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Lestido al fin se reencontró con las protagonistas de su foto Madre e hija de Plaza de Mayo. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 5 de septiembre de 2015. (RanchoNEWS).- Lestido al fin se reencontró con las protagonistas de su foto Madre e hija de Plaza de Mayo. Reporta desde Río de Janeiro Silvina Friera para Página/12.
El soplo vital de una ciudad puede ser el amarillo patito de un conjunto de casitas modestas que titilan en las pupilas. O las caderas de las cariocas que caminan con una bella alegría animal por la avenida Rio Branco, a metros del Museo de Bellas Artes, en el centro histórico de Río de Janeiro. La calidez de Adriana Lestido acaricia como la luz del sol durante la inauguración de Lo que se ve (1979-2007), las 85 fotografías de una artista que logra capturar el desamparo y la fragilidad de las mujeres desde una óptica amorosa, consciente de que ella debe fundirse en lo que está mirando hasta penetrar en la piel y el corazón de las otras. No podía faltar sobre las blancas paredes del primer piso del museo –diseñado con una impronta imperial por el arquitecto Adolfo Morales de los Ríos en 1908– la emblemática Madre e hija de Plaza de Mayo, imagen de una marcha de 1982, que entonces tomó una joven fotógrafa de 27 años que buscaba su lugar en el mundo.
Lo que se ve incluye imágenes de varias series fotográficas de Lestido: Hospital Infanto-Juvenil (1986-1988), Madres Adolescentes (1988-1990), Mujeres Presas (1991-1993), Madres e Hijas (1995-1998), El Amor (1992-2005) y Villa Gesell (2005). «Retratar la mirada femenina nunca fue algo deliberado, pero soy mujer y estuve fotografiando mujeres durante treinta años. Una constante en mis trabajos es la ausencia del hombre, porque incluso en la última serie, donde hay un hombre, el sentimiento que prevalece es de ausencia», explica la artista durante la apertura de esta muestra que se suma a las propuestas que está desplegando Argentina como país homenajeado en la XVII Bienal Internacional del Libro de Río. «Por otro lado, aparece la constante de la separación como necesidad vital: la madre que si no se separa del hijo al nacer mueren los dos», dice Lestido y aclara que la foto más antigua de esta muestra es la de su madre (1979). «Está en el primer rollo de mi vida; la madre es el rollo original», advierte con una sonrisa.
Estela de Carlotto recorre la muestra junto con la directora del Museo de Bellas Artes, Mónica F. Braunschweiger Xexéo; Magdalena Faillace, directora de Asuntos Culturales de la Cancillería argentina, y los escritores Noé Jitrik, Martín Kohan, Sergio Olguín, María Moreno, Tute, Mariana Enriquez y Diana Bellessi. «Al preparar la retrospectiva y volver a conectar con todo lo que hice, me di cuenta de cómo él había marcado mi trabajo», cuenta la fotógrafa. El es Willy, Guillermo Moralli, militante de Vanguardia Comunista con quien se casó en 1974, que fue secuestrado en julio de 1978 y desde entonces permanece desaparecido. Lo que se ve está dedicada a Willy, a esa ausencia que duele en el cuerpo. «El criterio fue dejar lo esencial. Y a su vez poder contar una historia con todas las historias, algo que remitiera a lo más medular porque hice otras cosas. Yo siento que esta serie responde al tronco de mi necesidad, al núcleo; ese fue el criterio. La idea fue poder armar un relato visual que fluya y respetar los silencios», plantea Lestido.
Las fotos de Lestido hablan desde la sobriedad del blanco y negro, dicen sin énfasis, como si conmover fuera igual que respirar. Los textos de Carl Jung, Sara Gallardo, Alejandra Pizarnik, Raymond Carver y Clarice Lispector conforman un enjambre de emociones, una vibración donde palabra e imagen caminan en la misma sintonía. «Lo único que se parecerá remotamente a la alegría será el placer de ser conscientes de la propia lucidez, el silencio de la comprensión, el silencio del mero estar. En esto se van los años, en esto se fue la bella alegría animal», se lee en el texto de Pizarnik. «Me encanta mostrar acá porque admiro mucho la fotografía brasileña. Nunca tengo expectativas de nada; que venga lo que tenga que venir», admite la fotógrafa. Esta muestra estuvo también en la Semana Argentina en Sudáfrica, el año pasado. Lestido recuerda que al día siguiente de la apertura la visitaron unos chicos de una escuela sudafricana. «Ver la relación de los chicos con las fotos fue lo mejor que me pasó en Sudáfrica. Lo que está bueno es sentir que las fotos llegan, más allá del lugar y de la cultura. Cuando la expresión trasciende el propio lugar y llega a culturas distintas es muy valioso. »
Año 1982. El puño apretado de la nena, el grito que no se oye pero se siente. Los ojos constreñidos por el dolor y la rabia. Esa foto –la divisa estética de Lestido– podría titularse «El fin de la inocencia». Durante años buscó a esa nena y a esa madre. «A Nora (Cortiñas) la volvía loca cada vez que la veía preguntándole si las conocía», recuerda. «Alguien me había dicho que se había ido a vivir a España y cuando llevé la retrospectiva allá pensé que esa mujer se iba a acercar. Pero nada. Hará cosa de cuatro o cinco años me escribió una docente de Villa Domínico que estaba contactada con ellas. Y ahí me enteré de que el desaparecido es el hermano y no el marido de ella, Avelino Freitas, trabajador de Molinos Río de la Plata. Ella se llama Blanca y la nena también. Cuando fui a verlas, la hija de Blanca no pudo ir porque estaba trabajando. Pero estaba la nieta, hija de Blanca, que tenía la misma edad de la nena de la foto. Ella pensaba que la había hecho un hombre porque ese día había muchos fotógrafos.»
Hacía una semana que Lestido trabajaba como fotógrafa del diario La Voz cuando fue a cubrir una marcha de las Madres en Avellaneda. «Ahí estaba la nena parada y llorando y todos los fotógrafos le sacaban fotos. Me dio pudor porque la nena lloraba mucho. Cuando empezó el acto y los fotógrafos se fueron para hacer fotos de los oradores, en un momento la madre la alzó y gritaron las dos. Y ahí saqué la foto. Y fue tapa del diario. Es una imagen que siempre quise muchísimo, es una de las pocas fotos de mi trabajo como reportera que incluí. Esa foto es la imagen fundante porque lo que hice después, durante más de treinta años, viene de ahí: una madre, una hija, un hombre ausente. Todo está ahí.»
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