Rancho Las Voces: Teatro / Colombia: «Bodas de sangre», pasada por la «túrmix» del humor coreano
La vigencia de Joan Manuel Serrat / 18

lunes, abril 14, 2014

Teatro / Colombia: «Bodas de sangre», pasada por la «túrmix» del humor coreano

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Escena de Bodas de sangre del coreano Lee Youn-Taek y su compañía Theatre Troupe Georipae. (Foto: Choiyongseok)

C iudad Juárez, Chihuahua. 13 de abril de 2014. (RanchoNEWS).- Aunque pegue tan poco como los tallarines con lentejas, el público que asistió al estreno mundial en Bogotá del Bodas de sangre del coreano Lee Youn-Taek y su compañía Theatre Troupe Georipae acabó en pie, entusiasmado. Entre vítores, los 40 intérpretes de la tragedia lorquiana bajaron a bailar al improvisado patio de butacas del coliseo cubierto El Campin, que no pareció acusar el pésimo sonido y la dificultosa visibilidad de un espectáculo de gran formato ideado en un principio para la plaza de toros de la ciudad. Bodas de sangre es un musical (en plan fusión Circo del Sol) que mezcla el folclore andaluz y el coreano en una suerte de combinado universal que entusiasma en Asia y, también, en Colombia. La intención inicial de Youn-Taek, cuyo Hamlet de hace dos años le abrió de par en par las puertas del Festival Iberoamericano de Teatro, era haber hecho el experimento latino-oriental con Gabriel García Márquez, pero en un rapto de sensatez dio marcha atrás y decidió meterle mano al más sufrido Lorca. Ambos, según el director coreano, beben del mismo «realismo mágico» y visto el éxito con el imaginario del poeta granadino Macondo será la próxima parada. Una nota de Elsa Fernández-Santos López para El País:

«Para mí Lorca es un héroe, un mentor, un ídolo. Yo soy poeta y dramaturgo, como él. Y como él quiero modernizar la tradición de mi país», afirma Youn-Taek, que niega que el cambio de escenario haya perjudicado su idea del montaje, algo que sí confirma la directora del certamen, Anamarta de Pizarro. «Quizá él no quiere contarlo, pero cuando supo que el Ayuntamiento había cerrado la plaza de toros, lógicamente, se puso furioso. El espectáculo tenía muchos elementos de fuego que no ha podido trasladar a un recinto cerrado. Él no había visto una plaza de toros hasta hace dos años, con su anterior montaje, y quedó fascinado». El hermoso coso de La Santamaría, situado en pleno centro, enterrado entre el barrio de La Macarena y el de San Diego, fue cerrado por el alcalde Gustavo Petro (cuya destitución e inhabilitación por quince años ha sacudido como un escalofrío la vida política de Colombia) en medio de una campaña antituarina de la que hoy por hoy no sabe muy bien en qué quedará.

Con albero o sin él, este Bodas de sangre resulta grotesco en los tramos andalucistas, donde cada zapateado duele, pero crece en su propio terreno: como el de la boda o el de las niñas-marionetas. Lo más chocante, e interesante, es que bajo la óptica coreana la tragedia lorquiana acaba en comedia y celebración de la vida. «El flamenco aguanta el dolor y con su angustia mueve la tierra. En Corea del Sur, sin embargo, llevamos el dolor al terreno de la comedia, es nuestra manera de resolverlo, vomitarlo hasta convertirlo en su contrario. Es una de las expresiones más características de nuestra cultura y esa manera de ver la vida es la gran novedad de esta versión de la obra de Lorca», explica el director.

Cuesta reírse ante los versos de esa madre ya sin hijo, robado de su vida con «un cuchillo, con un cuchillito, que apenas cabe en la mano»; o con el dolor de la novia ensangrentada —«¡Ay, qué cuatro galanes traen a la muerte por el aire!»—, pero las dos, reventando los tímpanos con los famosos versos, logran una curiosa subida de adrenalina que el público recibió jocoso. «Hay que expulsar la culpa», explica Youn-Taek, que lleva a la escena final un ritual funerario tradicional de su país. «Ese canto es un canto de perdón porque en la vida siempre hay perdón, es una mirada positiva que está encerrada en la naturaleza misma de las mujeres. El mundo de los hombres siempre acaba en tragedia pero las mujeres transforman la tragedia en vida porque no les queda otro remedio».


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