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Un hombre camina por una de las salas del Museo Nacional de Irak, en Bagdad, el domingo anterior, cuando fue reabierto al público. En contraste con este hecho, integrantes del grupo Estado Islámico difundieron el pasado jueves imágenes que muestran cómo destruyeron bienes culturales de valor incalculable en Mosul. Un yihadista indicó ante la cámara que destrozaban estatuas, con martillos neumáticos, porque favorecían la idolatría. (Foto: Ap)
C iudad Juárez, Chihuahua. 4 de marzo de 2015. (RanchoNEWS).- La reapertura en Bagdad del Museo Nacional ha llenado de orgullo a los iraquíes, privados del tesoro de su patrimonio desde hace 12 años y marcados por las destrucciones recientes de esculturas preislámicas a manos de los yihadistas en Mosul. Reporta AFP desde Bagdad.
En respuesta a los actos del grupo yihadista Estado Islámico (EI), que hizo añicos varias obras del rico patrimonio antiguo iraquí con ayuda de buriles y martillos neumáticos, las autoridades iraquíes quisieron acelerar la reapertura del museo de Bagdad, saqueado y vandalizado en 2003.
Esta acción sorprendió incluso a los bagdadíes: apenas un centenar atravesaron las puertas del recinto en la mañana del domingo, primer día de apertura.
Algunas de las piezas expuestas forman parte de las que fueran saqueadas cuando Bagdad se hundía en el caos durante la intervención estadunidense contra Saddam Hussein en 2003.
Antes de esta fecha, el fondo arqueológico del museo de Bagdad era considerado uno de los más ricos del mundo. Sólo una quinta parte de las obras que se robaron han podido ser recuperadas. Oum Ahmed, trabajadora del Ministerio de Educación, visitó el museo por primera vez el domingo.
«Siempre había querido venir a ver este museo», dice mientras observa una serie de nueve losas dedicadas al rey asirio Sargon. «Estas son obras maestras, nunca me había sentido tan orgullosa».
«Hace hora y media que estoy aquí y ya estoy pensando en volver, no tengo bastante», agrega mientras contempla, admirada, las estatuas de soberanos que reinaron hace miles de años en lo que hoy es Irak.
Invisibles durante una generación
Atraído por una obra que representa al rey sumerio Ur-Nammu, quien habría dado al mundo su primer código de justicia hace 4 mil años aproximadamente, Hassan Ali también ha aprovechado la reapertura para descubrir el museo que fue saqueado cuando él solo tenía nueve años.
«Ur-Nammu aún aparece en nuestros libros y nuestros cursos, había que venir a verlo», asegura este estudiante de derecho, acompañado por dos amigos. «Estamos orgullosos de que estas civilizaciones estuvieran en nuestro país».
Para el universitario estadunidense Charles E. Jones, quien trabajó para recuperar los bienes robados en 2003, ver este museo abierto de nuevo supone una alegría «extraordinaria. Después de haber sido invisibles durante una generación, las colecciones sin igual que albergan estas galerías son desde ahora accesibles al público», se congratula. «Se trata verdaderamente de uno de los grandes museos del mundo».
La reapertura ha sido tan rápida que ni el propio museo estaba completamente preparado: algunas paredes todavía son reparadas y otras están sin lucir; había obras antiguas hacinadas en una habitación apartada y una salida de emergencia estaba abierta y sin vigilancia.
Las imágenes que muestran a yihadistas destruyendo bienes culturales de valor incalculable en Mosul, difundidas el jueves, conmocionaron a los iraquíes. Un yihadista indicó ante la cámara que estaban destruyendo estatuas porque favorecían «la idolatría». Pero tanto responsables como expertos consideran que el EI destruyó únicamente piezas voluminosas, conservando otras más pequeñas para venderlas probablemente de contrabando.
Gracias al museo de Bagdad, los iraquíes pueden ahora reapropiarse de las riquezas de sus gloriosas civilizaciones a cambio de un dólar que cuesta la entrada y sin tener que ir hasta el Louvre de París o al Museo Británico en Londres. Hoy que el país es destruido por culpa de la violencia sectaria y comunitaria, el valor simbólico que supone este patrimonio común es muy importante.
«La política nos ha separado, pero he aquí algo que puede unirnos de nuevo», confía un joven guía, Junaid Amer Hamid, a la entrada del museo.
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