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Las instalaciones de la biblioteca Reforma II, en la colonia Agricola Oriental, lucen totalmente vacías porque no hay personal que las atienda. (Foto: David Yautentzi)
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iudad Juárez, Chihuahua. 12 de marzo de 2014. (RanchoNEWS).- Los libros electrónicos que compró Conaculta por más de 350mdp son materiales globales y de difícil acceso. Ni las bibliotecas más representativas conocen cómo funcionan. Una nota de Yanet Aguilar Sosa para El Universal:
Intentar descargar o al menos abrir, para leer, uno de los libros digitales de cualquiera de los acervos adquiridos por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) a finales de 2012, cuyo costó superó los 350 millones de pesos, es cosa casi imposible porque no sólo es de difícil acceso, además es poco funcional para los usuarios habituales de la Red Nacional de Bibliotecas Públicas.
Entrar a esos «cerebros digitales» de la palabra requiere más que curiosidad para descubrir qué hay en los catálogos de los cuatro proveedores internacionales: Ebsco, Azabache, Mienciclo y Benchmark, pues son acervos que no han tenido ninguna difusión entre los usuarios, ni entre los propios bibliotecarios.
Se trata de materiales comprados de manera arbitraria por la pasada administración de Conaculta, mediante convenio con la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM), que además están pensados para el lector hispano, pero no responden a los requerimientos de las distintas poblaciones de México. En esos acervos hechos para usuarios de España, hay de todo: enciclopedias iberoamericanas, enciclopedias españolas, audiolibros, cursos de inglés y una amplia base de datos con más de 28 mil artículos y más de 30 gráficos e ilustraciones de medicina con recomendaciones de médicos pero en Perú.
Para ingresar a los catálogos y ver textos completos se requiere un nombre de usuario y una contraseña; sólo un acervo proporciona al lector los dos datos pero no siempre se puede abrir los textos; la mayoría de los acervos que fueron adquiridos están bloqueados e incluyen la leyenda «Acuda a la biblioteca pública de su localidad»; sin embargo, al llegar a la Biblioteca de México nadie sabe cuál es la contraseña, los trabajadores argumentan que nadie les había pedido la contraseña y que a ellos sólo les han informado de la actualización de la página.
En otras bibliotecas de la ciudad, centrales o de barrio, como la Biblioteca Central de Iztacalco y la Reforma II, en Agrícola Oriental, nada saben de esos «cerebros digitales» y lo que hacen es ayudar a resolver los problemas de los estudiantes que van allí a hacer la tarea, o las aulas digitales no funcionan porque no hay personal que las atienda.
Son acervos que no cumplen con los requerimientos de acuerdo a cada comunidad, porque «no es lo mismo una comunidad de pescadores en Oaxaca que una comunidad de empresarios en San Pedro Garza, en Monterrey», dice Valentino Morales López, doctor en Bibliotecología y estudios de la información de la UNAM.
Sin alcances para los estudiantes
Se trata de acervos que nada tienen que ver con las comunidades de México, que son materiales con mirada global pero no local, que son productos poco atractivos y de difícil acceso. Tan sólo los libros de la Biblioteca Digital —cuyo acervo es propiedad de la Biblioteca de México de La Ciudadela— fue tan mal digitalizado que pesa más de 100 megas, lo que implica que en las computadoras de la misma Ciudadela se requieran 2 horas y media para «abrir» los textos completos.
Morales López, quien es autoridad en el tema de la bibliotecología en México, asegura que esos libros digitalizados pueden ser interesantes «para gente de filológicas de la UNAM, de estudios literarios de la IBERO, quizás a un estudiante de tesis, pero no para un niño, que son los que llegan a las bibliotecas públicas para hacer la tarea».
Después de revisar y navegar por los acervos digitales, cuya compra fue calificada como «daño al erario público» por la Auditoria Superior de la Federación durante la revisión de la Cuenta Pública 2012, Morales López dice que no hubo estrategia de adquisición, sino que privó la idea de los nuevos ricos que piden llenar de libros su biblioteca.
«No tuvieron visión para decirle a la empresa ‘yo lo que quiero es esto, no lo que tú quieras y de acuerdo a estos elementos’, porque no sabían lo que querían. Eran como nuevos ricos: ‘lléname la casa de libros’. Pues sí ¿pero de qué tendencia, para quiénes, en qué nivel, de qué lenguaje? ‘No, pues quiero todo lo que tengas’. Pues entonces ‘sacamos todo el almacén y te lo damos’. Eso es lo que pasó en muchos de estos casos porque sacaron acervos que ya tenían sistemas más o menos hechos y que respondían a las necesidades de otras comunidades como Perú o desde luego España», puntualiza el miembro del Sistema Nacional de Investigadores.
Valentino Morales López cuestiona incluso el nivel tecnológico del país y le pregunta a la institución cultural: ¿estamos preparados tecnológicamente? Dice que la encuesta del INEGI del año pasado arroja que 31% de la población de México tiene acceso a las TIC, pero 68% no tiene acceso ni a computadoras ni a Internet. «¿Cómo ofreces un formato donde dejas de lado casi a 70% de la población?».
Comprados los acervos desde finales de 2012, son materiales que no se han usado porque no ha habido un proceso de difusión entre los bibliotecarios de la Red Nacional de Bibliotecas Públicas y los usuarios potenciales.
Ni Daniel Bárcenas Villagrán, a cargo de la Biblioteca Central de Iztacalco, ni José Roberto Bolaño, responsable de la biblioteca Reforma II, ni Aída Varela, jefa de la unidad de departamento de Proyectos Educativos de Iztacalco, a cargo de los 11 recintos públicos de la demarcación, saben nada de los acervos digitales de los que pueden hacer uso.
Ya hubo derroche, cacaréalo
Valentino Morales López ha estudiado la funcionalidad de las bibliotecas públicas, las estrategias que usan las trasnacionales para vender sus productos y lograr mayores ganancias, sabe de las licencias de adquisición y el uso de la información en Internet, también de que si ya se adquirieron los recursos digitales pues hay que sacarles provecho.
«Ya lo compraron. Ya qué. Pero en lugar de aprovecharlo no se divulga, no se explica ¿por qué‘ no lo divulgas? Ya está el daño, aprovechémoslo, dalo a conocer, preséntalo, cacaréalo. Ya hubo un derroche, pues difúndelo; ¿por qué lo escondes debajo de la alfombra?», cuestiona.
Con sólo hacer una revisión puntual de lo que Conaculta ofrece en la llamada Biblioteca Digital, que dice en su página está dirigida a «niños, jóvenes y adultos; estudiantes y profesores de los diferentes niveles educativos; autodidactas e interesados en aprender un oficio», Valentino Morales comprueba que no hubo una estrategia de adquisición.
«La estrategia implica diagnóstico de lo que tengo. ¿Tengo infraestructura?, ¿tengo definido claramente para qué públicos trabajo? La iniciativa es buena, pero necesitamos aprovecharla, sería muy importante que desde la escuela se pudieran acceder a esos recursos».
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