Henry Chalfant: Crime in the 6 yard, 1977-1987 (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 26 de octubre de 2018. (RanchoNEWS).-«El impulso de destruir también es un impulso creativo». Con esta cita de Picasso, Banksy compartía en su cuenta de Instagram el momento en el que su obra, recién adquirida por 1,04 millones de libras, parecía autodestruirse ante la mirada atónita de los presentes en la sala de subastas de Sotheby's. Al margen de la polémica generada tras la inmediata revalorización de su trabajo, esta acción pone de manifiesto, una vez más, la complicada relación existente entre el calificado como Street Art -un término que en los últimos años engloba erróneamente tanto al graffiti como al resto de prácticas en espacios urbanos-, esencialmente efímero y contestatario, y el volátil circuito del arte.
Consciente de la naturaleza escurridiza del primer arte callejero, Henry Chalfant (Sewickley, Pensilvania, EE.UU., 1940), ha salvado del olvido el trabajo de cientos de escritores de graffiti a través de sus fotografías, vídeos, libros y documentos que dan testimonio de los orígenes de esta cultura suburbana en Nueva York, entre los años 70 y 80, y su expansión como movimiento social por medio mundo. Lo vemos en la exposición Art is not a Crime, 1977-1987, comisariada por el graffitero SUSO33, que estos días rinde homenaje en el CEART de Fuenlabrada al documentalista del Subway Art Movement en el 35 aniversario de dos de sus títulos imprescindibles; el documental, Style Wars, que realizó junto al cineasta Tony Silver, y el conocido como «libro sagrado», Subway Art, publicado junto a Martha Cooper, que difundió los diferentes estilos de throw-ups y burners del metro newyorkino. Para el comisario de la exposición su encuentro con esta película emitida en el programa El ojo de cristal (TVE) en 1987, hizo que él y varios colegas peregrinaran por primera vez al Museo Reina Sofía para hojear las páginas de esta primera publicación que, como nota interesante, es además el libro más robados en la historia del arte. «Es raro encontrar uno que no esté troceado, porque muchos de nosotros arrancábamos sus fotografías», comenta. «Más tarde tuve la suerte de coincidir y colaborar con él en diferentes muestras, charlas y algún curso, ya que Henry ha desarrollado una entregada labor de difusión a lo largo de los años, pues no se limitó a documentar esta cultura durante una década, sino que siguió registrando la repercusión del graffiti a nivel mundial como vemos, por ejemplo, en su otro libro, Spraycan Art, de 1987».
Silvia Santillana reporta para El Cultural
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