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«La minificción es una suerte de miniatura gigante, pues con muy poco se obtienen enormidades», indica la escritora. (Foto: Alondra Flores)
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iudad Juárez, Chihuahua. 27 de marzo de 2014. (RanchoNEWS).- «En La Ilíada, el único órgano con el que los héroes dialogan para increpar lo que los hace esclavos de sus pasiones es el corazón», indica la escritora Ana Clavel (DF, 1961), quien dedica a este músculo vital su libro de microrrelatos CorazoNadas. Una nota de Alondra Flores para La Jornada:
«Para mí tiene un peso simbólico inusitado», dice en entrevista. Sobre la mesa, el ligero volumen recién editado por el sello Hormiga Iracunda. «El corazón me parece un elemento que resume mucho de los claroscuros y laberintos de lo humano».
La tradición literaria, con homenajes a Julio Cortázar o Joseph Conrad, lo popular que canta «fallaste corazón», Alicia en el país de las maravillas, hasta la fantasía y cuentos de hadas en versiones sangrientas de asesino serial, aparecen en estas historias de apenas unos cuantos renglones que dibujan sombra en la página blanca.
Por qué no le preguntan al riñón
«Pregúntale a tu corazón, como si fuera uno un sabelotodo –dijo el corazón francamente molesto– a ver, por qué no le preguntan al riñón, a la uña del pie, a su repútrida nariz... Estoy harto de confidencias y secretos. Pondré un letrero como cualquier profesional: toda consulta causa honorarios», se lee en la página 23 del proyecto editorial que nace de la mano de otros dos libros: uno de cuentos y una novela. Ambos con mucho corazón, pero aún sin fecha para ser publicados.
Este órgano vital, que a juicio de un anatomista no es más que una bomba hidráulica, en la visión de la novelista mexicana «es un símbolo tan ancestralmente cargado de un significado relacionado con el alma, el espíritu, la emotividad, que se me ocurrió que la manera de abordarlo tenía que ser con un punto de vista irónico, paródico, que jugara mucho con las posibilidades de la crítica al símbolo tradicional».
Tomarlo, girarlo a la vista, «cuestionarlo como un objeto cotidiano y pedestre en nuestras vidas, como si fuera un amasijo de deseos no siempre sublimes, sino más oscuros, más en la sombra, que llevan al individuo a realizaciones comunes».
Y estas historias abreviadas en líneas de un dígito que vagan sobre la pequeña página son una apuesta lúdica de Ana Clavel. «Yo digo que la minificción es una suerte de miniatura gigante. A través de muy poco obtienes enormidades», que es un término creado por el poeta y dramaturgo francés Jean Cocteau, para hablar de En busca del tiempo perdido.
En CorazoNadas están presentes las temáticas del cuerpo y ciertos registros de erotismo, aunque no es la nota fundamental del libro. «Es cierto que mi trabajo no tiene todo que ver con erotismo, más bien hay una exploración del deseo y las sombras», señala Ana Clavel. «En realidad he trabajado un panorama más alto que tiene que ver con lo visible e invisible, las sombras, las luces. Lo que sí es permanente es una atención a la huella corporal y a la indagación de los deseos».
Para acentuar que eran breves, detalla Clavel, se marcó la N, «para que fueran nadas del corazón». En su opinión, la minificción ofrece las posibilidades de jugar con las intenciones.
Es un género polimorfo, de muchas posibilidades y muy híbrido, dice. «Es el género quizá más reciente, de principios del siglo XX. En México es famoso un poema en prosa de Jaime Torres Bodet, titulado Circe, que marca el comienzo de la minificción, aunque en ese momento no se llamara así. Las Greguerías de Ramón Gómez de la Serna, los cuentos de Monterroso, Arreola y Borges son otros ejemplos, que en su momento fueron pensados como textos breves o poemas en prosa».
Clavel destaca la situación de las redes sociales, en particular Twitter, que con 140 caracteres obliga a una enunciación breve y de alguna manera democratizan las formas de conocimiento y de expresión. «La minificción se presta mucho, porque ofrece horizontes de significación, juego, intertextualidad y se convierte en un reto.
«Se lo debemos sustancialmente al ritmo de nuestras vidas, sobre todo signado por Twitter». Agrega: «Vivimos en la era de la fugacidad, como dice Gilles Lipovetsky».
Y el corazón, como si nada, sigue late y late. «Intentaba escuchar a su corazón pero su corazón no le decía nada. Entonces ella seguía esa corazonada».
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