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Tras una dura infancia, su familia subsistió dos semanas con las 50.000 liras de Quo vadis (Foto: Archivo)
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iudad Juárez, Chihuahua. 10 de septiembre de 2014. (RanchoNEWS).-A punto de cumplir los 80 años, el gran mito erótico del cine europeo se confiesa en sus memorias que aparecen hoy en Italia. Fue cortejada por las estrellas de Hollywood, pero se casó con el productor Carlo Ponti, que le doblaba en edad. Tras una infancia marcada por la miseria, la actriz italiana se mantuvo en lo más alto durante muchas décadas. Una nota de Irene Hernández Velasco para El Mundo:
La suya es una vida de puro cine. Arranca con las penurias de la II Guerra Mundial, la pobreza, el hambre y el sufrimiento, como en una buena película del neorrealismo italiano. Pero luego todo eso se transforma en fama, encanto y éxito, al estilo de esas viejas superproducciones americanas. Hablamos de la italiana más universal, de una actriz tan conocida como la pizza y considerada tan hermosa como la diosa Venus (en 2006, a sus nada menos que 76 años, un sondeo la proclamo la mujer más bella del mundo y ahora acaba de ser nombrada Miss Italia ad honorem). Hablamos de Sophia Loren.
La diva por excelencia del cine italiano, la primera interprete de habla no inglesa en ganar un Oscar a la mejor actriz, cumplirá ahí donde la tienen 80 magníficos años el próximo día 20 de este mismo mes. Y para celebrarlo ha decidido publicar su autobiografía. Lleva por título Ayer, hoy, mañana, como el filme de Vittorio de Sica que protagonizó junto a Marcello Mastroianni y que incluye el famoso strip-tease que luego Robert Altman recrearía 30 años después en Prêt-à-Porter. El libro sale hoy a la venta simultáneamente en varios países, en lo que constituye la demostración definitiva de la globalidad del fenómeno Loren: Italia, Brasil, Bulgaria, Francia, Alemania, Holanda y Rusia. En España debutará el 13 de noviembre (Lumen). Y el 4 de diciembre desembarcará en las librerías de Estados Unidos, Gran Bretaña y Canadá. Incluye 64 páginas de fotografías y documentos personales.
«Existen muchas biografías no autorizadas, algunas repletas de cosas que no son ciertas», aseguraba recientemente la actriz al justificar la publicación de sus memorias. «Al llegar a este importante cumpleaños he pensado que podía valer la pena poner las cosas en su sitio y contárselas al público directamente, sin filtros. Finalmente soy yo en primera persona la que cuenta mi vida».
Fue el hallazgo de una vieja caja repleta de cartas amarillentas y fotografías descoloridas el detonante que hizo estallar en la cabeza de Sophia la chispa de poner en negro sobre blanco el relato de su vida. En esa caja había, entre otros papeles, la epístola que con su vacilante caligrafía infantil le escribió cuando tenía nueve añitos a su abuela paterna al día siguiente de hacer la primera comunión.
«Querida abuela: ayer recibí tu carta con el cheque de 300 liras. Te agradezco mucho que te hayas interesado por mí y, como no puedo escribir personalmente a papá porque no sé su dirección, te pido que por favor le des las gracias por el dinero que me ha enviado».
La carta en cuestión, como en realidad todo el libro, deja palmariamente clara la complicada y muy freudiana relación que Sofia Scicolone (lo del Sophia con h y lo del Loren vendrían mucho después) siempre ha mantenido con su progenitor. La actriz nació en 1934 en Roma, en la categoría administrativa dedicada a las madres adolescentes, y fue lo que entonces, para escándalo de muchos, se llamaba una hija ilegítima. Su padre, un tal Riccardo Scicolone, accedió a darle su apellido, pero no sólo se negó en redondo a casarse con su madre sino que ni siquiera accedió a reconocer a la segunda hija que tuvo con ella. De hecho, hasta los cinco años, la actriz creció convencida de que su abuelo materno era su padre. Llamaba a su abuelo papá, a su abuela, mamá y a su madre -una napolitana joven y guapa- mamita.
«Rezaba a Dios para que mi madre no viniese a buscarme al colegio: su belleza exagerada me hacía sentir vergüenza. Era demasiado rubia, demasiado alta y, sobre todo, no estaba casada. Yo en cambio era morena y delgadísima. Me llamaban palillo», recuerda ahora la actriz.
