Fellini en Roma durante la filmación de Amarcord. (Foto: Télam)
C iudad Juárez, Chihuahua. 20 de enero de 2019. (RanchoNEWS).- Un sesentón de aspecto conservador tiene un desayuno romántico con una veinteañera preciosa y seductora. Su mesa está instalada bajo un árbol en medio de la bellísima campiña italiana y él, conmovido por su suerte, no puede más que reconocer su felicidad. Es justo en ese momento que la pata de su silla queda atrapada entre los rieles de una vía ferroviaria. Sorprendido busca a la chica con la mirada pero ya no está frente a él, sino que subida a una rama le avisa que el tren se acerca. Cuando vuelve a tomar consciencia, el pobre descubre que está atado a la silla y que no puede escapar. El tren está ahí nomás y ahora la desesperación lo dejó sin palabras. Enseguida se despierta a los gritos en su habitación. En la siguiente escena está en el consultorio de su psicoanalista, quien le dice que «el timón de la vida siempre está en nuestras manos» y que en ocasiones la ayuda del Banco de Roma «puede ser providencial». Atribulado, el hombrecito quiere saber más, pero el analista le responde que él solo se ocupa «de cuestiones psicológicas» y que «para todo lo demás está el Banco de Roma». «Acepte mi consejo y sus noches serán más tranquilas», concluye el émulo de Freud. El corto titulado Desayuno sobre la hierba es uno de los tres que Federico Fellini filmó en 1992 para la campaña publicitaria del banco romano. Esos tres spots fueron lo último que el italiano dirigió antes de morir al año siguiente. A pesar de su origen bastardo, todos ellos son legítimamente «fellinescos» y exhiben ese poderoso núcleo estético y el imaginario que definen la obra de quien es uno de los grandes maestros del cine en el siglo XX, de cuyo nacimiento en la ciudad italiana de Rímini hoy se cumplen cien años.
Considerado uno de los creadores más talentosos de la historia del cine, Fellini es quizá el nombre más importante dentro de la genealogía del séptimo arte en Italia. Su nombre se destaca incluso por encima de pesos pesados como Vittorio De Sica, Michelangelo Antonioni, Roberto Rossellini, Pier Paolo Pasolini, Sergio Leone o Luchino Visconti. Imposible decir si fue el mejor, porque esa es una categoría demasiado contaminada por la subjetividad, pero sin dudas su obra es la que mayor popularidad le dio al cine de su país alrededor del mundo. Películas como La strada, La dolce vita, Las noches de Cabiria, 8½ o Amarcord suelen ser citadas entre las mejores de la historia. En ellas la ficción siempre remite con ironía a la realidad y el humor se trenza con el drama en universos siempre luminosos, a veces idílicos, en donde el enrarecimiento onírico es el código a través del cual se expresan la nostalgia y una memoria que nunca resigna emotividad.
Una nota de Juan Pablo Cinelli para Página/12
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