.
El artista muestra en la galería La Fábrica el resultado del Cuaderno de Artista que acaba de publicar la revista Matador. (Foto: Jacobo Medrano)
C iudad Juárez, Chihuahua. 17 de febrero de 2015. (RanchoNEWS).- Joan Fontcuberta (Barcelona, 1955) muestra en La Fábrica un trabajo inédito que, por primera vez además, se convierte en Cuaderno de Artista que ha editado y publicado la revista Matador en su último número. Se trata de 14 fotografías que muestran invitaciones de museos y galerías de arte recopiladas por el autor y transformadas en vestigios más o menos reconocibles por la acción voraz de unos caracoles silvestres que se convierten así en coautores de la obra. La serie Gastropoda, que así se llama, supone una reflexión en torno al tiempo y a la institución, temas recurrentes en su trabajo. Fontcuberta, uno de los nombres más originales de la fotografía contemporánea, es además crítico, docente y ensayista y ha dedicado su vida a investigar el lenguaje de la imagen. Premio Internacional de la Fundación Hasselblad (2013), premio Nacional de Ensayo (2011), premio Nacional de Fotografía (1998) y caballero de la Orden de las Artes y las Letras por el Ministerio de Cultura de Francia (1994), es también uno de los más internacionales. Hablar con él es siempre un interesante placer. La entrevista es de Paula Achiaga para El Cultural:
Museos y galerías devorados por la lenta pero constante acción de los caracoles... ¿Nos explica la metáfora?
Hoy producimos tantas imágenes que las hemos de consumir a una velocidad vertiginosa. No hay pausa para distanciarse y reflexionar. Los caracoles nos remiten al slowfood, a una voracidad más sosegada, a poder volver a saborear las imágenes…
Saborear una imagen que, por otro lado, se deteriora, se estropea, sin poder evitarlo, ¿ocurre igual con la imagen que tenemos del arte? ¿Se ha deteriorado? Si es así, ¿por qué?
No es que las imágenes se estropeen y haya que repararlas. Las imágenes simplemente siguen su ciclo vital: se gestan, nacen, se desarrollan, maduran, llegan a la senectud, agonizan y mueren. La biología exige la secuencia de esas etapas para que las imágenes se regeneren. Hacen falta nacimientos y muertes.
De algún modo la autoría de las obras le corresponde a usted... junto a los caracoles. ¿La autoría en el arte está sobrevalorada?
Ciertas formas de arte se asientan en valores que parecen necesarios pero que son contingentes: la autoría, la firma, el estilo, la originalidad… La cultura postfotográfica cuestiona esos valores, pero lo hace no sólo circunscritos a la esfera del arte sino como un pretexto para referirse a cuestiones filosóficas y políticas más amplias. Al incidir en la condición de autor se apela a la intención, a la voluntad y a la conciencia, y por tanto a lo que persiste de naturaleza humana en nosotros.
Se trata también en esta serie de «aprovechar» de algún modo imágenes ya existentes que usted (o los caracoles) modifican, una deriva habitual en su obra, ¿hay demasiadas imágenes como para seguir produciendo nuevas?
Estamos instalados en un capitalismo de las imágenes y sus excesos, más que sumirnos en la asfixia del consumo, nos confrontan a la gestión política de poder descartarlas, sustraerlas o censurarlas. Surgen entonces dos estrategias: proponer una ecología visual que contenga la producción desenfrenada de imágenes preconizando el reciclaje de imágenes existentes; o focalizar la atención no en las imágenes que abundan sino justamente en aquéllas que faltan.
¿Cuál es la paradoja de la imagen en este momento de sobreexposición visual?
Que la saturación de imágenes, lejos de garantizar una mayor transparencia, tiende a provocar ceguera. A más imágenes, menos vemos. Por otra parte, el sentido de las imágenes pasa a depender menos de su contenido y más de su circulación y del contexto discursivo que las aloja.
Dicho todo esto, ¿qué significa para usted ser artista/fotógrafo?
