.
«Es mejor arder que apagarse lentamente» (Foto: Archivo)
C
iudad Juárez, Chihuahua. 13 de marzo de 2014. (RanchoNEWS).- «Lo tengo todo, todo. Y estoy agradecido, pero desde los siete años odio a todos los humanos en general... Sólo porque a la gente le resulta fácil relacionarse y tener empatía. Sólo porque amo y compadezco demasiado a la gente. Gracias a todos desde lo más profundo de mi estómago nauseabundo y ardiente por vuestras cartas y vuestro interés durante los últimos años. Soy una criatura voluble y errática. Se me ha acabado la pasión y, os recuerdo, es mejor arder que apagarse lentamente». El mito del 'grunge' se quitó la vida hace 20 años, poniendo fin a una carrera tan breve como intensa con su grupo, Nirvana, y convirtiéndose en el último gran mártir de la historia del rock. Una nota de Darío Prieto para El Mundo:
Cuando encontraron el cuerpo sin vida de Kurt Cobain, el 8 de abril de 1994, hallaron también una nota de despedida a su mujer, Courtney Love, y a su hija de año y medio, Frances Bean, que terminaba con un verso de «Hey Hey, My My (Into the Black)», de Neil Young. Cobain abrazó el mensaje de esa canción y brilló hasta quemarse en los cinco años que duró su breve e intensa carrera musical. Cinco años en los que convirtió a Nirvana en el último gran grupo de impacto global, transideológico y por encima de clases sociales. Aún hoy, 20 años después de que un electricista encontrase su cadáver en su casa de Seattle, los ojos de Kurt miran desde millones de camisetas en todo el mundo, de Perú a Bulgaria y de Japón a Australia
La muerte de Kurt Cobain fue uno de esos momentos que marcan el final del sueño de una generación, como el asesinato de John Lennon o los crímenes de la Familia Manson. Su impacto fue tal que ha dado lugar a todo tipo de interpretaciones, incluso algunas que descartan el suicidio y hablan de un asesinato, como sostiene el detective Tom Grant, que investigó los últimos movimientos del músico, y el cineasta Nick Broomfield en su documental Kurt y Courtney (1998). De hecho, estas teorías conspiratorias ven a Courtney como responsable de la muerte de Cobain.
En cualquier caso, los últimos momentos de la vida del músico fueron de soledad y huida del mundo. Tal día como hoy de hace 20 años Kurt estaría seguramente vagando por su mansión, recuperándose de la sobredosis que sufrió en Roma el 4 de marzo tras mezclar cierta cantidad del fármaco hipnótico rohypnol con alcohol. El 1 de marzo, Nirvana había dado en Munich el que sería su último concierto, que terminó antes de lo previsto debido al agotamiento mental y físico de su cantante. Así lo atestiguan los asistentes al tramo español de aquella gira, que pasó por Madrid y Barcelona el 8 y 9 de febrero, respectivamente.
Courtney siempre consideró aquella sobredosis de Roma un intento de suicidio. De hecho, el comportamiento de Kurt en su último mes de vida alertó en varias ocasiones a su mujer, que, según ha declarado, tuvo claro que quería quitarse la vida.
En su película Last days (2005), el cineasta Gus Van Sant intentó reconstruir los últimos días de la estrella. Aunque el protagonista se llama Blake y las canciones que toca no son las de Nirvana, la película pretende recrear fielmente el ambiente que rodeó a Cobain en aquel último mes: aislado en una casa en la que de vez en cuando paraban gente como 'Cali' DeWitt (el niñero que contrató Courtney para cuidar a Frances Bean)y Rene Naverette, con quien compartía escapadas tóxicas. Van Sant reflejaba también el progresivo deterioro que había provocado en Kurt el consumo de heroína.
De hecho, esta sustancia resulta imprescindible para entender Nirvana y, por extensión, todo el 'grunge'. Según comentó en alguna ocasión, Cobain comenzó a consumir opiáceos para combatir los fortísimos dolores de estómago que sufría. El hecho de haber tenido una infancia desdichada debido al divorcio de sus padres cuando él tenía siete años y a que sus progenitores no llevasen una vida convencional inició el proceso de alienación del músico y su tendencia a aislarse del mundo y de la gente. La apuesta por la heroína es importante, si se compara con el efecto que tuvo la droga en los años 70. Si bien en aquella época muchos acabaron en el 'jaco' por ignorancia, la generación de los 90 tenía conocimiento de sus efectos y referencias como la de Janis Joplin, Jim Buckley y Sid Vicious. Al contrario que en el punk, el nihilismo del 'grunge' era consciente y vacío de violencia visual, en un estado de ataraxia que tenía mucho que ver con el 'globo' provocado por esa droga. Trazas de heroína hay también en la carrera de otros grupos del área de Seattle, como los Screaming Trees de Mark Lanegan y en Alice in Chains, cuyo cantante, Layne Staley falleció en 2002 tras años de adicción.
