Patrullas de desescombro retirando los restos de casas y calles. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 23 de enero de 2020. (RanchoNEWS).- Cada año, la noche del 13 de febrero, los dresdenses se reúnen en plazas y calles para conmemorar el momento más dramático de la secular historia de la ciudad, el bombardeo aliado que en el epílogo de la Segunda Guerra Mundial se llevó la vida de entre 25.000 y 40.000 de sus habitantes. «Estuve allí el año pasado. Interpretan el Réquiem de Dresde, compuesto específicamente en 1947 y a las 21:45 todas las campanas de la ciudad empiezan a tañer, porque esa es la hora a la que empezaron a caer las bombas», explica a El Cultural el escritor y crítico literario Sinclair McKay (Londres, 1967), que en su minucioso y vívido ensayo Dresde 1945. Fuego y oscuridad (Taurus) reconstruye multitud de testimonios que, como teselas de un mosaico, van formando la terrible imagen de lo que fue aquella terrible noche. «Al escuchar eso en la oscuridad de la plaza, uno no puede evitar mirar hacia el cielo esperando ver las luces de los aviones. Así es como Dresde recuerda que el pasado solamente está a unos pasos».
Capital de Sajonia desde finales del siglo XV, la ciudad se contó siempre entre las grandes urbes germanas y durante los siglos XVIII y XIX, y hasta principios del siglo XX, «era una ciudad muy abierta, cultural y cosmopolita, un gran centro cultural receptor de múltiples influencias florentinas, venecianas y barrocas que destacaba en todos los campos, especialmente la arquitectura y la música», apunta McKay, que recrea al inicio de su texto este ambiente vibrante y creativo que llevó, por ejemplo al escritor Stefan Zweig a ir a vivir allí desde Viena para trabajar con Richard Strauss en la famosa ópera de la ciudad.
Una nota de Andrés Seoane para El Cultural
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