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Neil Young en el retrato que aparece en la portada de sus memorias. (Foto: Archivo)
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iudad Juárez, Chihuahua. 20 de marzo de 2014. (RanchoNEWS).- Vivimos tiempos de incertidumbres. Nieva en verano, podemos achicharrarnos en invierno, pero algo no fallará: Neil Young siempre irá a la contra. Es miembro destacado del Club de los Incongruentes. Una nota de Diego A Manrique para El País:
El canadiense vituperaba al presidente Richard Nixon por matar estudiantes en la canción Ohio, pero quince años después aplaudía el belicismo de Ronald Reagan. Es el detractor del mp3 que hace una semana lanzaba un publicitado reproductor de alta calidad, —al que ha llamado Pono—, a la vez que registra un disco en lo que es definitivamente una grabadora de baja fidelidad, el Voice-O-Graph.
Tal vez lo recuerden: maquinas similares estuvieron disponibles en España y circulan historias un poco patéticas de personajes que luego se confeccionaban una portada para ir presumiendo de haber grabado un disco profesional.
Entrabas en una cabina similar a las telefónicas y cantabas lo que se te ocurriera; a continuación tenías un vinilo con tu voz. Jack White, ex The White Stripes, dispone de uno de esos artefactos vintage en las oficinas de su sello Third Man Records en Nashville. Y allí se fue Neil, con su guitarra y armónica, para inmortalizar una colección de clásicas del folk de los sesenta, A letter home.
Hay truco, obviamente. Aquellas máquinas sólo captaban dos o tres minutos y Young ha hecho un álbum. Aparte, Jack White colabora en algún tema y se hace imposible imaginar a dos personas en semejante espacio. Pero, sin duda, se trata de audio vérité: el sonido va directo al surco. Así que lo único previsible de su libro es que, efectivamente, sorprende. Editado en inglés a finales de 2012, nos llega ahora su traducción: El sueño de un hippie (Malpaso).
Olviden las biografías cronológicas: enfrente tienen una miscelánea de vivencias, ordenadas al buen tuntún. Más o menos, está todo, aunque —discreto— raciona las historias sobre los proyectos democráticos en los que se alistó, sean Buffalo Springfield o el supergrupo Crosby Stills Nash & Young.
Tampoco sirven las comparaciones con las Crónicas dylanianas. Aquí no hay rastro de las ambiciones literarias de Bob (sí, Young se refiere a sus colegas por su nombre de pila). Neil no lee libros, por sospechar que pueden interferir con su proceso creativo.
De hecho, hay momentos en que El sueño de un hippie huele a mofeta, a cinismo de superestrella. Recomienda a sus amigos famosos que le imiten: «Escribir [un libro] es muy cómodo, tiene pocos gastos y es una forma estupenda de pasar el tiempo».
Sin embargo, finalmente Neil es el hijo de su padre: Scott Young, un periodista deportivo y novelista prolífico. Y le va cogiendo gusto. Cierto que no asume la necesidad de revisar, corregir o reescribir su texto: desde luego, nadie le acusará de haber usado un negro, un escritor profesional.
Así, inserta numerosas cuñas publicitarias sobre un sistema de sonido digital llamado PureTone…que, mágicamente, al final del libro rebautiza Pono. Sin explicaciones.
Nada que asuste a los seguidores de su obra. Ya sabíamos que es híperproductivo pero que se rebela ante el concepto de control de calidad. Que lleva como medalla el haber sido demandado por Geffen Records a raíz de sacar discos «no característicos». Que tiene magia para las melodías pero que no filtra los clichés en sus letras. Que pertenece a esa rara especie: el perfeccionista torpe, el obsesivo que no remata.
El sueño de un hippie, nos recuerda, está escrito en estado de sobriedad, tras décadas consumiendo cantidades de cocaína, marihuana y tequila. Y no lo proclama como una hazaña de redención: simplemente, tras demasiados sustos, decidió atender el consejo de su médico. Lo que le preocupa es que —suele ocurrir en casos como este— la traicionera inspiración parece haberse evaporado.
Habla a veces de «la musa», como en «la musa no tiene conciencia», cuando tiene que despedir a alguien. Reconoce, a toro pasado, que se equivocó al desechar ideas de colaboradores difuntos, como Danny Whitten o David Briggs.
Sobre el libro planea la sombra de Shakey, la áspera biografía de Jimmy McDonough, que retrataba a Neil como un tirano contracultural, un misántropo con escasa empatía por los que están fuera de su círculo inmediato. Son los inconvenientes de ganar demasiado dinero, alega Neil. Cuando arde Pocahontas, su famoso autobús de gira. Young hace que lo trasladen a su rancho en los alredores de San Francisco, donde los restos son enterrados con los honores reservados a un viejo guerrero.
¿Vamos a escandalizarnos con las prerrogativas de un rock star? Apasionado de los trenes de juguete, adquirió un gran paquete de acciones de Lionel LLC, uno de los principales fabricantes de trenes a escala y sus accesorios, empresa que —naturalmente— aceptó encantada sus sugerencias de usuario. Es también un enamorado de los classic cars, aquellos curvilíneos barcos-de-Detroit que surcaban las autopistas estadounidenses: acumula varias docenas en sus garajes.
Un niño, gruñirá alguien. No exactamente: un adulto que, con 68 años, se enfrenta con su mortalidad, tras haber superado la polio, episodios epilépticos y un aneurisma. Y no puede olvidar la genética: la demencia asedió a su padre; dos de sus tres hijos nacieron con parálisis cerebral.
En realidad, Neil se asemeja más bien a un otaku: un coleccionista incurable pero creativo. Ha invertido millones en lo que ha patentado como Lincvolt, versión ecológica de un Lincoln Continental del 1959, con un motor híbrido que funciona con electricidad y etanol.
En 2008, el coche ardió en un almacén californiano, provocando risitas entre el lobby de la gasolina; Neil asegura que fue un error humano, no un fallo de su sistema eléctrico.
Lo esencial para él, con todo, sigue siendo la música: «El plan es volver a grabar. Meterse de lleno en la música. En ésas estoy. Siempre me ha sentado bien. Quiero volver a sentirla. Necesito sentirla en el cuerpo, cantar letras que hagan que me vuelque en pasajes instrumentales largos que sólo son posibles con los Crazy Horse» Ah, también sigue escribiendo. Cualquier año de estos aparecerá el volumen dos de El sueño de un hippie.
Discografía selecta
Buffalo Springfield (1966)
CSN&Y Déjà Vu (1970)
Harvest (1972)
Zuma (1975)
Rust Never Sleeps (1979)
Everybody's Rockin' (1983)
Ragged Glory (1990)
Sleeps with Angels (1994)
Mirror Ball (1995, junto al grupo grunge Pearl Jam)
Greendale (2003)
Psychedelic Pill (2012)
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