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El poeta en los años 50. (Foto: Archivo)
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iudad Juárez, Chihuahua. 28 de marzo de 2014. (RanchoNEWS).- Antonio Colinas se sumerge en los versos de Octavio Paz en una lectura «coherente y fervorosa» de una obra tan original y viva como universal y que sólo se debe a la libertad de crear. El resultado es el siguiente texto publicado por El Cultural que a continuación reproducimos.
Resulta paradójico –al menos en mi caso así lo fue– que cuando comenzó a darse un cambio de estética a finales de los años 60, Octavio Paz fuera más un referente por sus ensayos que por sus poemas. Conocíamos algunas resonancias de Libertad bajo palabra, pero la originalidad de su pensamiento fue un paso previo a la poesía. Luego, la antología La centena, 1935-1968 (Barral Editores, 1969) nos la reveló de una manera tan sintética como coherente. Una de las características de nuestra generación fue la apertura sin límites a otras lecturas, y concretamente a las extranjeras. Quizá por eso pensábamos que, en ese momento crucial, también había otras obras en América que fulguraban (Huidobro, Borges, Neruda, Huerta, Sabines).
Pero las aguas de las corrientes lectoras se ensancharon y ahí emergió, decantada y rica, la poesía de Octavio Paz. Llegó la llamativa lectura de Blanco (1966), y con Ladera este (1969) y El mono gramático (1972), la presencia de Oriente, tan unida a la vida del poeta mexicano. En Italia, y por Sanguineti, supe de la aventura colectiva de Renga. Otra antología española, Poemas, 1935-1975 (Seix Barral, 1979) nos reafirmó en una nueva lectura coherente y fervorosa de la poesía de Paz. Luego, sentimos el estímulo de su revista Litoral. Alguno de los catorce volúmenes de las Obras completas editadas por el Fondo de Cultura consolidaron esa aproximación y qué decir ya de la contundente muestra de ese tomo VII de la Obra poética (1935-1998), editado por Galaxia Gutenberg. Antes, un libro con sorpresas, Árbol adentro (1987), nuestros años finales de amistad o el sensible patrocinio de Enrique Loewe.
Esta puede ser la trayectoria lectora de Paz de un poeta español, pero lo importante es subrayar cuanto de original y vivo hubo en esa poesía que, en primer lugar, tenía que mantener el pulso que le tendían otros grandes poetas de su tiempo. Pero hay una característica fundamental en la poesía de Octavio Paz: su fidelidad a la libertad de crear. A veces, cada poeta cree que la poética verdadera es la suya y, en consecuencia, se ve constreñido a mantener un tono o un mensaje únicos. Por el contrario, desde el primero al último de sus libros, la poesía de Paz busca los caminos de la libertad, desde el lirismo sutil a la poesía de compromiso, desde el surrealismo al poema concreto, visual o en prosa, desde hermetismo al decir llano o mágico.
De este gran afán de libertad creativa («bajo palabra»), se derivan otras características de su poética. La primera, es el grande e incuestionable sentido de universalidad de la misma (válida también, por supuesto, para sus ensayos y artículos). ¿De dónde proviene este sentido? Desde luego de su afán de diálogo con otras culturas y civilizaciones. Paz no se entrega a lo novedoso caprichosamente, no es un poeta que juega con los ismos. Conoce muy bien y escribe sobre los poetas de México, lee a los clásicos españoles, pero no ignora las corrientes inglesas, francesas, las de Extremo Oriente. A veces, sus fecundas traducciones (Versiones y diversiones, Galaxia Gutenberg, 2000) le ayudarán en ese caminar hacia lo variado que enriquece y que, a la hora de razonar, no le permite caer en el sectarismo ideológico. De ahí, su evolución desde su amistad con los poetas de Hora de España (1937) a su denuncia del estalinismo (1951) o a su dimisión como embajador. (Estamos precisamente a la espera en estos días de la publicación por parte del Senado mexicano y de Conaculta de sus Escritos políticos, que arrojarán mucha luz sobre este tema del compromiso en Paz.)
Algunos han contemplado críticamente la «versatilidad» de la poesía de Paz, pero precisamente porque ignoran el afán libérrimo del que escribía, su afán de universalidad sin localismos devoradores, su diálogo con las diversas culturas para extraer de ellas las semillas fértiles, que luego él sembraría en poemas y ensayos. En la poesía de Octavio Paz la palabra es algo que germina y no que define. De ahí su hermetismo atmosférico, la tendencia a que el poema formalmente «estalle», lo que le permite al lector extraer mensajes no cómodos o impuestos. En tiempos de tanto sectarismo social es hermoso ver cómo el lenguaje aún es algo que germina en libertad y sin fronteras. Estamos hablando de poesía viva: la que nace de las raíces y no de las máscaras, de la experiencia de ser y no del parecer.
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