Howard Phillips Lovecraft, ilustración de Fernando Vicente.
C iudad Juárez, Chihuahua. 20 de octubre de 2018. (RanchoNEWS).- Cuando se piensa en Howard Phillips Lovecraft, se piensa primero en tentáculos, y luego, se haya leído o no la biografía de Michel Houellebec, en un tipo solitario al que no le hacían demasiada gracia las mujeres, que vivía, como Norman Bates, con su madre, una Providence de aspecto lúgubre y mortecino, en la que los vecinos acechaban como criaturas del Averno, o, para él, como personajes del Necronomicón.
Cualquiera piensa, cuando piensa en Lovecraft, en un tipo que vive en su cabeza, la clase de tipo al que le traen sin cuidado los demás, en especial, si esos demás son mujeres, y que cree en algún tipo de orden divino, o maldito, que acabará con el caos de la existencia. Y ese cualquiera, sea quien sea, se está equivocando, porque, por más que de niño jugase a escuchar a las hadas, no hay nada más lejos de lo real que esa imagen entre romántica y terrible, que se tiene del genio de Providence, a juzgar por su ingente correspondencia, y su desdén, casi canónico, por todo lo que tenga que ver con lo paranormal.
Laura Fernández reporta para El País
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