José Antonio Millán.
De la biblioteca de su abuelo -escritor, crítico y traductor de Shakespeare y Dante al español- salieron los primeros libros importantes que leyó: de El hombre que fue Jueves a ("¡ejem!")
El Satiricón. Así, José Antonio Millán (Madrid, 1954) le endosa a su
familia el fuerte amor que siente por las palabras.
Porque sucede que este licenciado en filología hispánica ha trabajado toda su vida en el mundo editorial. Ha sido corrector de pruebas y director editorial de Taurus Ediciones; estuvo al frente de la primera edición en CD-ROM del Diccionario de la Real Academia y creó el Centro Virtual del Instituto Cervantes en Internet; es autor de una veintena de libros y mantiene un obser- vatorio de diccionarios, lengua, lenguaje de los signos (y otras cosas) en http://jamillan.com. ¡Ah!, y acaba de publicar Perdón imposible / Guía para una puntuación más rica y consciente (Océano / RBA). Desde España, vía correo electrónico, José Antonio Millán responde algunas preguntas.
-¿De dónde le viene su amor por las palabras?
-Creo que de familia: mi abuelo era escritor y crítico. Mi madre también escribía: cuentos infantiles. Cuando mi familia materna se reunía por Navidad se hacían concursos de poesía, se competía en repentizar villancicos... A mi tío abuelo le podías abrir el Quijote por cualquier página, empezar a leerlo, y él continuaba; de memoria. Pero de mi padre, médico, saqué también de pequeño algo muy importante, las etimologías: palabras que escondían otras palabras dentro de ellas: el corte en "anatomía" o el agua en "hidrógeno"...
-A partir de su conocimiento y uso de las nuevas tecnologías (Internet, CD-ROM), ¿considera que han sido explotadas plenamente las capacidades de estos medios para conocer más y mejor nuestro idioma?
-Los nuevos medios están permitiendo un conocimiento de nuestra lengua como antes no podíamos ni soñar... El DVD del Tesoro de la Lengua Española que editó la Academia tiene todos los diccionarios de español surgidos a lo largo de la historia. Google pone a tu alcance cualquier palabra que te interese, viva y en su contexto real. Si quiero saber cómo se usa zangolotear/zangolotiar tengo en seguida un buen puñado de ejemplos al alcance. La Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes me proporciona acceso a una inmensa cantidad de obras, literarias o no, de España y América. El español tiene una cantidad prodigiosa de periódicos en línea... Al tiempo, es cierto, también tenemos a nuestro alcance (en foros o en páginas web) escritos que antes sólo leíamos en la pared del retrete... Ese es el aspecto más curioso de la Internet: que es una ventana simultánea a la estantería de la biblioteca, al kiosko de prensa y al muro de los grafiti...
El título del más reciente libro de José Antonio Millán, Perdón imposible, tiene su origen en una conocida anécdota atribuida, entre otros reyes, a Carlos V. Resulta que, como cuenta Millán en el prólogo, al emperador se le pasó, para que la firmara, una sentencia que decía así: "Perdón imposible, que cumpla su condena." Al monarca le ganó su magnanimidad, dice Millán, y antes de firmarla movió la coma de sitio: "Perdón, imposible que cumpla su condena." Y de ese modo, una coma cambió la suerte de algún desgraciado.
-¿Por qué, si es tan importante saber puntuar, en la educación se pone mayor énfasis en la ortografía de las letras?
-La lengua es ante todo voz, es aire y espíritu, pero cuando se pone por escrito, cuando se cristaliza, pierde momentáneamente su pulso, su ritmo, sus inflexiones. La puntuación permite preservar estos aspectos. Sin embargo es mucho más fácil enseñar orto- grafía que enseñar a puntuar. Si digo que "las palabras acabadas en bilidad, bundo y bunda se escriben con b, excepto movilidad", puedo saber cómo se escriben palabras que jamás he leído, como "intangibilidad". Pero con la puntuación no hay reglas tan claras...
Un lector perspicaz o quisquilloso, según sea el caso, habrá notado ya la constante presencia de los puntos suspensivos en las respuestas de José Antonio Millán. Pues bien, a la pregunta de si acaso existe un signo de puntuación que le parezca más bonito que los otros, Millán responde con lo siguiente:
-Bueno: a mí me gustan mucho los puntos suspensivos... Les veo una cualidad..., ¿cómo decirlo...? Una potencialidad poética, evocadora...
Y en su libro apunta: "El punto tiene algo de fijo, de permanente, de cierre inapelable. Es como el clavo que remacha el final de una oración. Sin embargo, en cuanto se multiplica expresa la idea opuesta: tres puntos no cierran triplemente una frase, sino que la prolongan de modo misterioso..."
-¿Y cuál signo de puntuación le parece el más alegre y cuál el más difícil de manejar?
-Ahí tendría que recoger una frase del escritor cubano, y gran jugador con las palabras, Guillermo Cabrera Infante, que califica a las comas de "alegres, diversas, múltiples". Efectivamente: las comas son como los niños de los signos de puntuación, están por todas partes, a veces se te meten entre los pies y tropiezas con ellas, pero otras veces te ayudan o hacen pequeños recados... Por otro lado, hay un signo que es un poco la Cenicienta de la puntuación, y no sólo en español, sino también en lenguas como el francés: el punto y coma. Yo lo empleo mucho porque me resulta muy útil, pero en la prensa se utiliza muy poco, y sorprendentemente hay novelistas que jamás lo usan. Mi última sorpresa a este respecto ha sido 2666 de Ricardo Bolaño: una novela asombrosa y larguísima, donde juraría que no hay ni un solo punto y coma...
