Redes neurales. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 14 de septiembre de 2018. (RanchoNEWS).- Tuve el placer de asistir a Huellas del Crimen, el Festival Internacional de Novela Negra que se celebra en un recinto inesperado de San Luis Potosí. Una inmensa prisión ha sido transformada en un Centro de las Artes. ¿Es posible sentir una esperanza razonable en nuestras capacidades de organización social, que nos permiten transformar un entorno de reclusión en un espacio público dedicado a la cultura? Esta transformación arquitectónica tiene un poder metafórico que no es despreciable.
La sociedad debe renovar esfuerzos para generar equidad y justicia, para reducir la violencia que atormenta no sólo a México, sino al territorio que va de Brasil a Venezuela y Colombia, y que también abarca una gran parte de Centroamérica. ¿Es posible mencionar alguna cifra para imaginar la magnitud de los factores sociales implicados en la conducta criminal? Según la Organización de las Naciones Unidas, en Japón se presentaron 0.28 asesinatos por cada 100 mil habitantes durante el año 2016 (es decir, la tasa de homicidio anual fue de 0.28). En España, ese año la tasa de homicidio fue de 0.69; en Estados Unidos fue de 5.35; en México fue de 19.26; Brasil alcanzó 29.53, Venezuela se ubicó en 56.33 y la peor cifra corresponde a El Salvador: 82.84. Aunque la tasa de homicidio no es más que una aproximación para medir la violencia, la gigantesca diferencia entre Japón y El Salvador es útil para entender la magnitud de los determinantes sociales. Pero aun en la utopía social mejor construida habría individuos dispuestos a abusar de los derechos de los demás, a cometer crímenes violentos y a disfrutar el sufrimiento ajeno.
El texto de Jesús Ramírez-Bermudez es publicado por el suplemento El Cultural de La Razón
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