Rancho Las Voces: Obituario / Hugo Gutiérrez Vega
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sábado, septiembre 26, 2015

Obituario / Hugo Gutiérrez Vega

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Juan Gelman y Hugo Gutiérrez Vega, durante la presentación del libro del poeta argentino Los otros, en la sala Manuel M. Ponce de Bellas Artes, el 20 de julio de 2008. (Foto: Cristina Rodríguez)

C iudad Juárez, Chihuahua. 26 de septiembre de 2015. (RanchoNEWS).- «El poeta no es ni mucho menos un místico o un ser especial, sino una persona que canta lo que a todos pertenece», acostumbraba decir con sus implacables precisión y calidez el poeta y periodista Hugo Gutiérrez Vega, quien falleció este viernes a consecuencia de una prolongada enfermedad, a los 81 años de edad. Reportan Ángel Vargas y Merry MacMasters para La Jornada.

Con su deceso, acaecido en la ciudad de México, se extingue prácticamente una estirpe de pensadores y humanistas críticos y comprometidos que se encargaron de perfilar el rostro de la segunda mitad del siglo XX mexicano.

Los restos del también actor, abogado y diplomático, quien en años recientes se desempeñó de presidente del consejo de administración de La Jornada, diario donde dirigió asimismo el suplemento cultural La Jornada Semanal, son velados en la agencia Gayosso Félix Cuevas.

Existencia prolífica

Nacido en Guadalajara, Jalisco, el 11 de febrero de 1934, Hugo Gutiérrez Vega tuvo una vida prolífica en experiencias y fecunda en el plano intelectual y literario, lo mismo que en el periodístico y la promoción cultural.

La poesía, sin embargo,  «fue la compañera de bienes y males» a lo largo de prácticamente toda su existencia.

El interés por esta disciplina, según refirió el autor en varias ocasiones, se remite a la época de su infancia, cuando contaba con alrededor de 10 años y conoció en Lagos de Moreno, Jalisco, a Francisco González León, un viejo y magnífico poeta, de gran sencillez y enorme refinamiento.

González León, primero, y después la obra del padre Alfredo Plascencia, otro poeta de Los Altos de Jalisco, de Jalostotitlán, así como la lectura de Ramón López Velarde, llevaron a don Hugo –como se le decía de forma cariñosa– por los senderos de la lírica.

Llegaron entonces Federico García Lorca y la generación del 27, sobre todo Rafael Alberti, Luis Cernuda y Manuel Altolaguirre.

Según refirió en una entrevista con este diario, publicada el 23 de noviembre de 2013, fue a los 17 años cuando se «atrevió» a escribir sus propios poemas. Ganó los juegos florales de Sahuayo, Michoacán, con El niño y el mar, «que después me di cuenta que era un plagio inocente e inconsciente del libro de (Rafael) Alberti, Marinero en tierra».

Aunque sostenía que eran varios los poetas que lo habían influido –«Miguel de Cervantes decía que los poetas son ladrones, los unos de los otros», citaba–, siempre reconoció que la presencia de Alberti en él fue muy poderosa, al extremo de que su primer libro, Buscando amor, publicado en 1965, cuenta con el prólogo de ese vate ­español.

Gutiérrez Vega no sólo se distinguió como uno de los más relevantes poetas del México contemporáneo y una de las figuras culturales más importantes del país, sino también se significó por ser un intelectual crítico y congruente.

De ello rindió testimonio el Instituto Nacional de Bellas Artes, que en un comunicado lo definió de «opositor consciente de que la crítica es necesaria en un país donde muchas veces a ésta se le considera una agresión, cuando en realidad lo que más necesita este país es crítica para comprender muchas cosas».

Panorama terrible

Este entrañable intelectual era consciente de que  «vivimos tiempos trágicos, en un país asfixiado por la mentira, la manipulación, la violencia patológicamente cruel, la pobreza de las mayorías y el crecimiento propiciado por el modelo neoliberal de la extrema miseria, ésa que tiene como panorama terrible, la propia miseria».

Durante su intervención en la ceremonia, el 17 de enero de 2014, por los 25 años del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, encabezada por el presidente Enrique Peña Nieto, el poeta consideró imprescindible que los intelectuales establezcan un diálogo con el poder político ante la urgente necesidad de analizar las modificaciones al modelo socioeconómico, «ya que el neoliberalismo sólo ha favorecido a los barones dueños del país».

Agregó que «conviene que hablemos de las reformas constitucionales y de su impacto en la vida económica, en la sociedad civil y en la soberanía de la nación; de la situación de los indígenas que viven como extranjeros en su propia tierra, y de la violencia desatada en el sexenio sangriento que sigue destrozando el tejido social del país».

El currículo de don Hugo es vasto; en él se da muestra de su espíritu inquieto, su naturaleza
 in­cansable y sus intereses variados.

Fue doctor en derecho por la Universidad Autónoma de Querétaro, de la que fue asimismo rector. Estudió letras inglesas en Michigan, italianas en la Universidad de Roma y sociología de la comunicación en Londres.

Se desempeñó también de profesor en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), tanto en la Facultad de Filosofía y Letras como en la de Ciencias Políticas y Sociales.

