C iudad Juárez, Chihuahua. 26 de octubre de 2021. (RanchoNEWS).- Cien años de ires y venires en la educación pública demuelen todo optimismo. El talento de algunos de sus titulares ha terminado por diluirse en el caos, pareciera que deliberado, por traicionar primero y destruir después una idea de nación plural en sus convicciones, diversa en sus orígenes, culta en la preservación de lo propio y la suma de los aportes foráneos, responsable de un tiempo caleidoscópico a según lo vibren las fuentes de nuestra identidad: las originarias de las constelaciones indígenas, el Mediterráneo en su versión hispánica, la negritud con sus contrastes, los núcleos europeos y asiáticos, los tránsitos sudamericanos y caribeños, y todavía más sociedades, latitudes y civilizaciones nutrientes…
No se debe banalizar el pasado, salvo a riesgo de asumir un narcisismo estéril. Justo Sierra Méndez (1848-1912), «maestro de América», antecede la creación de la dependencia, pues fue secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes (1905-1911), de tal suerte que eso evita ponderar sus logros, apunto y califico de enormes, por cierto. Subrayó, además, que la «dictadura social» o el «cesarismo espontáneo» como él calificó al régimen porfirista, evitó la anarquía y confiaba en que: «Es la educación la que genera mejores condiciones de justicia; educar evita la necesidad de castigar». Por encima de la contradicción entre conservadores y liberales reabrió y refundó la Universidad entonces como Nacional de México, haciendo de ella un instrumento promotor del conocimiento crítico, orientado a la resolución de los problemas nacionales.
El texto de Luis Ignacio Sáinz lo publica El Heraldo de México