wong. Y añade: «París es una catarsis pero también la manera de rechazar el horror y creer que es posible imaginar otra cosa». ¿Y por qué París, todavía? «Desde el boom, Latinoamérica ha visto allí una meta cultural, mientras Europa, al mismo tiempo, volteaba la mirada a sus culturas originales, como una especie de regreso a lo salvaje. Yo he querido acercarme a esa tradición desde un punto de vista distinto», comenta el escritor, en cuya obra no falta la ironía en torno al asunto.
Wong quiere dejar su artefacto en manos del lector para que éste vea su existencia reflejada. «Los lectores se leen a sí mismos en las novelas, existe ahí un acto de cocreación que sucede en la imaginación», dice el escritor tras cierta lectura algo peregrina del periodista. «El texto al final es una conversación y lo que uno escucha lo proyecta en su mente. Por eso a la gente le decepcionan las adaptaciones cinematográficas de las novelas que ha leído».
Por último, Roberto Wong se interesa por la visión que un lector español tiene de su uso del lenguaje en la novela. No le preocupaba, dice, el equilibrio entre el lenguaje coloquial y el literario, si bien habría que distinguir los diálogos, en donde abundan los modismos y giros típicos del lenguaje de su país, de la voz de los narradores, en donde los guiños son más bien literarios y remiten a algunas de las novelas que el autor de París D.F utiliza como referentes, como Rayuela, de Cortázar; o como Ojerosa y pintada, de Agustín Yáñez; o como Velador de noche soñador de día, de Luis Eduardo Rivera; o como París era una fiesta, de Hemingway; o como algunos poemas del escritor mexicano Ramón López Velarde.
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