Rancho Las Voces: Grafiti introspectivo, desde el fondo del abismo, en un cuarto de hotel
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viernes, agosto 05, 2005

Grafiti introspectivo, desde el fondo del abismo, en un cuarto de hotel


Foto: María Meléndrez Parada. Iván Krassoievitch Posted by Picasa

ARTURO GARCIA HERNANDEZ

Tristeza es la habitación de un hotel en el Centro Histórico; es una pregunta grafiteada con letra de prescolar sobre un muro: Mamá?; es el rostro sonriente de un suicida ante el cañón de una pistola; es la voz de Billie Holliday en el tocacintas, untuosa y melancólica como silbato de tren a punto de partir. Lady sings the blues...

Tristeza es la mirada acuosa de Iván Krassoievitch (1980) hablando de dolor, de pérdidas, de soledad; recostado en una cama, junto a un catálogo del atormentado (y hoy difunto) Jean-Michel Basquiat: ''Fue el primer artista que me llegó, fue mi primer héroe".

Tristeza es la luz del día que entra por las ventanas a curio-sear entre envases vacíos de cerveza, colillas de cigarro y agonizantes botellas de tequila; es el registro en las paredes del proceso interno de Iván, de su descenso a los infiernos, de las batallas con sus demonios:

''Este cuarto es como mi interior, así soy por dentro."

Inhóspita esquina

Tristeza: ocho semanas en la habitación 305 del hotel Virreyes, avenida Izazaga y Eje Central: ''Esta esquina es una de las más inhóspitas de la ciudad. Desde las siete, ocho de la mañana oyes el motor de los tráileres, patrullas, cláxons.

''Llegué un sábado en la mañana, después de una noche de fiesta, con mucho miedo porque no sabía que hacer. Después empezaron las noches de locura, vi el cuarto como un gran formato, comenzaron a salir las cosas."

Tristeza: dibujos coloridos, aviones recurrentes, flores negras, un judicial llorando, desamor, muerte, violencia: ''Ni yo mismo sé si esto es arte, eso lo define el tiempo. No es una bandera que yo defienda, ni siquiera le entraría a una discusión sobre eso. Con que se diga algo, para mí es suficiente".

Tristeza, de Iván Krassoievitch -escribe Jorge Dorantes en un texto alusivo-, ''reclama un territorio propio de inmediatez, entraña, transparencia y crudeza: nos deja habitar su mundo sin chéiser. Es un graffiti interiorizado".

Tristeza -se extiende Dorantes, cómplice indiscreto- ''tuvo su origen en la intervención de un electroencefalograma practicado por psiquiatras de la UNAM a Iván Krassoievitch cuando era niño. El artista dibujó y escribió sobre 30 metros de gráficas producidas por sus propios impulsos eléctricos cerebrales (que por lo visto ya daban signos de que las cosas no andaban muy bien: al hojear el documento nos reíamos cada que aparecía la leyenda 'HIPERVENTILACION'). De aquella intervención surgió la más personal y entrañable pieza de arte conceptual que el que escribe (o sea, Dorantes) hubiera visto hasta entonces".

Ni denuncias ni crítica social

Tristeza -subraya el propio Iván- ''es ternura, inocencia rota. Más que como un arte, lo veo como un vómito. Estoy seguro de que la van a venir a ver jóvenes, pero me gustaría que vinieran señoras y señores como de la edad de mi papá (sicoanalista, 70 años) y ver sus rostros ante la obra. Mi papá no la conoce".

Tristeza no es arte de denuncia ni de pretendida crítica social. Al artista no le interesa: ''Tiene una carácter únicamente introspectivo, es interno". ¿Y por qué exponer, por qué hacer público algo tan íntimo, tan personal, tan doloroso? ''Es mi terapia, si no ya me hubiera quebrado."

Tristeza: un grito, una plegaria, un cuestionamiento desde el escepticismo, desde la falta de expectativas, desde el fondo del abismo. ¿Arte? Que responda la crítica. Lo cierto, lo palpable, lo perturbador es la autenticidad de los sentimientos y las emociones que animan ese desgarramiento de líneas, letras, lápiz, colores, papel...

Tristeza. Describe Jorge Dorantes: ''Arriba de una criatura que lleva lentes oscuros y está por volarse los sesos con una pistola crecen unas flores sonrientes. Lo que vemos en el cuarto del Virreyes es infantil y perverso: Tierno y violento. Calculado y enloquecido".

(Tristeza se inaugura el domingo a las dos de la tarde, en la habitación 305 del hotel Virreyes. El autor promete levantarse de la cama ese día para atender a los asistentes.)