Photography by Stephen Gregory
Óscar Enrique Ornelas
Desde el principio, la contracultura de los años sesenta del siglo XX tuvo un fuerte componente consumista y empresarial. Hoy, el propio capitalismo exhorta a ser diferente, a distinguirse, a ser tú, explican los investigadores canadienses Joseph Heath y Andrew Potter en Rebelarse vende, el negocio de la contracultura (Taurus).
Heath y Potter distan de ser dos conservadores fanáticos de Hayek. Se trata de un par de investigadores jóvenes, uno de los cuales fue músico punk. Pero han llegado a una conclusión que exponen en su libro Rebelarse vende: "Varias décadas de «rebeldía» no han cambiado nada, porque la teoría social en que se basa la contracultura es falsa. No vivimos en la «matriz», ni tampoco vivimos en el «espectáculo». Lo cierto es que el mundo en que vivimos es mucho más prosaico..."
Es Potter quien responde a las preguntas desde Canadá.
-"Actúen como personas nor- males". ¿Es su consejo?
-Es parte de nuestra recomendación. Otra manera de decirlo sería: ¡atrévanse a adap- tarse! Pensamos que uno de los más serios problemas culturales actuales, de comportamiento, en el sentido antropológico, es el miedo a seguir determinadas reglas, el temor a la normalidad, el temor al conformismo. El deseo de separarse constantemente de las masas, de ser un rebelde anticonformista, de hacer notar la individualidad, es visto a menudo como una manera de darle un manazo a las masas estúpidas, consumistas y conformistas para que reaccionen. Pero, desde nuestro punto de vista, el comportamiento rebelde ¡es una de las principales fuerzas que alimentan el consumismo! El consumo actualmente tiene que ver con la dis- tinción. Consumimos con el fin de separarnos de la multitud. Y la gran forma de ser diferente es convertirse en "rebelde". Más aún: la economía capitalista actual no requiere de la conformidad. Se sustenta en proveer de un caudal constante de nuevos productos que les permita a los consumidores sentirse diferentes.
-¿Estamos ante el fin de la rebelión?
-Sería bueno que la gente dejara de tratar de rebelarse. Pero, cuidado: no estamos diciendo que la gente debería dejar de involucrarse en protestas políticas. Nuestro argumento va en contra de una forma específica del pensamiento contracultural que concibe a la rebelión cultural (en la música, la vestimenta, las artes plásticas) como el medio por excelencia para subvertir el orden político. Creemos que esto es pura pérdida de tiempo. Si quieres cambiar el sistema, debes hacer algo más que envolverte en la actividad "cultural". La tarea es más ardua. Hay que unirse a una organización política, formar grupos para presionar a los políticos, proponer nuevas leyes... Reven- tarse en las calles u oír rock punk no va a cambiar el mundo.
-¿Qué quieren decir usted y Heath con eso de adoptar "una política progresista coherente" y "firmar la paz con las masas"? ¿Es la "tercera vía" al estilo canadiense?
-Por política progresista coherente entendemos una forma de hacer política mediante coaliciones que buscan usar los poderes gubernamentales (el sistema fiscal, el gasto público, la legislación, etcétera) para lograr determinados fines colectivos: detener el calentamiento global humanamente inducido, reducir la contaminación... Creemos que la izquierda política se ha visto dominada por una cierta forma de rebelión cultural, que aquí en Canadá llaman jamming (hacer ruido) que enfatiza la acción individual a costa de la acción colectiva. Esto ha llevado a una forma débil de hacer política orientada más hacia la persuación moral que a poner en práctica la auténtica fuerza política. Una de las causas principales de esto es que la izquierda se ha vuelto temerosa de la "sociedad de masas". En lugar de ver a las masas como un aliado esencial contra la elite, la izquierda le ha declarado la guerra a la población, especialmente deplorando su mal "gusto". Así, por ejemplo, la extendida oposición en muchas ciudades al establecimiento de supermercados Wal- Mart es una especie de resentimiento de clase alta ante los hábitos de consumo de las clases trabajadoras.
La izquierda, insiste Potter, "ha adoptado una visión ultraindividualista acorde con la cual ser anticonformista es una virtud cardi- nal. Pensamos que esto representa un problema si queremos asumir una política progresista coherente. Y, sí, hay que firmar la paz con las masas".
-Vayamos a un punto polémico. ¿Plantean ustedes una mayor regulación estatal? ¿Más impuestos para la publicidad?
-En términos generales, la respuesta es sí. Por ejemplo, creemos que si a usted no le gusta que haya tanta publicidad, una manera de reducirla (en Canadá) es pugnando porque los gastos en ese renglón no sean deducibles de impuestos. Esto sería más efectivo que hacer "ruido cultural" patro- cinado por la revista Adbusters.
-¿Cómo creen que se puede abordar el problema de la desigualdad?
-Se trata de un asunto muy complejo y difícil de resumir aquí. Vale la pena mencionar, sin embargo, que ni Joseph Heath ni yo vemos algo intrínsecamente malo en el afán de ganancia; tampoco pensamos que los problemas actuales sean causados por ese propósito. Son las fallas del mercado, y no la existencia del mercado en sí, las responsables de los problemas que la izquierda ha combatido durante dos siglos. La desigualdad surge de una diversidad de causas dependiendo del país, del sistema económico y de las instituciones políticas que se tengan. En general, podemos decir que la desigualdad puede ser combatida mediante una mezcla de una política fiscal progresiva y medidas de redistribución del ingreso. En algunos lugares se requiere de remedios más radicales. Estamos de acuerdo con el peruano Hernando de Soto quien propone dar derechos de propiedad a los ocupantes de tierras sin títulos en los países en desarrollo. Esto es algo que podría beneficiar también a los aborigenes en Canadá.
