Rancho Las Voces: Textos / «Ingmar Bergman: el caballero y la muerte» por Rafael Narbona
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martes, enero 21, 2020

Textos / «Ingmar Bergman: el caballero y la muerte» por Rafael Narbona

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Ingmar Bergman. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 21 de enero de 2020. (RanchoNEWS).- Las metáforas visuales perduran cuando expresan un sentimiento colectivo. La famosa partida de ajedrez entre el cruzado Antonius Block y la Muerte en una playa rocosa oscurecida por un cielo invernal refleja el temor que nos infunde nuestra finitud. ¿Quién no ha pensado en la hora de su muerte? ¿Quién no ha experimentado alguna vez la sensación de avanzar hacia un precipicio y no poder eludir ese destino? En El séptimo sello, el célebre clásico de Ingmar Bergman, Antonius Block –interpretado por Max von Sydow– regresa de las Cruzadas hundido en la desesperanza. Participar en la lucha por la recuperación de los santos lugares no ha aliviado su insatisfacción vital. Su búsqueda de Dios ha resultado infructuosa y sabe que su tiempo se acaba. Cuando aparece la Muerte y reclama su presencia, intenta demorar su ocaso con una partida de ajedrez. A fin de cuentas, la vida es un juego y no se acabará mientras podamos ensayar un nuevo movimiento. Bergman vierte en sus personajes su lucha existencial por la fe, mostrando con amargura su fracaso. Su escepticismo no le acarrea paz, sino desesperación. Sus primeros planos destacan la importancia de cada persona, de cada realidad individual. Al cineasta sueco, la eternidad impersonal de algunas religiones solo le produce desolación. Dios debe ser el garante de la suma de nuestros actos. La inmortalidad carece de sentido, si no preserva nuestra identidad, con sus recuerdos, peripecias y vivencias. Antonius Block llama a la puerta de la eternidad, pero piensa que tal vez no hay nada al otro lado, salvo vacío y oscuridad. Ha derramado su sangre y la de los infieles por Cristo, pero ahora solo tiene una calavera entre las manos, anunciándole que su vida acabará pronto. Se pregunta por qué Dios no se manifiesta, por qué se mantiene oculto, por qué nos exige una fe que no puede sostenerse con evidencias o, en su defecto, con signos inequívocos.

Rodada en 1957, El séptimo sello recoge la angustia existencial de una época que ha abrazado el nihilismo, movida por la convicción de que el mito de Sísifo es la mejor alegoría de la aventura humana. La conciencia es una aberración de la naturaleza, un fósforo que calcina la alegría de vivir de los seres irracionales, un destello aciago de la materia. Hay que escoger entre vivir o no vivir, perseverar en una rutina estéril o liberarse mediante el suicidio. Albert Camus comprendió perfectamente ese dilema. La existencia es absurda, pero saberlo nos hace libres. Podemos elegir y elegimos una rebeldía inútil, casi grotesca. Se trata de una victoria pírrica, pero dignificada por la clarividencia. En El séptimo sello, Bergman, hijo de un pastor protestante, se distancia de la iglesia, pero no de la fe. En 1958, aún declara que el ateísmo lleva al ser humano a un callejón sin salida, pero con el personaje de Antonius Block ya ha pisado el umbral de un materialismo frío y sin esperanza. El caballero Block muestra su pesar en la imperfecta sombra de un confesionario, sin sospechar que no habla con un sacerdote, sino con la Muerte: «¿Por qué la cruel imposibilidad de alcanzar a Dios con nuestros sentidos? ¿Por qué se nos esconde en una oscura nebulosa de promesas que no hemos oído y de milagros que no hemos visto? ¿Por qué no logro matar a Dios en mí? ¿Por qué sigue habitando en mi ser? ¿Por qué me acompaña humilde y sufrido a pesar de mis maldiciones, que pretenden eliminarlo de mi corazón?».

El texto de Rafael Narbona es publicado por El Cultural

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