De igual manera, fue director de Casa del Lago, de la Revista de la Universidad y de Difusión Cultural de la UNAM; en 2011 fue electo miembro de la Academia Mexicana de la Lengua –pues­to que asumió en septiembre de 2012– y miembro correspondiente de la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española.

Fue viajero infatigable. En gran medida eso fue posible gracias a su faceta de servidor de carrera del Servicio Exterior Mexicano, en el que se desempeñó de consejero cultural en Roma, Londres, Madrid y Washington.

También fue embajador en Grecia; concurrente en Líbano, Chipre, Rumania y Moldavia; y cónsul general de México en Río de Janeiro, Brasil, y en San Juan, Puerto Rico. A ello deben sumarse sus trabajos especiales para la Unesco en Irán y la Unión Soviética.

Los viajes y vivir en tan diversas naciones alimentaron de forma pródiga la pluma de este autor, quien escribió por lo menos un libro de cada uno de los países en los que residió, según contó en una entrevista con este diario en octubre de 2007.

 «Cada ciudad en la que he vivido tiene su libro. Hay un libro escrito en Washington, otro en Río de Janeiro, uno en Londres, otro en Puerto Rico. De Grecia, que es donde más escribí, hay tres: del paisaje, de los seres que he ido conociendo, que he ido amando, de los que he huido, porque las dos cosas son posibles en relación con los seres humanos. Todo está presente en la poesía y de manera muy especial, los viajes, eso de andar como caracol con la casa a cuestas».

El teatro, otra de sus pasiones

Conferencista y profesor invitado en diversas instituciones de educación superior nacionales y el extranjero, el maestro se dio tiempo suficiente para ejercer asimismo su pasión por el teatro.

En ese terreno, se distinguió como fundador y director del grupo Cómicos de la Lengua; director del Teatro Latinoamericano de Roma, del grupo de Teatro Español de la Universidad de Londres y actor de la compañía de repertorio de la UNAM.

En el ámbito del periodismo, fue colaborador de Cuadernos Hispanoamericanos, Nexos, Revista Universidad de México, Siempre! y Vuelta, además de dirigir hasta el momento de su fallecimiento La Jornada Semanal, suplemento cultural de La Jornada.

Gutiérrez Vega no entendía cómo la gente puede vivir sin poesía, expresión a la que consideraba un artículo de primera necesidad, que ilumina y ayuda a vivir y también a morir.

 «Son muchas las funciones de la poesía, por ella se descubren cosas del propio ser y del ser de los otros», sostuvo en la referida entrevista con Conaculta, en la que además afirmó que a través de esa expresión literaria los pueblos restauran su idioma, sobre todo frente a los embates de los medios de comunicación, de su obscenidad y vulgaridad.

«También da a la gente como nosotros, a la gente común y corriente, a la gente sensible, palabras para expresar lo fundamental de lo cotidiano que es el encuentro y el desencuentro del amor, de la muerte, el deseo; es decir, las cosas pequeñas y esenciales de la vida», dijo en otra ocasión.

Traductor

Además de ensayista, el trabajo de Gutiérrez Vega de traductor de poesía griega ha sido ampliamente reconocido. De igual forma, su obra poética ha sido traducida a inglés, francés, italiano, portugués, ruso, rumano y griego.

Fueron múltiples los reconocimentos y galardones obtenidos por el autor en el transcurso de su existencia, como el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 1975, por Cuando el placer termine; la Orden al Mérito 1966 en grado de Comendador, de Italia; la Medalla Alfonso X, en 1981, de la Universidad de Salamanca, España; y Comendador de la Orden Isabel la Católica, en 1983, también en el país ibérico.

A los anteriores se suman la Orden del Delfín 1994 (Gran Cruz), de Grecia; los premios de Letras Jalisco en 1994; el Nacional de Periodismo de 1999, en el área de difusión cultural; el Iberoamericano Ramón López Velarde en 2001; el Premio Xavier Villaurrutia en 2002, por Peregrinaciones y Bazar de asombros II; el Poetas del Mundo Latino Víctor Sandoval 2009.

Su poemario Cuando el placer termine se incluye en la compilación Premio de Poesía Aguascalientes 30 años, 1968-1977, Joaquín Mortiz/Gobierno del estado de Aguascalientes/INBA, 1997. En 2013 fue reconocido con el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Literatura.

Hugo Gutiérrez Vega hubiera gustado ser mejor poeta, según reconoció en la mencionada charla recogida en estas páginas en octubre de 2007: «A mí no me toca decirlo, pero creo que se salvan algunos de mis poemas, algunos de mis versos se salvan, pero definitivamente no me siento satisfecho, debí haber trabajado más. Ya no es tiempo de arrepentirse, pero sí me hubiera gustado ser mejor poeta de lo que soy».

Dentro de su vasta obra en ese género se encuentran: Buscando amor (1965), Samarcanda y otros poemas (1972), Cuando el placer termine (1977), Poemas para el perro de la carnicería (1979), El Tarot de Valverde de Vera (1981), Meridiano ocho-cero (1982), Andar en Brasil (1987), Georgetown blues y otros poemas (1987), Los soles griegos (1989), Cantos del despotado de Morea (1991), Una estación en Amorgós (1996), Los pasos revividos (1997), Antología personal (1998), Peregrinajes: poesía reunida 1965-1999 (2000), Poemas sobre poetas (2001), Antología con dudas (2007) y Los pasos revividos (2013).


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