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sábado, junio 29, 2013

Cine / España: Katharine Hepburn, diez años sin el icono del cine

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Un retrato de la actriz, fumando sobre un sillón orejero. (Foto: Alfred Eisenstaedt) 

C iudad Juárez, Chihuahua. 29 de junio de 2013. (RanchoNEWS).- Fue la gran dama del cine y una mujer independiente como pocas. Interpretó a María Estuardo o a Leonor de Aquitania, pero hoy, diez años después de su muerte, a Katharine Hepburn se le recuerda por comedias como La fiera de mi niña o Historias de Filadelfia. Una nota de Alicia García de Francisco para la agencia EFE:

Su relación con Spencer Tracy, casado y católico, en un Hollywood puritano no le impidieron desarrollar una de las carreras más brillantes de la historia del cine.

Cuatro Oscar –la única en conseguirlos– de 12 nominaciones, todas ellas como protagonista, dos Bafta del cine británico, premios de interpretación en Cannes y Venecia y muchos otros reconocimientos al trabajo de la estrella femenina más importante de los primeros cien años del cine norteamericano, a juicio del American Film Institute.

De una familia de clase alta de Connecticut, Katharine Houghton Hepburn (1907-2003) se crió en un ambiente mucho más libre de lo habitual en la América de las primeras décadas del siglo XX, con una madre sufragista muy activa en política, que le ayudó a valorar su independencia y a expresar sus opiniones.

Una infancia feliz rota por el suicidio de su hermano Tom cuando tenía 14 años, un hecho que la marcó profundamente, aumentó su ya enorme timidez, pero que al mismo tiempo la fortaleció y la hizo refugiarse en una ironía y sarcasmo que se convertirían en dos de los principales rasgos de su personalidad.

Una personalidad muy marcada, tanto que le tachaban de arrogante y de altiva, algo que a la actriz no parecía importarle lo más mínimo. «Los enemigos son muy estimulantes», dijo en más de una ocasión

Porque, si algo caracterizaba a la «diosa», un apelativo usado a menudo para referirse a ella, era esa independencia y esa falta de interés por los comentarios de los demás.

Divorciada, mantuvo varias relaciones con hombres tan conocidos como John Ford o Howard Hughes antes de protagonizar uno de los escándalos más sonados de la época al unirse a Spencer Tracy. Pasarían juntos 25 años, hasta la muerte del actor en 1967 y en ningún momento él se divorció ni ella se lo pidió.

«Tracy nunca me dijo que me quería. Si lo dijo, no me acuerdo, aunque siempre fui reacia a creerlo. Vivimos de una forma muy abierta, nunca me molestó tener una relación con un hombre casado y tanto su mujer como yo vivimos ignorándolo mutuamente», afirmó la actriz en una entrevista con la periodista Bárbara Walters. Una declaración que resumía la vida de una mujer con un estilo propio tanto dentro como fuera de la pantalla.

Vestida siempre con pantalones, su imagen era tan masculina que destilaba feminidad y era sofisticada hasta límites insospechados, lo que hizo de ella, sin pretenderlo, un icono de la modernidad y de la moda.

En la misma entrevista con Walters, la periodista le preguntó si no tenía ninguna falda, a lo que Hepburn, sin pestañear, contestó: «Tengo una, señora Walters. La llevaré en su funeral».

Inteligente y de lengua afilada, Hepburn se mantuvo siempre al margen de la vida de Hollywood y tuvo una vida que ella misma calificaba de «afortunada y feliz».

Y a ellos contribuyó una profesión en la que siempre se sintió cómoda, rodeada de una libertad difícil de encontrar en una estructura de vida más tradicional. Medio centenar de películas componen una carrera que se prolongó de 1932 a 1994 y en la que también hubo espacio para grandes obras de teatro que la consagraron como una de las más grandes actrices de todos los tiempos.

Su primer Óscar llegó muy pronto por Gloria de un día (Morning Glory, 1933), un premio que se repetiría en 1968 por Adivina quién viene esta noche, en 1969 por El león en invierno y en 1982 por En el estanque dorado. Cuatro grandes trabajos pero que no están entre los más populares de la actriz.

Sus comedias con Cary Grant –La fiera de mi niña (1938) o Historias de Filadelfia (1940)– se emiten sin parar en las televisiones, cosechando el mismo éxito que en la época de su estreno.

Así como las numerosas colaboraciones que realizó en el cine con Spencer Tracy, como La mujer del año (1942), La costilla de Adán (1949), La impetuosa (1952) o Su otra esposa (1957).

Pero si hay una imagen que está en las retinas de los espectadores es el de la temperamental y al mismo tiempo frágil Rose Sayer de La reina de África (1951), una historia de amor y aventuras en la que hizo de inolvidable pareja de Humphrey Bogart.

Un personaje en el que la actriz dio lo mejor de sí misma, como lo haría años después en En el estanque dorado (1981), formando otra pareja de ensueño, esta vez con Henry Fonda.

Una carrera llena de momentos gloriosos –pese a que en algún momento se le consideró «un veneno para la taquilla»– y una vida plena. «No lamento nada de lo que he hecho. Lo disfruté en cada momento».



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