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Portada de la revista El Papus, revista satírica y neurasténica del 8 de octubre de 1977. (Foto: EM)
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iudad Juárez, Chihuahua. 12 de enero de 2015. (RanchoNEWS).- En 1977 en España se vivió un atentado similar al sufrido por la revista francesa. El grupo fascista Triple A envió un paquete explosivo a la redacción de la revista satírica El Papus que causó 17 heridos y un muerto, el conserje Joan Peñalver. Inmediatamente se editó un número en solidaridad, con portada de Carlos Giménez, en la que un historietista saludaba al lector bajo al grito de «Ave, César! ¡Los que van a morir te saludan!». En documental en 2011 recordaba que nunca se condenó a nadie por los hechos. Reporta desde Granada para El Mundo José A.Cano.
El episodio lo recuerda brevemente Manel Fontdevila en su historieta dentro del número especial homenaje a Charlie Hebdo que han editado y distribuido de manera gratuita en Orgullo y Satisfacción. No es comparable al destino sufrido por Charb, Cabu, Honoré, Wilinski, Tignous y Bernard Maris, pero Fontdevila ya sabe algo de viñetas controvertidas: fue condenado por injurias junto a su compañero Guillermo por la célebre portada de El Jueves en la que aparecían los actuales reyes, entonces príncipes de Asturias. Él también era el autor de la portada de la discordia sobre la abdicación, presuntamente censurada por RBA, que provocó la ruptura de los principales autores con El Jueves y la creación de su nueva revista.
En nuestro país también admiten como referencia a Charlie Hebdo los impulsores de la revista Mongolia, que acumula varias amenazas de ultras católicos. Por casualidad, en un movimiento previsto desde mucho antes del atentado de París, su número de este mes publica a la dibujante tunecina Nadia Khiari, premio 2014 a la Sátira Política por el Museo Sátira de Lucca, en Italia, y que ha recibido amenazas de muerte en su país de origen.
Latigazos, desapariciones y amenazas de muerte
Existe una organización dedicada a luchar por los derechos de los humoristas gráficos censurados o represaliados, la Cartoonist Right Network International, con sede en los EEUU, que recopila este tipo de caso y trata de ponerles fin. En 2014 reconoció el trabajo de la palestina Majda Shaheen, amenazada de muerte por sus trabajos críticos con Hamas. Otro caso por el que lleva años luchando la CRNI es el de Akram Raslam, humorista sirio que fue detenido por las fuerzas de seguridad de Bashir Al-Assad y cuyo final es incierto. Se especula con su muerte, aunque no existen datos contrastados.
Dos años antes, en 2011, su compatriota Ali Farzat fue secuestrado y torturado por un grupo de encapuchados, presuntamente relacionados con las fuerzas de seguridad, que le rompieron la mano izquierda -es zurdo y dibuja con ella-. En Irán, los dibujantes Nikahan Kowsar y Mana Neyestani se exiliaron tras recibir amenazas de muerte en 2003 y 2006. En 2012, Mahmoud Shokraiyeh fue sentenciado a 25 latigazos por burlarse de un diputado de la ciudad de Arak, aunque se le conmutaron por una multa.
No mucho más amigable para los humoristas gráficos es Venezuela, donde dibujantes como Mario Pinilla, que colabora con los populares diarios La Voz y La Región y publica habitualmente en la revista Clímax, han denunciado amenazas de muerte repetidas. Su colega Rayma vio como su dirección y otros datos personales eran publicados en internet tras publicar varias viñetas muy críticas con el gobierno de Maduro. En 2009 el dibujante mexicano Mario Robles recibió una paliza por parte de militantes del PRI por sus críticas al gobernador de la provincia de Oaxaca.
Tampoco en Francia los autores de Charlie Hebdo eran los únicos amenazados. El también humorista Tronchet, autor de ¡Jesús! y ¡Jesús vuelve!, parodias de Jesús de Nazaret, ha recibido amenazas de muerte de grupos ultracatólicos. En cuanto a René Petillon, las aventuras del torpe detective Jack Palmer le han servido para ganarse del terrorismo corso, por El archivo corso, y el extremismo islamista, por El caso del velo.
En las cárceles de los dictadores
La historia del cómic no está libre de casos de este tipo. Josep Escobar, autor de Zipi y Zape y del, para sus tiempos, muy ácido Carpanta, pisó las cárceles de Franco por su pasado anarquista. También lo hizo Víctor Mora, guionista y creador del Capitán Trueno. Ya puestos, incluso estuvo en la cárcel Hergé, autor de Tintín, acusado de colaboracionismo con la ocupación nazi de Bélgica, y eso que la invasión sirvió para que le censuras en Tintín en el país del oro negro, que acabó ambientando en el ficticio emirato de Khemed en lugar de en el conflicto árabe-israelí.
Uno de los casos más célebres de grandes de la historieta represaliados por dictaduras es el de Héctor Germán Oesterheld. El célebre escritor argentino, guionista de El Eternauta y Mort Cinder, desapareció en 1977, mientras escribía El Eternauta 2 y tras sus cuatro hijas, todas ellas militantes de los Montoneros y víctimas de la dictadura de Videla. Las circunstancias de su muerte, en algún momento de 1978, no están claras, aunque hay testimonios de otros presos que lo conocieron durante su cautiverio.
El miedo al sentido del humor o al talento desatado de los genios no es privativo de un solo tipo de totalitarismo y recorre diferentes países y civilizaciones. Probablemente, y por desgracia, la tragedia de París o casos como el de Akram Raslam no serán los últimos. Sin embargo, y por ingenuo que suene, el resultado de cada atropello para la libertad acaba siendo que nuevos autores recojan el testigo. Lo avisan también los de Orgullo y Satisfacción en su sátira-homenaje: «en España hace 40 años, meterse con el cristianismo costaba la cárcel o una bomba». Ahora se queda en el clásico «con Mahoma no hay huevos».
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