Las imágenes hoy no solo representan el mundo sino que constituyen parte del mundo, y en la medida en que participan en la construcción de realidad, formatean nuestros espíritus. El impacto de su alcance las puede llevar a convertirse en casus belli: matamos y nos matan a causa de las imágenes. Recordemos la reciente tragedia de Charlie Hebdo en París. Ser artista puede significar participar responsablemente en esa batalla de las imágenes.
¿Hacía dónde le lleva en los últimos tiempos su constate investigación sobre la fotografía?
Chillida decía que lo importante para un artista es aprender a hacer las preguntas correctas. Todas estas décadas dedicadas a la creación visual a mí me han servido para mejorar mis preguntas, o para adecuarlas a las transformaciones que vivimos.
Estudioso incansable, Joan Fontcuberta sigue trabajando en torno a la imagen. Se ha unido al proyecto de la Fundación Masaveu en Asturias en el que reconocidos fotógrafos ofrecen su particular visión de la región (ya hemos visto los de Alberto García-Alix, Juan Manuel Ballester y Ouka Leele): «Me oriento sobre la idea de trauma y memoria, pero estoy todavía en una fase de 'incubación' ». Trabaja también en el Museo Lazzaro Spallanzani en Reggio Emilia (Italia), sobre una colección de ciencias naturales del siglo XVIII que debe mucho al modelo de los gabinetes de curiosidades, «Spallanzani fue un erudito ilustrado que estudió por ejemplo la regeneración y la inseminación artificial. En mayo presento una exposición inspirada en sus teorías». Y en Madrid, volveremos a verle el próximo mes de noviembre, en el Canal de Isabel II. A todo esto se superpone la dirección artística como comisario invitado en la próxima edición del Mois de la Photographie en Montreal.
La idea o el mercado
El recorte económico o la falta de financiación es la causa más visible de los males del arte contemporáneo pero, ¿hay algo más?
La cuestión económica es sin duda relevante pero para mí el principal problema reside en que identificamos erróneamente mercado del arte con arte. Es decir, solemos confundir dos versiones del arte: una se refiere a las industrias culturales, la otra entiende el arte como un laboratorio de ideas. Yo privilegiaría las ideas. No tengo nada contra las obras concebidas para decorar galerías y mansiones de coleccionistas, pero me interesan más aquellas que son capaces de agitar conciencias y hacer pensar.
Crítico también con el museo y la institución en numerosas ocasiones, ¿ha mejorado en algo su percepción del centro/museo en España en los últimos años?
La crisis de los museos no se circunscribe a una localización geográfica o administrativa sino que atañe a la naturaleza de la institución museal in extenso. Los museos son maquinarias encargadas de disciplinar y entretener al público, y por tanto, participan en la transmisión de ideologías dominantes. En la medida en que el museo intenta salirse del guión, por ejemplo, cuando relega el espectáculo para activar una participación crítica, se convierte en otra cosa. Entonces se ve agitado por la ambivalencia entre la realidad y el deseo, entre la industria cultural y el laboratorio de ideas. No es extraño por otra parte que esa crisis de identidad se vea agudizada por la cultura digital, que justamente desnaturaliza las antiguas plataformas autoritarias.
Profesor en la Universidad Pompeu Fabra y en Harvard, ¿qué aconseja a sus alumnos?
Aunque suene egoísta, yo enseño para aprender. Si alguna cosa intento transmitir a mis alumnos es curiosidad y entusiasmo. El resto viene rodado.
¿Hacia dónde van los tiros en esto de la imagen y la fotografía?
La desmaterialización de las imágenes digitales nos está acercando al terreno de las imágenes mentales. Estamos alcanzando horizontes que parecían patrimonio de la ciencia ficción. En laboratorios de investigación neurológica avanzados se realizan experimentos de visualización de la actividad cerebral. Hoy es factible, aunque aun de forma rudimentaria, proyectar las imágenes que un sujeto puede estar pensando, o aspectos del contenido de sus sueños. Más allá de la dimensión poética de estas experiencias, aventuremos sus terribles consecuencias. El futuro de las imágenes parece tan apasionante como aterrador.
REGRESAR A LA REVISTA