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El músico en 1967. (Foto: Jerry Schatzberg )
C
iudad Juárez, Chihuahua. 7 de enero de 2015. (RanchoNEWS).- «Frank Zappa sería un superventas si el mundo no fuera una mierda. Es el gran genio de la música del siglo XX. Avergonzaos, no tenéis ni puta idea de quién es.» El Gran Wyoming expresa así su admiración por el heterodoxo músico de culto que publicó 70 discos y se alimentó de géneros tan dispares como el blues, la música concreta, el rock psicodélico, el doo-wop, el jazz y hasta la música orquestal. Los estudió todos de manera autodidacta y los reinventó a su antojo con buenas dosis de humor, parodia y sátira sociopolítica. Una nota de Fernando Díaz de Quijano para El Cultural:
Zappa (Estados Unidos, 1940-1993) escribió sus memorias en 1988 ayudado por el escritor Peter Occhiogrosso y ahora han sido publicadas por primera vez en español por la editorial Malpaso. La verdadera historia de Frank Zappa. Memorias es un libro enormemente divertido, tanto por su profusión de insólitas anécdotas como por el humor cáustico con que las cuenta Zappa. «Uno de los motivos de meterme en esto es la proliferación de libros estúpidos (en varios idiomas) que, por lo visto, hablan sobre mí. Pensé que debería haber al menos uno que tratase temas reales», explicaba el creador de los Mothers of Invention, que en estas páginas hizo recuento de su vida 5 años antes de morir. «Os aviso de que este libro no intenta ser una especie de historia oral 'completa'. Su única finalidad es entretener», advertía en la primera página.
Zappa fue un freak prácticamente desde la cuna. Nació en Baltimore, Maryland, en plena Segunda Guerra Mundial y en el seno de una familia de ascendencia mediterránea -siciliana, griega, árabe y francesa-. Su padre hacía extraños trabajos para el ejército estadounidense en los campos de la balística, la química y la meteorología, sirviendo incluso como conejillo de indias para probar sustancias tóxicas. A menudo se traía el trabajo a casa en forma de pegotes de mercurio y DDT. No sorprende que el pequeño y enfermizo Frank se convirtiera muy pronto en un enamorado de los explosivos y los experimentos químicos, una obsesión que no se le pasó ni cuando estuvo a punto de volarse la entrepierna mientras fabricaba un petardo en el garaje. Mientras tanto, en el colegio, el test de Kuder predijo que su trabajo ideal sería de oficinista.
Una de las primeras influencias musicales de Zappa fue Edgar Varèse, uno de los padres de la música concreta -la que incorpora sonidos de todo tipo-, e incluso consiguió su número para hablar con él por teléfono. Obligaba a sus amigos a escuchar Ionisation, una composición con ruidos de sirena y rugidos de león. «Pensaba que era el mejor test de inteligencia. Ellos pensaban que a mí me faltaba un tornillo». También le gustaban Stravinski y Webern. Era un bicho raro de los gordos.
Pero también escuchaba rhythm and blues, como los chicos normales de la época. Se mudó con su familia a Lancaster, California, y en el instituto fundó su primera banda, los Black-Outs. «Éramos la única banda de R&B de todo el desierto de Mojave», recuerda. Luego comenzó su deambular por varias bandas sin mucho éxito, como los Soots o los Soul Giants. «Había por todas partes grupos que eran clones de los Beatles. Nosotros no llevábamos el pelo largo, no íbamos de uniforme y éramos más feos que la hostia. Éramos, dicho de un modo bíblico, no aptos para el trabajo».
En aquella época fue cuando un agente secreto del FBI le tendió una trampa y le incitó a grabar una cinta de audio porno para luego arrestarle por ello. Pasó unos días en la cárcel y aquello fue el comienzo de su eterna batalla contra la pacatería, que le persiguió siempre. En el capítulo 7, Zappa cuenta cómo llevó a juicio a la mismísima Corona británica por incumplimiento de contrato, a causa de la cancelación de un concierto de la Royal Philarmonic Orchestra y los Mothers of Invention. La disputa se convirtió en un «juicio por obscenidad» en el Old Bailey, el tribunal de la Corona, donde el músico fue interrogado por el juez y el abogado del Albert Hall acerca del supuesto contenido inapropiado de sus letras, que fueron examinadas una por una en un auténtico diálogo de besugos que Zappa transcribe en el libro.
Continúa Zappa recordando sus incursiones en la música orquestal y las propuestas que le llegaban de diferentes orquestas del mundo -sobre todo de Europa- para interpretar y grabar sus composiciones, «siempre con el mismo resultado: nada de música y muchos gastos. El caso es que al final me dije: 'Estas orquestas europeas son un puto coñazo'». Finalmente, tras muchos dolores de cabeza por motivos técnicos y sindicales, consiguió grabar y lanzar dos álbumes junto a la London Symphony Orchestra.
Además de entretenernos con vivencias surrealistas, el libro de Zappa resultará muy interesante para todos aquellos interesados en la teoría y la historia de las técnicas empleadas en los estudios de grabación, especialmente el capítulo 8, «Todo sobre la música». En él, el músico comparte sus conocimientos técnicos y sus trucos de composición, sin abandonar en ningún momento el tono lúdico y desacralizador.
En los capítulos finales, Zappa continúa riéndose de todo: de las malas críticas que a menudo tuvo, del conservadurismo y la doble moral norteamericana -ver el extenso capítulo «Las guerras del porno»-, del Estado, de la Iglesia y hasta de sus fracasos como padre. Está claro que Zappa escribió estas memorias como caminó por la música y la vida: con las cartas boca arriba y una sonrisa mordaz en la cara.
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