Desde el principio, la contracultura de los años sesenta del siglo XX tuvo un fuerte componente consumista y empresarial. Hoy, el propio capitalismo exhorta a ser diferente, a distinguirse, a ser tú, explican los investigadores canadienses Joseph Heath y Andrew Potter en Rebelarse vende, el negocio de la contracultura (Taurus).
Heath y Potter distan de ser dos conservadores fanáticos de Hayek. Se trata de un par de investigadores jóvenes, uno de los cuales fue músico punk. Pero han llegado a una conclusión que exponen en su libro Rebelarse vende: "Varias décadas de «rebeldía» no han cambiado nada, porque la teoría social en que se basa la contracultura es falsa. No vivimos en la «matriz», ni tampoco vivimos en el «espectáculo». Lo cierto es que el mundo en que vivimos es mucho más prosaico..."
Es Potter quien responde a las preguntas desde Canadá.
-"Actúen como personas nor- males". ¿Es su consejo?
-Es parte de nuestra recomendación. Otra manera de decirlo sería: ¡atrévanse a adap- tarse! Pensamos que uno de los más serios problemas culturales actuales, de comportamiento, en el sentido antropológico, es el miedo a seguir determinadas reglas, el temor a la normalidad, el temor al conformismo. El deseo de separarse constantemente de las masas, de ser un rebelde anticonformista, de hacer notar la individualidad, es visto a menudo como una manera de darle un manazo a las masas estúpidas, consumistas y conformistas para que reaccionen. Pero, desde nuestro punto de vista, el comportamiento rebelde ¡es una de las principales fuerzas que alimentan el consumismo! El consumo actualmente tiene que ver con la dis- tinción. Consumimos con el fin de separarnos de la multitud. Y la gran forma de ser diferente es convertirse en "rebelde". Más aún: la economía capitalista actual no requiere de la conformidad. Se sustenta en proveer de un caudal constante de nuevos productos que les permita a los consumidores sentirse diferentes.
-¿Estamos ante el fin de la rebelión?
-Sería bueno que la gente dejara de tratar de rebelarse. Pero, cuidado: no estamos diciendo que la gente debería dejar de involucrarse en protestas políticas. Nuestro argumento va en contra de una forma específica del pensamiento contracultural que concibe a la rebelión cultural (en la música, la vestimenta, las artes plásticas) como el medio por excelencia para subvertir el orden político. Creemos que esto es pura pérdida de tiempo. Si quieres cambiar el sistema, debes hacer algo más que envolverte en la actividad "cultural". La tarea es más ardua. Hay que unirse a una organización política, formar grupos para presionar a los políticos, proponer nuevas leyes... Reven- tarse en las calles u oír rock punk no va a cambiar el mundo.
-¿Qué quieren decir usted y Heath con eso de adoptar "una política progresista coherente" y "firmar la paz con las masas"? ¿Es la "tercera vía" al estilo canadiense?
-Por política progresista coherente entendemos una forma de hacer política mediante coaliciones que buscan usar los poderes gubernamentales (el sistema fiscal, el gasto público, la legislación, etcétera) para lograr determinados fines colectivos: detener el calentamiento global humanamente inducido, reducir la contaminación... Creemos que la izquierda política se ha visto dominada por una cierta forma de rebelión cultural, que aquí en Canadá llaman jamming (hacer ruido) que enfatiza la acción individual a costa de la acción colectiva. Esto ha llevado a una forma débil de hacer política orientada más hacia la persuación moral que a poner en práctica la auténtica fuerza política. Una de las causas principales de esto es que la izquierda se ha vuelto temerosa de la "sociedad de masas". En lugar de ver a las masas como un aliado esencial contra la elite, la izquierda le ha declarado la guerra a la población, especialmente deplorando su mal "gusto". Así, por ejemplo, la extendida oposición en muchas ciudades al establecimiento de supermercados Wal- Mart es una especie de resentimiento de clase alta ante los hábitos de consumo de las clases trabajadoras.
La izquierda, insiste Potter, "ha adoptado una visión ultraindividualista acorde con la cual ser anticonformista es una virtud cardi- nal. Pensamos que esto representa un problema si queremos asumir una política progresista coherente. Y, sí, hay que firmar la paz con las masas".
-Vayamos a un punto polémico. ¿Plantean ustedes una mayor regulación estatal? ¿Más impuestos para la publicidad?
-En términos generales, la respuesta es sí. Por ejemplo, creemos que si a usted no le gusta que haya tanta publicidad, una manera de reducirla (en Canadá) es pugnando porque los gastos en ese renglón no sean deducibles de impuestos. Esto sería más efectivo que hacer "ruido cultural" patro- cinado por la revista Adbusters.
-¿Cómo creen que se puede abordar el problema de la desigualdad?
-Se trata de un asunto muy complejo y difícil de resumir aquí. Vale la pena mencionar, sin embargo, que ni Joseph Heath ni yo vemos algo intrínsecamente malo en el afán de ganancia; tampoco pensamos que los problemas actuales sean causados por ese propósito. Son las fallas del mercado, y no la existencia del mercado en sí, las responsables de los problemas que la izquierda ha combatido durante dos siglos. La desigualdad surge de una diversidad de causas dependiendo del país, del sistema económico y de las instituciones políticas que se tengan. En general, podemos decir que la desigualdad puede ser combatida mediante una mezcla de una política fiscal progresiva y medidas de redistribución del ingreso. En algunos lugares se requiere de remedios más radicales. Estamos de acuerdo con el peruano Hernando de Soto quien propone dar derechos de propiedad a los ocupantes de tierras sin títulos en los países en desarrollo. Esto es algo que podría beneficiar también a los aborigenes en Canadá.