Pero esa madre tan exótica y alejada de los estereotipos de la que se abochornaba Sofia («Yo soñaba una madre normal, con el pelo oscuro, una bata gastada, las manos ajadas y los ojos cansados») resultó sin embargo decisiva en la carrera artística de la niña. Esa mujer, Romilda Villani, había acariciado el sueño de convertirse un día en estrella del celuloide, pero la fantasía se había desvanecido al convertirse en madre soltera y verse obligada a sacar adelante a la familia.
Sin embargo Romilda Villani no estaba dispuesta a que sus hijas también perdieran el tren del espectáculo, así que se volcó con ellas, animándolas a presentarse a pruebas y concursos y acompañándolas de aquí a allá. Con 14 años Sofia fue elegida Princesa del Mar. Con 15 participó en el concurso de Miss Italia. Y con 16 se plantó con su madre en Roma, en los estudios de Cinecittà, para ver si le daban un papelito de relleno en Quo vadis.
-¿Es su primera vez en Cineccità?, le preguntó en inglés con acento americano el director Mervyn LeRoy.
-Yes, respondió la Loren.
-¿Ha leído Quo vadis?
-Yes.
-¿Cuántos años tiene?
-Yes.
-¿Cómo se llama?
-Yes.
A Leroy le hizo gracia la chica y le dio un pequeño papel. «Miraba con los ojos desorbitados a Robert Taylor y a Deborah Kerr. Sólo poder respirar su mismo aire me parecía un sueño. Pero las rosas tiene espinas, y la parte mala aún tenía que llegar», escribe la actriz. Cuando desde el departamento de administración dijeron por megafonía su apellido -«Scicolone»- a la llamada se presentó ella y otra persona: la mujer de su padre. «No recuerdo bien la dinámica de los hechos, pero nunca he podido olvidar el dolor profundo que sentí en ese momento. Yo era poco más que una niña y no me interesaban las intrigas de los mayores. ¿Y para qué quería yo un apellido sin el afecto del hombre que lo llevaba? Había crecido sin él, y nada en el mundo me lo podía devolver. La mujer de mi padre se puso furiosa. Mi madre me defendió como pudo. Y el verdadero culpable, como siempre, ¡estaba ausente!».
50.000 liras de las de entonces (unos 800 euros de los de hoy día) le pagaron a la Loren por aquel papel. Gracias a ese dinero, la familia pudo comer durante dos semanas. Algo fundamental para alguien que de niña pasó tantas penurias que se tragaba los huesos de los albaricoques para tratar de llenar como fuera la barriga y engañar así al hambre, según le confesó hace unos años a su amiga la periodista Silvana Giacobini, autora de la biografía autorizada Sophia Loren: una vida de novela.
Como es normal en alguien que ha sentido pinchazos de dolor en el estómago a causa del hambre, la actriz siempre ha mantenido una relación muy particular con la comida. La prueba está en aquel 9 de abril de 1962 en que era candidata al Oscar a la mejor actriz por su papel en la película de Vittorio De Sica La Ciocciaria (Dos mujeres) y decidió no acudir a la ceremonia que se celebraba en Los Ángeles. «Si hubiera perdido me habría desmayado. Y si hubiera ganado me habría desmayado igualmente», ha confesado en alguna ocasión. Mientras esperaba nerviosa en su casa romana el resultado de la votación, se le ocurrió el modo de meter en cintura al pánico. «Me vino una iluminación. La salsa de tomate, justo, la salsa de tomate. ¡Qué boba no haberlo pensado antes! En la cocina me sentía segura, podría distraerme de ese ansia que no conseguía aplacar. Me puse a picar cebolla, entre otras cosas para ocultar las lágrimas que me caían, e inmediatamente me sentí mejor».
A las 6.39 de la mañana Cary Grant la llamó para darle la noticia: había ganado. El mismo Cary Grant que le había propuesto casarse con él y a quien ella rechazó. «Tuve mis dudas, pero yo ya aspiraba a crear una familia con Carlo Ponti, con quien entonces mantenía una relación secreta», ha confesado estos días en una de las poquísimas entrevistas que concede. Al final, se salió con la suya y creó una familia con Ponti, y eso que le costó: en dos ocasiones perdió al hijo que esperaba. «Tienes buenas caderas, pero no tendrás jamás un hijo», le soltó un ginecólogo. Sin embargo, con la ayuda inestimable de un médico de Ginebra logró traer dos retoños al mundo.
