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La lucha por los derechos humanos está presente en la exposición. (Foto: Archivo)
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iudad Juárez, Chihuahua. 20 de marzo de 2014. (RanchoNEWS).- La muestra se desarrolla en el Ministerio de Cultura y Comunicación de Francia y acompaña la presencia argentina en el Salón del Libro, que será oficializada hoy por la presidenta Cristina Fernández. Tierra de luz recorre el vínculo profundo entre los dos países. Una nota de Silvina Friera desde París para Página/12:
«¡Gracias, Francia, por señalar, un día, el camino de la libertad!» El final de una carta de Atahualpa Yupanqui –seudónimo de origen quechua de Héctor Roberto Chavero, que significa «el que viene de lejanas tierras para decir algo»–, escrita en octubre de 1988, puede ser un buen principio para transitar la muestra Tierra de Luz. Cultura y solidaridad franco-argentina en el Ministerio de Cultura y Comunicación de Francia, abierta al público desde ayer. Este itinerario, que invita a pensar el sentido de la palabra solidaridad, forma parte del menú de actividades paralelas al Salón del Libro de París con Argentina como país invitado, que comenzará hoy por la tarde. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner y el primer ministro francés, Jean-Marc Ayrault, inaugurarán oficialmente la 34ª edición de este encuentro, que convoca a 30 mil profesionales de la edición, 500 stands editoriales de 45 países y donde la literatura argentina, de la mano de 44 escritores, será la principal protagonista ante un público con fama de exigente.
No es casual que Matías Bruera, director de contenidos de esta exposición, organizada por la Secretaría de Cultura de la Nación, elija empezar por Yupanqui. «La pregunta pertinente que nos hicimos cuando pensamos la muestra es: ¿qué experiencia del lenguaje de la hospitalidad podemos tener todavía?.» Quizá la imagen de la poeta y narradora rioplatense Silvia Baron Supervielle, que escribe en lengua francesa, fundiéndose en una seguidilla de abrazos con los argentinos recién llegados, sea el modo de representar algo de esa fraternidad, de esa «orilla reunida» que se produce durante el recorrido.
La historia del vínculo profundo y complejo entre Argentina y Francia está en cada una de las escalas de esta muestra, a través de las fotografías, los audios, videos, objetos y documentos históricos que condensan la experiencia de numerosas personalidades de la cultura y la política como Carlos Gardel, María Elena Walsh, Gyula Kosice, Juan José Saer, Copi, Julio Cortázar, Envar «Cacho» El Kadri, Astor Piazzolla, Mercedes Sosa, Miguel Angel Estrella, Raúl Barboza, Jorge Lavelli, Susana Rinaldi y Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, entre otros. De pronto se perciben objetos «totémicos» que azuzan el asombro y la imaginación, antes de encontrar la explicación de por qué están ahí exhibidos. Del escultor y poeta Gyula Kosice, uno de los pocos artistas vivos que tienen obra en el Centro Pompidou, hay un pomelo. «Cuando llegó acá –recuerda Bruera–, un médico le dijo que la forma de sobrevivir, porque no tenía mucho dinero, era comiendo la parte interior del pomelo durante el día y a la noche la cáscara.»
De Julio Cortázar –objeto de numerosos homenajes en el centenario de su nacimiento– se despliega un fragmento de Rayuela –cuya primera edición francesa se exhibe en una vitrina–, acompañado visualmente por una parte del film de Tristán Bauer, en donde el escritor habla sobre la noche parisina y la noche de Buenos Aires y las conexiones de la nocturnidad con el arte y la creación. Saer, en una de las fotos, está tomando mate «como buen santafesino», señala Ernesto Laclau, que está recorriendo la muestra junto con numerosos escritores que integran la delegación argentina.