Para luchar contra ella, Danny Goldberg, mánager de Nirvana, presionó repetidamente a Kurt para que entrase en un programa de desintoxicación, algo a lo que finalmente accedió a finales de marzo. El 30 de ese mes ingresó en una clínica de Los Ángeles para tratarse. Al día siguiente se escapó saltando la valla del centro y tomó un avión a Seattle, donde continuó drogándose hasta que se le perdió la pista.
En algún momento entre el 4 y el 6 de abril, Kurt cogió lápiz y papel y escribió su nota de despedida. «Paz, amor y empatía», puso antes de su firma. Y a continuación se despidió de su mujer y su hija: «Frances y Courtney, estaré en vuestro altar. Por favor, Courtney, sigue adelante. Por Frances, por su vida, que será mucho más feliz sin mí. ¡Os quiero! ¡Os quiero!». A continuación cogió una escopeta y se disparó.
Inmediatamente después de la noticia de su fallecimiento empezaron a sucederse los homenajes, más o menos interesados. En noviembre, medio año después, su discográfica publicó el disco MTV Unplugged in New York, un directo grabado para la cadena de televisión un año antes y cuya salida provocó no pocas controversias sobre la utilización comercial de la muerte de Cobain a costa de un material que el músico nunca hubiese querido ver publicado. Aún así, se vendieron cinco millones de copias de aquel trabajo mientras el culto al mito comenzaba a fraguarse.
Sin embargo, sería injusto juzgar el legado de Nirvana y de Cobain por las versiones aligeradas que componían aquel directo. Para entender al hombre y al músico hay que bucear en sus tres discos de estudio: Bleach (1989), Nevermind (1991) e In utero (1993). Los tres componen una amalgama furiosa de ruido guitarrero con sensibilidad pop para la melodía y unas letras sobre la alienación en unos Estados Unidos enriquecidos tras la era Reagan, aunque dañados moralmente por la exaltación del individualismo. Heavy metal con los Beatles. Los Pixies y Daniel Johnston...
Bleach es el álbum que mejor se ajusta dentro del canon 'grunge'. Publicado en el sello Sub Pop (del que también salieron Mudhoney y Soundgarden) y producido por Jack Endino, el disco recoge los alaridos de Kurt Cobain hasta perder la voz, cantando de amores que duelen y de la desorientación de ser joven y no sentir un excesivo aprecio por uno mismo. El disco apenas trascendió más allá de la escena de Seattle.
Es complicado hacer una introducción de Nevermind, el segundo disco del grupo. Grabado con la formación clásica de Nirvana (Kurt a la guitarra y voz, Dave Grohl a la batería y Krist Novoselic al bajo), Nevermind deja atrás la etiqueta del 'grunge' para apostar por un rock tan demoledor como bailable. Uno de esos discos en los que parece que no sobra nada, empezando por ese arranque con 'Smells like teen spirit', uno de los himnos generacionales incontestables de la música popular reciente, una indescifrable oda a la adolescencia artificial y la falta de sentido. Desplegando un abanico de registros amplísimo, Cobain pasaba de la ametralladora rock ('Breed', 'Lithium', 'Territorial pissings') a la delicada belleza de 'Come as you are' y 'Polly'. El disco supuso el salto a la discográfica Geffen (que luego sería absorbida por Universal) y contó con Butch Vig (componente de Garbage) como productor. El disco desató la locura (se calcula que ha vendido unos 30 millones de copias) y, de repente, Cobain se vio en la tesitura de ser una estrella del rock con el que las chicas forraban sus carpetas y al que los chicos imitaban su 'look': jerseys y chaquetas de punto gigantescas, camisas de leñador, pelo sobre la cara, pantalones de pana caídos...
Embarcado en sucesivas giras mundiales en las que cada vez se sentía más a disgusto, Cobain se llevó a Novoselic y Grohl de nuevo al estudio en 1993 para In utero, su último disco, producido por Steve Albini (Big Black, Shellac). Allí estaban la desafiante 'Rape me' ('Viólame') y 'Heart shaped box', pero también, en un nuevo juego de contraste entre furia y calma, 'All apologies' y 'Pennyroyal Tea'.
Precisamente en el sencillo de este último tema se incluía, a modo de cara B, un tema: 'I hate myself and want to die' ('Me odio y quiero morir'). Mucho se ha especulado sobre su significado y si realmente era un aviso de lo que más tarde sucedió o si Kurt estaba bromeando con su imagen pública. En cualquier caso, fue el último lanzamiento de Kurt en vida, aunque la compañía dedicó destruir todas las copias del 'single' para evitar suspicacias sobre el final de la estrella que brilló hasta quemarse.
REGRESAR A LA REVISTA