No es necesario recurrir a un psiquiatra vienés para entender que fue precisamente la figura paterna lo que le atrajo de Carlo Ponti. Cuando se conocieron, ella tenía 17 primaveras, el productor estaba casado (nada menos que con la hija de un general), tenía dos hijos y le sacaba 22 años. Así que podía ser su padre. Además la trataba con delicadeza, la aconsejaba, la animaba a estudiar, como soñaba que habría hecho el padre que nunca tuvo.
Entre los documentos inéditos que se incluyen en el libro, hay por ejemplo una fotografía que muestra a una jovencísima Sophia Loren sentada, mientras que Carlo Ponti le acaricia tiernamente la cabeza. La foto fue tomada durante el rodaje de La mujer del río (1955). «Fue durante ese rodaje que comprendimos que estábamos enamorados», señala. «Siendo mayor que yo, y más allá del amor, representaba el padre que nunca he tenido», admite.
Pero, en la pacata y muy pía Italia de entonces en la que no existía el divorcio, la relación de Sophia Loren con Ponti fue un escándalo. En un intento por formalizar su relación, en 1957 la pareja contrajo matrimonio civil en México. Pero no cambió nada. A ojos de la República Italiana y de la Iglesia, Ponti seguía casado con su primera esposa y la Loren no era más que su «concubina». El Osservatore Romano, el periódico oficial de la Santa Sede, llegó a hablar de excomunión e incluso condenó la decisión de la actriz de donar sangre al considerar que la que corría por sus venas no era pura. La cosa llegó hasta el extremo de que una devota ama de casa milanesa, una tal Luisa Brambilla, decidió llevar a la pareja de pecadores ante los tribunales acusándoles de un delito de bigamia. Para evitar ser juzgados (y probablemente condenados), Loren y Ponti se vieron obligados a abandonar Italia.
Sólo en 1966 lograron convertirse en marido y mujer, en una ceremonia civil celebrada en París. Anteriormente, y para que el matrimonio tuviera validez legal, Carlo Ponti se vio obligado a obtener la ciudadanía francesa.
Con quien la Loren sí que no se anduvo con tonterías fue con Marlon Brando, a quien le paró secamente los pies cuando trató de meterla mano. «Le miré y con calma, mucha calma, le solté: 'Ni se te ocurra. No tienes ni idea de cómo puedo reaccionar: debes tenerme miedo'».
El hombre de su vida, como queda claro en su autobiografía, ha sido Carlo Ponti. Y eso que, al no existir en la Italia de entonces el divorcio, durante años tuvo que aguantar escarnios y ofensas.
Al margen, por supuesto, está Marcello, Marcello Mastroianni, el actor/amigo junto al que protagonizó 12 películas memorables. Ella tenía 20 años y el 30 cuando hicieron juntos el primer filme; el último con 60 y 70 inviernos, respectivamente... «La química era tan palpable que la gente se preguntaba si había algo entre nosotros. La respuesta es no».
Eso en lo que se refiere al ayer. Hoy Sophia Loren es una señora a punto de cumplir 80 espléndidos años, con 80 películas a sus espaldas, dos premios Oscar (el segundo, en 1991, en reconocimiento a su carrera), que ha trabajado con los más grandes del cine (Alberto Sordi, Marcello Mastroianni, Vittorio De Sica, Frank Sinatra, Cary Grant, John Wayne, William Golden, Anthony Quinn, Peter Sellers y un largo etcétera) y que que asegura «sentir todavía el frenesí de vivir». Se ha reciclado en el papel de dama/estrella: inaugura barcos de crucero, hace publicidad de una marca de jamón, publica libros de recetas, acude a actos públicos, se la rifan los estilistas de moda, se muestra siempre perfectamente vestida, perfectamente maquillada y perfectamente peinada en público...
Nada que ver con la otra sex symbol de su época, Brigitte Bardot, quien el día 28 de este mismo mes también cumplirá 80 años. «No me importa nada mi cumpleaños», ha soltado recientemente BB. «Miro mis viejas fotos y pienso que esa chica tan mona no soy yo. Mi vida hoy es otra», asegura la francesa, que viste siempre de riguroso negro, siempre con pantalones, con el pelo recogido en un desaliñado moño y que en ocasiones, y a causa de la arrtitis que sufre, se ayuda de un bastón para caminar.
La Loren, por su parte, ya ha hecho saber que celebrará su cumpleaños en privado. «Lo festejaré como siempre: con las personas a las que quiero, con mi familia». Al fin y al cabo, y como buena napolitana, siempre ha declarado que de lo más orgullosa que se siente es de su familia.
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