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Enrique González Rojo y Arturo González Cosío durante la charla que sostuvieron en la Casa Rafael Galván de la Universidad Autónoma Metropolitana (Foto: Francisco Olvera)
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iudad Juárez, Chihuahua. 22 de junio de 2013. (RanchoNEWS).- Al principio de los años 50 del siglo pasado, se reunieron cinco amigos para fundar el poeticismo. Eran cinco adolescentes: Enrique González Rojo Arthur, Arturo González Cosío, Eduardo Lizalde, David Orozco Romo y Marco Antonio Montes de Oca. Una nota de Ericka Montaño Garfias para La Jornada:
«Nos preocupábamos por tres cosas: hacer poesía, reflexionar sobre ella y emprender nuevas formas de vida», dijo el poeta y filósofo González Rojo en una noche de recuerdos, anécdotas y reflexiones sobre ese movimiento tan poco estudiado de la literatura mexicana
Este diálogo acerca del poeticismo, en el que participaron González Rojo y González Cosío, se realizó la noche del jueves en Casa Rafael Galván de la Universidad Autónoma Metropolitana, en la colonia Roma.
Sonetos en lenguaje gañeñe
Los poeticistas crearon un lenguaje, el gañeñe, «que era algo más que un asedio al inconsciente como en el automatismo de los surrealistas. Era algo más, porque no se utilizaban las palabra de manera caótica, onírica, sino se inventaban. Inventábamos palabras y hablábamos en gañeñe, hacíamos sonetos, tercetos», añadió González Rojo.
Además, aseveró, «escribimos tres documentos: uno que se llamó Prolegómenos a la teoría poeticista, después Teoría poeticista y a esos dos les dimos el nombre de Mamotreto. El tercer documento fue el Manifiesto del poeticismo».
Ese manifiesto lo firmamos en octubre de 1954, pero se perdió. Desapareció el documento, así como el grupo, recordó a su vez el poeta, filósofo y políticoArturo González Cosío.
Uno de los puntos sobre las íes que adelantó González Rojo al inicio de la charla fue que los poeticistas no formaron parte de la vanguardia. «Somos una reacción contra la vanguardia y contra el surrealismo, porque si éste ponía el acento en la contradicción, lo onírico, nosotros hablábamos de una irrealidad atemperada. Nos encantaba el desorden, pero queríamos buscar un nuevo realismo y, por tanto, una nueva simbolización. Y aunque de todos nosotros ya ninguno se llama o considera poeticista, siento que todos llevamos una impronta, cierta huella del poeticismo.
«El que reaccionó de manera más violenta contra su origen fue Eduardo Lizalde y a inicios de los 80 escribió Autobiografía de un fracaso, donde decía que la corriente poeticista había sido una desviación que no aportaba nada al desarrollo poético de los integrantes de la corriente».
Libertad y razón
Enrique González Rojo trató el tema en el libro Reflexiones sobre la poesía, escrito años después. «Intentábamos proponer algo. En mi libro se planteaba que el poeta y crítico debería fundar su obra creativa en la originalidad, la complejidad y la claridad, aunque ahora no estoy de acuerdo con esos conceptos.»
En el poeticismo «había un intento racionalizador y algo extraordinario: un deseo de libertad extremo, pero libertad articulada por la razón, la libertad extremada. Hacíamos barbaridades, pero todas tenían un sentido, no era escritura automática, era la idea de que la razón debe conducir a la libertad.»
Se buscaba también exponer «los principios elementales de una lógica de la poesía, pero no intentábamos sustituir a la poesía por la reflexión de la poesía. Por eso decía, si es que existe una lógica poética al poeta no le es necesario o no le ha sido necesario saber de ello, ya que su musa le permite no sólo cantar sino a veces hacerlo de modo maravilloso e inolvidable.
«Entrevimos la lógica de la poesía, la vislumbramos y no volvimos a trabajar sobre ello», explicó González Rojo.
Y finalizó: «Creo que la corriente poeticista no abortó, pero duramos tres o cuatro años juntos y después todos dejamos de ser poeticistas. A pesar de dejar de serlo, las investigaciones y los poemas que creamos en esa época dejaron una huella en nosotros, pero ahora hay un despertar, la curiosidad de ciertos jóvenes que se dedican a analizar esto. Es posible que se tome en cuenta a la larga la teoría poeticista, que a diferencia de las otras, reflexionaba y vivía con esa libertad.»
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