Neil Peart provocaba tal asombro en su precisión, su sentido del ritmo, su musicalidad y solvencia que daba gusto verlo y escucharlo. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 13 de enero de 2020. (RanchoNEWS).-Si alguien nos hubiera sacado una foto, seguramente nuestro rostro parecería el de pibes que aún creen en los Reyes Magos en la mañana del 6 de enero. Fernando Poroto D’Addario –el lector de este diario no necesita mayores referencias-, Augusto Costanzo –uno de los mejores ilustradores que dio este país en los últimos años- y yo, esperando en una fila cercana al escenario para saldar una de las pocas deudas que quedaban tras llenar varios casilleros de nuestra cultura rock. Rush en vivo. Rush en GEBA. Nos salíamos de la vaina.
En nuestra adolescencia, el de la banda que integraban Geddy Lee, Alex Lifeson y Neil Peart era un caso raro. Se los solía poner en la estantería del rock pesado, aunque lo suyo se alejaba un poco de los pilares que conformaron Led Zeppelin, Deep Purple y Black Sabbath. Había evidentes nexos con el rock progresivo, aunque tampoco podía pegárselos a Yes, Genesis, Emerson, Lake & Palmer o King Crimson. Rush era... Rush. Una banda que te podía clavar una larga suite en el lado 1 de 2112, pero también capaz de firmar un tema apropiado para las masas como «Tom Sawyer» o «The Spirit of Radio».
El texto de Eduardo Fabregat es publicado por Página/12
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