.
El escritor, poeta y director de cine italiano. (Foto: Archivo)
C iudad Juárez, Chihuahua. 25 de febrero de 2015. (RanchoNEWS).-Con motivo del cuarenta aniversario de la muerte de Pier Paolo Pasolini, el próximo 2 de noviembre. Reproducimos el texto de Luis Antonio de Villena publicado en El Mundo:
El recuerdo de Pier Paolo Pasolini (1922-1975) está ligado más que seguro a su cine último (la terrible Saló o Las Mil y una Noches) y desdichadamente a su brutal asesinato en la playa de Ostia, víctima de un chapero habitual de 17 años, Pino Pelosi, que fue el cebo puesto por manos poderosas, como varios libros y juicios dilucidaron años después. Pasolini, hombre de tremenda energía y una muy aguda y crítica inteligencia, se opuso a las injusticias (de derechas o izquierdas) y lamentó que el «pueblo» verdadero, sano y pobre -de ancha permisividad sexual- fuera sustituido por la baja burguesía, no menos pobre, pero sin los valores ancestrales de aquel y con todos los alicortos tabúes de ésta.
Además de cineasta y agudo ensayista lúcido, fogueado en el periodismo del día a día (donde descubrió, con 20 años de antelación, las sentinas pútridas de la Democracia Cristiana de Andreotti) fue también un gran novelista y un notable poeta, su labor primera y acaso más radical, en el sentido de esencial. La religión de mi tiempo (1961) fue uno de los libros básicos en la poesía de aquel hombre lleno de vitalidad y rabia porque las cosas no fueran a mejor. Pasolini escribió a menudo en tercetos renovados, una poesía intelectual y directa a la vez, que pretendía la reflexión y el himno exaltado o triste. Su primer libro notable, Las cenizas de Gramsci (1957) no sólo fue notorio por el homenaje crítico al pensador marxista, sino porque era una novedad formal y lingüística que permitía a la poesía italiana -y permite aún- salir de la cárcel de oro del hermetismo y su posterior y epigonal descendencia nutrida. Nórdica publica ahora, bilingüe, en traducción de Martín López-Vega, una antología de la labor poética de Pasolini que nunca desapareció aunque se fue adelgazando, a favor de sus otras múltiples actividades, con ese título, La religión de mi tiempo, lástima que no se avise en portada que no es el original sino un florilegio. Para Pier Paolo (hasta los poemas de los primeros 70) la «religión de su tiempo» es la lucha por la justicia de la gente herida y por salvar a la democracia de la corrupción que la desvirtúa, algo que nos suena cercano porque el pensador y sensitivo Pasolini siempre supo entrever o adivinar, más lejos.
«El profundo/e ingenuo esfuerzo de rehacer la vida...». No, no le parecía mal, sino con la pasión que arrebata, lo que da sentido a nuestro paso por el mundo. Al leer (o releer) la poesía de Pasolini uno nota siempre el discurso del intelectual que piensa y busca, pero asimismo la emotividad del hombre sensible que mira y se emociona o desespera. Aquello de «la desesperada vitalidad» lo definió certero. No es todavía un clásico moderno (aunque también) sino una escritura y un talento enormemente próximos, con muchas cercanías al presente, aunque haga casi cuarenta años de su muerte violenta. «La vida no es más que un escalofrío», pero es el que lleva a los Escritos corsarios o a Chicos de la calle (Ragazzi di vita) o a estos poemas de pensamiento, vitalismo y aguzada inteligencia.
REGRESAR A LA REVISTA