El Satiricón. Así, José Antonio Millán (Madrid, 1954) le endosa a su
familia el fuerte amor que siente por las palabras.
Porque sucede que este licenciado en filología hispánica ha trabajado toda su vida en el mundo editorial. Ha sido corrector de pruebas y director editorial de Taurus Ediciones; estuvo al frente de la primera edición en CD-ROM del Diccionario de la Real Academia y creó el Centro Virtual del Instituto Cervantes en Internet; es autor de una veintena de libros y mantiene un obser- vatorio de diccionarios, lengua, lenguaje de los signos (y otras cosas) en http://jamillan.com. ¡Ah!, y acaba de publicar Perdón imposible / Guía para una puntuación más rica y consciente (Océano / RBA). Desde España, vía correo electrónico, José Antonio Millán responde algunas preguntas.
-¿De dónde le viene su amor por las palabras?
-Creo que de familia: mi abuelo era escritor y crítico. Mi madre también escribía: cuentos infantiles. Cuando mi familia materna se reunía por Navidad se hacían concursos de poesía, se competía en repentizar villancicos... A mi tío abuelo le podías abrir el Quijote por cualquier página, empezar a leerlo, y él continuaba; de memoria. Pero de mi padre, médico, saqué también de pequeño algo muy importante, las etimologías: palabras que escondían otras palabras dentro de ellas: el corte en "anatomía" o el agua en "hidrógeno"...
-A partir de su conocimiento y uso de las nuevas tecnologías (Internet, CD-ROM), ¿considera que han sido explotadas plenamente las capacidades de estos medios para conocer más y mejor nuestro idioma?
-Los nuevos medios están permitiendo un conocimiento de nuestra lengua como antes no podíamos ni soñar... El DVD del Tesoro de la Lengua Española que editó la Academia tiene todos los diccionarios de español surgidos a lo largo de la historia. Google pone a tu alcance cualquier palabra que te interese, viva y en su contexto real. Si quiero saber cómo se usa zangolotear/zangolotiar tengo en seguida un buen puñado de ejemplos al alcance. La Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes me proporciona acceso a una inmensa cantidad de obras, literarias o no, de España y América. El español tiene una cantidad prodigiosa de periódicos en línea... Al tiempo, es cierto, también tenemos a nuestro alcance (en foros o en páginas web) escritos que antes sólo leíamos en la pared del retrete... Ese es el aspecto más curioso de la Internet: que es una ventana simultánea a la estantería de la biblioteca, al kiosko de prensa y al muro de los grafiti...
El título del más reciente libro de José Antonio Millán, Perdón imposible, tiene su origen en una conocida anécdota atribuida, entre otros reyes, a Carlos V. Resulta que, como cuenta Millán en el prólogo, al emperador se le pasó, para que la firmara, una sentencia que decía así: "Perdón imposible, que cumpla su condena." Al monarca le ganó su magnanimidad, dice Millán, y antes de firmarla movió la coma de sitio: "Perdón, imposible que cumpla su condena." Y de ese modo, una coma cambió la suerte de algún desgraciado.
-¿Por qué, si es tan importante saber puntuar, en la educación se pone mayor énfasis en la ortografía de las letras?
-La lengua es ante todo voz, es aire y espíritu, pero cuando se pone por escrito, cuando se cristaliza, pierde momentáneamente su pulso, su ritmo, sus inflexiones. La puntuación permite preservar estos aspectos. Sin embargo es mucho más fácil enseñar orto- grafía que enseñar a puntuar. Si digo que "las palabras acabadas en bilidad, bundo y bunda se escriben con b, excepto movilidad", puedo saber cómo se escriben palabras que jamás he leído, como "intangibilidad". Pero con la puntuación no hay reglas tan claras...
Un lector perspicaz o quisquilloso, según sea el caso, habrá notado ya la constante presencia de los puntos suspensivos en las respuestas de José Antonio Millán. Pues bien, a la pregunta de si acaso existe un signo de puntuación que le parezca más bonito que los otros, Millán responde con lo siguiente:
-Bueno: a mí me gustan mucho los puntos suspensivos... Les veo una cualidad..., ¿cómo decirlo...? Una potencialidad poética, evocadora...
Y en su libro apunta: "El punto tiene algo de fijo, de permanente, de cierre inapelable. Es como el clavo que remacha el final de una oración. Sin embargo, en cuanto se multiplica expresa la idea opuesta: tres puntos no cierran triplemente una frase, sino que la prolongan de modo misterioso..."
-¿Y cuál signo de puntuación le parece el más alegre y cuál el más difícil de manejar?
-Ahí tendría que recoger una frase del escritor cubano, y gran jugador con las palabras, Guillermo Cabrera Infante, que califica a las comas de "alegres, diversas, múltiples". Efectivamente: las comas son como los niños de los signos de puntuación, están por todas partes, a veces se te meten entre los pies y tropiezas con ellas, pero otras veces te ayudan o hacen pequeños recados... Por otro lado, hay un signo que es un poco la Cenicienta de la puntuación, y no sólo en español, sino también en lenguas como el francés: el punto y coma. Yo lo empleo mucho porque me resulta muy útil, pero en la prensa se utiliza muy poco, y sorprendentemente hay novelistas que jamás lo usan. Mi última sorpresa a este respecto ha sido 2666 de Ricardo Bolaño: una novela asombrosa y larguísima, donde juraría que no hay ni un solo punto y coma...