Sous le ciel de l’Argentine es el título del disco que grabaron María Elena Walsh y Leda Valladares en 1955. De lejos y de cerca, el estupor gana la partida cuando aparece «el piano mudo» de Miguel Angel Estrella. El pianista tucumano estuvo detenido en el oximorónico penal Libertad, de Uruguay. «Cuando fue encarcelado, los militares le dieron sádicamente un piano mudo para que siguiera practicando», comenta Bruera. No podía faltar la portada del disco A quien doy que Mercedes Sosa grabó en Francia en 1981. La foto de la cantante pertenece a José Pons, «el mendocino más querido de París», que murió en 2004 a los 83 años. Pons y su esposa, Jacqueline, recibieron en su departamento de la calle Descartes, en el Barrio Latino, a muchísimos artistas: Piazzolla, Yupanqui, Sosa, Jairo, Rinaldi y Ariel Ramírez, entre otros. Hugo Santiago está en Tierra de luz. Del cineasta argentino que vive en París –asistente y discípulo de Robert Bresson que escribió el guión de su primer film, La invasión, junto a Borges y Adolfo Bioy Casares– se presenta una selección de Las veredas de Saturno, película en la que participaron Saer y el bandoneonista Rodolfo Mederos, además del «fantasma» de otro fueye: el de Eduardo Arolas, que murió en París, en 1924.
«En el vínculo entre cultura y política no se podía dejar de homenajear a Envar ‘Cacho’ El Kadri, que estudió en París y está su libreta universitaria de 1976-77 y uno de los libros que editó: Argentina: cómo matar la cultura en la edición francesa y en castellano», resume Bruera. El panel de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo brilla con la consigna de memoria, verdad y justicia. El objeto totémico en esta sección es el pañuelo blanco de Marta Vásquez. Cuando escucha que la mencionan, Marta, que acaba de llegar, con los brazos en jarra y el gesto pícaro pregunta: «¿Qué hablaban de mí?». Las gigantografías de la gran manifestación que hizo AIDA (Asociación Internacional de Defensa de los Artistas Víctimas de la Represión) en 1981 por las calles de París y las míticas «marchas de los jueves» –réplica de las rondas de las Madres– a las que se sumó nada menos que Michel Foucault entre los manifestantes, ilustran la solidaridad francesa en la lucha por las derechos humanos. Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, y Taty Almeida, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, a cada paso que dan reciben un beso. Carlotto acercó el primer texto con la foto de su hija Laura como «recordatorio» a Página/12, que publicó el 25 de agosto de 1987. Los recordatorios –«rappels» en francés–, que se convirtieron en homenaje y reivindicación de la identidad de los desaparecidos durante la última dictadura cívico-militar, están presentes en Tierra de luz, muestra auspiciada también por este diario.
Que Argentina sea el país invitado del Salón del Libro es para la ministra de Cultura y Comunicación de Francia, Aurélie Filippetti, «el símbolo del amor que vincula a estos dos pueblos, que nació en los años negros de la dictadura militar». El secretario de Cultura argentino, Jorge Coscia, subraya que esta muestra es «un gesto de agradecimiento de toda una nación al pueblo francés por su generosidad» y es «la demostración de los profundos lazos culturales que unen a los dos países». Hay un documental filmado con Sophie Thonon, la abogada que inició el juicio al represor Alfredo Astiz en Francia por la desaparición de las monjas francesas Leónie Duquet y Alice Domon; y se exhibe una selección de las fotos que sacó Víctor Basterra en la Escuela de Mecánica de la Armada, donde estuvo detenido-desaparecido hasta diciembre de 1983. Y está el «caso» de Raymond Molinier, un francés amigo de Trotsky que ayudó a salir de la Argentina a muchos militantes políticos con pasaportes falsos. «La familia Molinier prestó el material de su entierro en París, donde se cantó la IV Internacional», cuenta Bruera. Molinier es el abuelo materno de la actriz y escritora Vera Fogwill. «Hemos hecho un recorte metonímico de memorias y fraternidades, de subjetividades colectivas, recogiendo un tornasol de lenguajes profundos aunque no exhaustivos –plantea Bruera–. Pretendimos más que nada cartografiar no la totalidad de lo que ha sido, sino el mundo posible que puede ser.»
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